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un equipo de control de misión se inclina sobre las pantallas de ordenador mientras un cohete Apolo cruza sobre un negativo de la Luna

STEPHANIE ARNETT/MITTR | NASA, OLCF

Inteligencia Artificial

EE UU necesita un programa Apolo para liderar la era de la IA

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La informática avanzada es fundamental para la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos. Tenemos que sentar las bases ahora

  • por Eric Schmidt | traducido por
  • 21 Mayo, 2024

La carrera mundial por la potencia computacional está en marcha, impulsada por el auge mundial de la inteligencia artificial. Sam Altman, de OpenAI, está intentando recaudar hasta 7 billones de dólares (unos 6,45 billones de euros) para una empresa de fabricación de chips. Gigantes tecnológicos como Microsoft y Amazon están construyendo sus propios chips de inteligencia artificial. La necesidad de más potencia de cálculo para entrenar y utilizar modelos de IA —que alimenta la búsqueda de todo tipo de productos, desde chips de última generación hasta gigantescos conjuntos de datos— no es solo una fuente actual de influencia geopolítica (como las restricciones estadounidenses a las exportaciones de chips a China). También está configurando la forma en que las naciones crecerán y competirán en el futuro, con Gobiernos desde la India al Reino Unido desarrollando estrategias nacionales y almacenando unidades de procesamiento gráfico de Nvidia.

Creo que ya es hora de que Estados Unidos tenga su propia estrategia informática nacional: un programa Apolo para la era de la IA.

En enero, en virtud de la orden ejecutiva del presidente Biden sobre la IA, la Fundación Nacional de Ciencias puso en marcha un programa piloto para el National AI Research Resource (NAIRR), o Recurso Nacional de Investigación sobre IA, concebido como una «infraestructura de investigación compartida» para proporcionar potencia computacional para la IA, acceso a conjuntos de datos abiertos gubernamentales y no gubernamentales, y recursos formativos a estudiantes e investigadores de IA.

El proyecto piloto NAIRR, aunque increíblemente importante, es solo un paso inicial. El informe final del Grupo de Trabajo NAIRR, publicado el año pasado, esbozaba un presupuesto final de 2.600 millones de dólares (unos 2.394 millones de euros) necesarios para el funcionamiento del NAIRR a lo largo de seis años. No es ni mucho menos suficiente, e incluso así, queda por ver si el Congreso autorizará la NAIRR más allá del proyecto piloto.

Mientras tanto, queda mucho por hacer para ampliar el acceso del Gobierno a potencia de cálculo y para desplegar la IA al servicio de la nación. La computación avanzada es ahora fundamental para la seguridad y prosperidad de nuestra nación; la necesitamos para optimizar la inteligencia nacional, perseguir avances científicos como las reacciones de fusión, acelerar el descubrimiento de materiales avanzados, garantizar la ciberseguridad de nuestros mercados financieros e infraestructuras críticas, y mucho más. El Gobierno federal desempeñó un papel fundamental en los grandes avances tecnológicos del siglo pasado al proporcionar la infraestructura básica de investigación, como los aceleradores de partículas para la física de alta energía en la década de los 60 y los centros de supercomputación en los 80.

Ahora que otros países dedican ambiciosas inversiones públicas a la computación de alto rendimiento para la inteligencia artificial, no podemos arriesgarnos a quedarnos atrás. Es una carrera para impulsar la tecnología que más cambiará el mundo en la historia de la humanidad.

En primer lugar, es necesario construir más superordenadores gubernamentales dedicados a la IA para una serie de misiones que van desde el procesamiento de inteligencia clasificada hasta la computación biológica avanzada. En la era moderna, las capacidades informáticas y el progreso técnico han ido a la par.

En la última década, Estados Unidos ha conseguido llevar la computación científica clásica a la era de la exaescala con las máquinas Frontier, Aurora y El Capitán, que pronto llegarán al mercado: enormes ordenadores capaces de realizar más de un trillón (un millón de billones) de operaciones por segundo. Durante la próxima década, se prevé que la potencia de los modelos de IA se multiplique por un factor de 1.000 a 10.000, y las principales arquitecturas informáticas podrían ser capaces de entrenar un modelo de IA de 500 billones de parámetros en una semana (a modo de comparación, GPT-3 tiene 175.000 millones de parámetros). La investigación a esta escala requerirá una infraestructura de investigación de IA más potente y especializada, algoritmos mucho mejores y más inversión.

