Una investigación de dos décadas detalla cómo sería y dónde debería estar este nuevo cuerpo celeste que habría pasado desapercibido frente a todos los astrónomos. Si la hipótesis es correcta, los investigadores afirman que será descubierto en la próxima década con los telescopios actuales
Los astrónomos tienen un incómodo secreto relacionado con la exploración del sistema solar. A pesar de que llevan 400 años observando las estrellas, solo han descubierto dos grandes objetos celestes que pasaron desapercibidos ante sus antepasados: Urano en 1781 y Neptuno en 1846.
Y no es porque no lo haya intentado. La posibilidad de descubrir un planeta atrae a los astrónomos como una luz a las mariposas. Pero muy pocos lo han logrado. Varios astrónomos en colaboración descubrieron Neptuno después de darse cuenta de que los demás planetas estaban siendo empujados gravitacionalmente por una masa desconocida.
Pero el hallazgo de Neptuno no satisfizo sus inquietudes, y la búsqueda continuó hasta el siglo XX, culminando con el descubrimiento de Plutón en 1930. Pero Plutón resultó ser tan pequeño que no generó esa sensación de gran hito. De hecho, más tarde fue humillantemente degradado a la categoría de "planeta enano".
Pero la búsqueda del llamado Planeta X continuó hasta que los astrónomos, un tanto avergonzados, se dieron cuenta de que las irregularidades en las órbitas de Urano y Neptuno no eran más que errores de observación. Algo que se supo después del viaje de la sonda Voyager 2 a estos planetas en 1986 y 1987.
Otras curiosas observaciones también dieron lugar a búsquedas planetarias inútiles. La detección de unas características anómalas en la órbita de Mercurio puso en alerta a los astrónomos, quienes empezaron a buscar un planeta misterioso que creían que debía estar causándolas, al que llamaron Vulcano. Pero la búsqueda tuvo que parar cuando Einstein demostró que las particularidades orbitales de Mercurio estaban causadas por el Sol, cuya enorme masa deforma el espacio-tiempo.
Ya casi sin alboroto, los astrónomos volvieron a encontrar señales misteriosas. Esta vez buscaban un cuerpo distante al que llamaron Planeta 9. Y ahora, el investigador del Instituto de Tecnología de California en Pasadena (EE.UU.) Konstantin Batygin y algunos colegas han publicado una serie de pruebas recopiladas en las últimas dos décadas que justificarían su búsqueda. "Si el Planeta 9 existe, es posible que se descubra en la próxima década", afirma su investigación.
Entonces, ¿cuáles son estas pruebas? Durante los últimos 20 años, más o menos, los astrónomos han descubierto numerosos cuerpos pequeños que orbitan más allá de Neptuno, muchos de ellos con órbitas muy elípticas que los empujan hasta los confines del sistema solar, varios cientos de veces más lejos del Sol que la Tierra.
Estos objetos transneptunianos, entre los que figura Plutón, se encuentran en una región conocida como el Cinturón de Kuiper. Pero en lugar de aparecer como un conjunto uniforme de rocas y hielo, se pueden clasificar en varios grupos en función de sus patrones orbitales.
Estos objetos son tan pequeños que son fácilmente sacudidos por los campos gravitacionales de sus primos de mayor tamaño, particularmente Neptuno. De hecho, los astrónomos los tratan como puntos y, por lo tanto, son capaces de rastrear sus dinámicas gravitacionales. Esto lleva a una conclusión importante. Independientemente de sus órbitas, los caminos que recorren deben ser el resultado de las fuerzas ejercidas por planetas más grandes.
La influencia de Neptuno es fácil de ver, ya que empuja y atrae continuamente a los objetos más pequeños. De hecho, una proporción significativa de objetos trans-neptunianos orbita en resonancia con Neptuno.
Pero una clase mucho más pequeña, conocida como la población independiente, muestra unas propiedades orbitales completamente diferentes. Algunos tienen órbitas retrógradas; otros son muy excéntricos o trazan caminos que se inclinan drásticamente con respecto al plano del Sol.
Neptuno no genera este tipo de comportamiento. Así que, la hipótesis que Batygin y su equipo plantean es que algún otro objeto masivo, llamado Planeta 9, debe ser el responsable. Además, estos objetos independientes parece que forman grupos propios. Sus órbitas elípticas, por ejemplo, están muy alineadas, lo que sugiere un tipo de efecto manada. Esto también concuerda con la presencia del Planeta 9.
¿Qué tipo de planeta podría hacer todo esto? Batygin y sus colegas sostienen que la evidencia conduce a una descripción sorprendentemente detallada de cómo debe ser el Planeta 9 y cómo no.
Una posibilidad es que estos empujones gravitacionales provengan de una estrella enana que acompaña al Sol, cuya órbita está miles de veces más lejos que la Tierra. Pero los estudios infrarrojos que buscan un objeto de este tipo lo han descartado. El Planeta 9 no puede ser del tamaño de Saturno ni más grande, porque ya deberíamos haber visto un objeto de esas dimensiones.
Teniendo en cuenta todas estas circunstancias, Batygin y sus compañeros hacen una predicción sorprendentemente precisa sobre el tipo de planeta que buscan y dónde deberían encontrarlo. Afirman que el Planeta 9 debe tener una masa entre cinco y diez veces la de la Tierra. Debe orbitar en torno al Sol entre 400 y 800 veces más lejos que la Tierra. Y su órbita debe estar inclinada hacia el plano del sistema solar entre 15 y 25 grados.
Dado ese nivel de detalle, es fácil imaginarse a los investigadores señalando a esa región del cielo mientras dicen: "Allí está". Pero lo cierto es que para descubrir empíricamente al Planeta 9 tal vez sea necesario usar los telescopios más grandes del mundo.
Probablemente, el Planeta 9 tiene una magnitud aparente (brillo) de entre 19 y 24. La investigación detalla: "Un objeto de este tipo sería fácilmente observable por la generación actual de telescopios con cámaras de campo amplio, como la Cámara de Energía Oscura del telescopio Blanco 4m de Chile y la Cámara Hiper-Suprime del telescopio Subaru en Hawái [EE. UU.]. Por lo tanto, si el Planeta 9 existe como lo describimos, es probable que se descubra dentro de una década".
Pero existe otra posibilidad. Las extrañas órbitas de estos objetos independientes y los grupos que forman podrían no ser más que una casualidad, una alineación al azar en el momento preciso en el que los astrónomos están mirando. Por supuesto, Batygin y sus compañeros son conscientes de esta posibilidad, pero calculan la probabilidad de que esa sea la realidad es solo del 0,2 %. No obstante, las coincidencias más raras a veces ocurren.
Sea cual sea la situación real, Batygin y su equipo han planteado un desafío fascinante para la comunidad astronómica. La carrera ya ha empezado y los astrónomos están preparando sus telescopios y sus poderosas lentes. Está en juego el prestigio y la gloria que pocos astrónomos en la historia han disfrutado. Si el Planeta 9 existe, el nombre de su descubridor pasará a la historia. Esperemos que él o ella le dé un nombre mejor.
Ref: arxiv.org/abs/1902.10103: The Planet Nine Hypothesis