La explosión de un volcán submarino ha incomunicado digitalmente al pequeño estado, y pueden pasar semanas hasta que el problema se arregle. Aunque, gracias a la redundancia, Occidente resistiría ante una situación similar, el desastre refleja la fragilidad de algunas de las partes más externas de la red
El volcán submarino Hunga Tonga–Hunga Ha'apai, frente a la costa de Tonga, ha entrado en erupción varias veces en los últimos 13 años, pero la más reciente, del 15 de enero, fue probablemente la más destructiva. La explosión ha tenido consecuencias globales: las olas provocadas por la erupción se llevaron la vida de dos personas en Perú, a unos 10.000 kilómetros de distancia.
Pero el impacto de esta erupción volcánica en los tonganos que viven más cerca de la zona cero aún se desconoce, y se teme que el tsunami posterior se haya llevado la vida muchas personas y bastantes más hayan tenido que abandonar sus hogares. Y es que Tonga se ha quedado sin internet repentinamente, lo que dificulta mucho más la coordinación de las misiones de ayuda o rescate. En este mundo tan interconectado, Tonga está completamente a oscuras y es casi imposible obtener información sobre lo que ocurre ahí. Resulta vital que el país vuelva a estar online, pero eso podría llevar semanas.
Según los datos de la empresa dedicada al rendimiento de sitios web Cloudflare, el tráfico de internet se redujo casi a cero alrededor de las 17:30, hora local, el 15 de enero. Esa conexión aún no se ha restablecido, asegura el experto de la compañía de observatorios de internet Kentik Doug Madory, que ha estado monitoreando el tráfico web del país.
Todavía no se conoce con certeza la razón por la que Tonga se quedó sin conexión, pero las primeras investigaciones sugieren que el cable submarino que conecta su internet con el resto del mundo ha sido destruido por la explosión volcánica.
"Tonga utiliza principalmente un único cable submarino para conectarse a internet", destaca Madory. El sistema de cableado de Tonga (Tonga Cable System) recorre 827 kilómetros entre Tonga y Fiji, brindando servicio de internet a estas dos naciones insulares. Antes, esa conexión estaba respaldada por la conexión a internet satelital. "Supongo que esta vez no podrán hacer eso, debido a algún fallo técnico que les impide pasar a esa otra conexión", opina Madory y cree que la ola resultante de la explosión del volcán pudo haber afectado las antenas parabólicas.
El operador de telefonía móvil Digicel, con sede en Jamaica, que posee una participación minoritaria en el sistema de cableado junto con el Gobierno de Tonga, afirma: "Toda la comunicación con el mundo exterior en Tonga se ve afectada por los daños". Southern Cross Cable, la empresa con sede en Nueva Zelanda que opera los cables que se interconectan con el sistema de cableado de Tonga, considera que existe una posible ruptura a unos 37 kilómetros de la costa. También se cree que el cable submarino nacional está roto a unos 48 kilómetros de la capital de Tonga, Nukuʻalofa. Estas interrupciones generalmente se identifican enviando luz por el núcleo del cable de fibra óptica y calculando cuánto tiempo tarda la señal en regresar, algo que ocurre cuando hay una ruptura, explica el vicepresidente de Tecnología de Conexión de la red de distribución de contenido Akamai, Christian Kaufmann.
Si eso se confirma, es casi la peor noticia posible para la conectividad de Tonga. "Pasarán días, tal vez semanas, antes de que se arregle el cableado", lamenta Madory.
Esta interrupción no representa la primera vez que la infraestructura de internet de Tonga tiene problemas. En enero de 2019, el país sufrió un apagón de internet "casi total" cuando se cortó un cable submarino. Los primeros informes indicaron que una tormenta magnética y eléctrica había podido dañar la conexión, pero una investigación posterior descubrió que un barco de bandera turca había cortado el cable mientras echaba su ancla. Arreglar ese problema supuso un coste aproximado de 176.000 euros y, mientras se solucionaba, la isla dependía de la conexión a internet por satélite.
Es probable que, a corto plazo, esas mismas conexiones satelitales sean la única salvación para internet en Tonga, pero con daños desconocidos, el país podría pasar un período difícil. Madory opina: "Probablemente pensaban: 'Bueno, si el cable no va, tenemos los satélites para sustituirlo. Pero si un volcán explota justo al lado y destruye tanto el cable como el satélite, no hay mucho que se pueda hacer". Las enormes cantidades de ceniza en el aire por la erupción también podrían estar afectando la conectividad satelital, señala Kaufmann.