Aunque Estados Unidos sigue a la cabeza de la informática avanzada, otros países se acercan a la paridad y están decididos a superarnos. China, por ejemplo, pretende aumentar su potencia de cálculo agregada en más de un 50% para 2025, y se ha difundido que el país planea tener 10 sistemas de exaescala para 2025. No podemos arriesgarnos a actuar con lentitud.

En segundo lugar, aunque algunos aboguen por utilizar las plataformas comerciales en la nube existentes en lugar de construir una infraestructura informática federal de alto rendimiento, creo que es necesario un modelo híbrido. Los estudios han demostrado un importante ahorro de costes a largo plazo si se utiliza la informática federal en lugar de los servicios comerciales en la nube. A corto plazo, la ampliación de la computación en la nube ofrece un acceso de base rápido y ágil para los proyectos, que es el enfoque que está adoptando el piloto NAIRR, con contribuciones tanto de la industria como de las agencias federales. A largo plazo, sin embargo, la adquisición y explotación de potentes superordenadores de IA propiedad del Gobierno con la misión específica de apoyar las necesidades del sector público estadounidense sentará las bases para un momento en el que la IA sea mucho más ubicua y fundamental para nuestra seguridad y prosperidad nacionales.

Esta infraestructura federal ampliada también puede beneficiar al público. El ciclo de vida de los clústeres informáticos de la Administración ha sido tradicionalmente de unos siete años, tras los cuales se construyen nuevos sistemas y se retiran los antiguos. Inevitablemente, a medida que vayan apareciendo nuevos procesadores gráficos (o GPU, por sus siglas en inglés) de última generación, las renovaciones de hardware irán eliminando los superordenadores y chips más antiguos, que podrán reciclarse para investigaciones de menor intensidad y usos no lucrativos, añadiendo así recursos informáticos rentables para fines civiles. Aunque las universidades y el sector privado han impulsado la mayor parte del progreso de la IA hasta ahora, un modelo totalmente distribuido se enfrentará cada vez más a limitaciones informáticas a medida que se dispare la demanda. En una encuesta realizada por el MIT y la organización sin ánimo de lucro US Council on Competitiveness entre algunos de los mayores usuarios informáticos del país, el 84% de los encuestados afirmaron que se enfrentaban a cuellos de botella computacionales a la hora de ejecutar programas clave. Estados Unidos necesitará grandes inversiones del Gobierno federal para mantenerse a la cabeza.

En tercer lugar, cualquier estrategia informática nacional debe ir acompañada de una estrategia de talento. El Gobierno puede competir mejor con el sector privado por el talento en IA ofreciendo a los trabajadores la oportunidad de abordar los retos de la seguridad nacional utilizando una infraestructura computacional de primer orden. Para garantizar que la nación disponga de una mano de obra numerosa y sofisticada para estas funciones altamente técnicas y especializadas en el desarrollo y la aplicación de la IA, Estados Unidos también debe contratar y retener a los mejores estudiantes del mundo. Para ello será crucial crear vías claras de inmigración, por ejemplo, eximiendo a los doctorandos en campos técnicos relevantes del actual límite de visados H-1B. Necesitaremos las mentes más brillantes para reimaginar fundamentalmente cómo se produce la computación y encabezar nuevos paradigmas que puedan dar forma a la IA para el bien público, ampliar los límites de la tecnología y ofrecer sus beneficios a todos.

Estados Unidos lleva mucho tiempo beneficiándose de su posición como motor mundial de la innovación en computación avanzada. Al igual que el programa Apolo impulsó a nuestro país a ganar la carrera espacial, establecer ambiciones nacionales para la computación no solo reforzará nuestra competitividad en IA en las próximas décadas, sino que también impulsará avances en I+D en prácticamente todos los sectores con mayor acceso. La arquitectura informática avanzada no puede erigirse de la noche a la mañana. Empecemos ya a sentar las bases.

Eric Schmidt fue consejero delegado de Google de 2001 a 2011. En 2024, Eric y Wendy cofundaron Schmidt Sciences, una empresa filantrópica para financiar áreas no convencionales de exploración en ciencia y tecnología.

Inteligencia Artificial

 

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