Arreglar el cable roto no será fácil. Hay que enviar buques especializados encargados de reparar roturas, las cuales ocurren cada semana en algún lugar del mundo, aunque con menos fuerza de la que probablemente haya provocado la erupción. Un barco que podría ayudar en este caso es el CS Resilience, que se encuentra actualmente frente a Papúa Nueva Guinea, a casi 5.000 kilómetros de distancia. Se estima que cualquier nave podría tardar días o incluso semanas en solucionar el problema.
Madory amplía: "Hay prioridades sobre qué cable se arregla primero. Los países pagan una pequeña cantidad para que se arreglen primero los suyos". Cuando uno de estos barcos llega al lugar del incidente, lo que podría llevar días, suelta un gancho para coger el cable que se encuentra en el fondo del mar. El cable enganchado, que cuando está en las profundidades del océano puede parecer del tamaño de una manguera común, se sube a la cubierta de la embarcación, desde donde los técnicos intentan reparar la rotura. "Los cables en sí no son muy resistentes", indica Kaufmann. Luego se vuelve a bajar suavemente al agua. "Ese proceso no ha cambiado mucho en los aproximadamente 150 años que existen los cables submarinos", recuerda Madory.
Por supuesto, hay algunos factores agravantes que pueden complicar el proceso. Es probable que Tonga acabe rodeada de barcos que quieren ayudar al país, lo que puede significar que el cableado de internet pasa a un segundo plano para primero salvar vidas, restablecer la electricidad y entregar suministros vitales de alimentos y agua. La ubicación exacta de la ruptura también puede complicar las cosas: en general, cuanto más lejos de la costa está el cable, a mayor profundidad se ubica y es más difícil alcanzarlo y subirlo desde el suelo. Y hay que pensar que las líneas eléctricas terrestres que ayudan a mantener la conexión online se pueden también dañar y su reparación podría no ser fácil. "Tonga está en un extremo de internet. Una vez que se sale del núcleo de internet, hay menos opciones", admite Madory.
Esta interrupción de internet muestra hasta qué punto la conectividad del mundo puede depender de un único punto de avería. "Es una de esas historias que desmiente la idea de que internet fue diseñado para resistir guerras nucleares. Un chicle mantiene unida la mayor parte", resalta el profesor de ciberseguridad de la Universidad de Surrey (Reino Unido) Alan Woodward. Reconoce que los eventos físicos extremos, como las erupciones volcánicas, son difíciles de planificar, pero los países deben tratar de mantener la redundancia a través de múltiples conexiones submarinas, e idealmente con diferentes rutas para que un incidente localizado no afecte varias líneas.
Sin embargo, la redundancia no es barata, especialmente para una pequeña nación de poco más de 100.000 habitantes como Tonga. También es probable que con una erupción masiva como esta, el movimiento del fondo marino hubiera causado una fisura en cualquier cable secundario, incluso si hubiera estado al otro lado de Tonga.
"Hay un mensaje más amplio sobre la resiliencia de la infraestructura. Aunque Reino Unido o EE. UU. no van a ser como Tonga, cada vez hay más tensiones geopolíticas y debates sobre cosas como los cables submarinos que nos llevan a un lugar más conflictivo. No se debe llegar al punto de tener cables soberanos para los aliados y otros cables para todos los demás", señala el analista de la política de internet del Instituto Tony Blair para el Cambio Global Andrew Bennett.
Bennett sugiere dos opciones para cerrar esta brecha de la conectividad. Una es el rápido despliegue de internet satelital, y es que las constelaciones de satélites se están lanzando al espacio en estos momentos. La otra es dedicar más dinero a este problema. "Si consideramos que la infraestructura de internet resistente es un bien público, los países que pueden permitírselo deberían pagarla y proporcionarla a otros", resalta el experto. Cerrar la brecha digital global de aquí a 2030 costaría solo el 0,2 % del ingreso nacional bruto de los países de la OCDE al año, según el Instituto.
Dado que internet se considera cada vez más como el cuarto servicio vital, junto con la calefacción, la energía y el agua, una interrupción tan prolongada para 100.000 personas es una gran catástrofe, que agrava los impactos físicos directos de la erupción. Y todo esto destaca la fragilidad de ciertas partes de internet, especialmente fuera del rico mundo occidental. "Internet no se está desmoronando en su núcleo. Pero siempre va a estar un poco desgastado en los bordes", concluye Woodward.