Rethink Robotics ha modernizado el sector con sus cobots, una nueva generación de autómatas más seguros y fáciles de entrenar, y cuenta con apoyos de prestigio. ¿Qué ha pasado para que esta compañía líder se esté viendo obligada a cerrar?
El hecho de que la empresa pionera en el desarrollo de algunos de los robots más inteligentes y fáciles de usar del sector, Rethink Robotics, esté pensando en cerrar, no parece una buena noticia para la robótica y la inteligencia artificial (IA). Pero no se preocupe, los robots siguen avanzando hacia nosotros. Aunque la situación real es un poco más complicada.
El CEO de la compañía, Scott Eckert, comentó a The Boston Globe que dado que las ventas de Rethink Robotics no han cumplido las expectativas, la empresa dispone de poco dinero en efectivo. Pero su destino parece justo el contrario del que, en general, está siguiendo esta industria, ya que, en realidad, el sector de la robótica está en pleno auge. Según las últimas cifras de la Federación Internacional de Robótica, las ventas mundiales de robots en 2017 batieron un nuevo récord, con un aumento del 31 % frente 2016.
Los actores de la industria de la fabricación intentan automatizar cada vez más partes de sus negocios para compensar la escasez de mano de obra humana. Mientras tanto, los gigantes del comercio electrónico están explorando nuevas estrategias para automatizar la recogida, el embalaje y el procesamiento de productos. Pero hay un problema: si visitamos a una empresa que utiliza robots, veremos que la gran mayoría de las máquinas no son demasiado inteligentes ni flexibles. Aunque puedan hacer tareas concretas de manera precisa e incansable, se confunden fácilmente ante la complejidad de las situaciones reales y suelen ser difíciles de programar.
Rethink intentó solucionar el problema con dos robots seguros y muy fáciles de usar, Baxter y Sawyer. Estas máquinas aprendían tareas mediante la guía de un supervisor humano. Primero, el trabajador les enseñaba a, por ejemplo, recoger objetos de una cinta móvil y las máquinas aprendían a repetir el proceso por sí mismas. Pero aunque este tipo de entrenamiento parezca simple, en realidad es mucho más difícil de lo que uno se podría imaginar. Para lograrlo hace falta una tecnología avanzada de visión artificial y movimientos muy precisos para los brazos y las pinzas robóticas.
Tal vez Rethink fue demasiado ambicioso, teniendo en cuenta la tecnología actual disponible. Lograr que los robots sean flexibles e intuitivos de manera fiable es muy difícil, así que puede que a Rethink le haya costado encontrar suficientes compañías dispuestas a asumir ese riesgo. Aun así, la empresa ha impulsado una tendencia que ya está transformando la robótica industrial. En los últimos años han surgido los llamados robots colaborativos (o "cobots"), que no cuentan con fuerza suficiente como para herir a un compañero humano, lo que les permite trabajar codo con codo son sus compañeros de carne y hueso. Estas máquinas se utilizan de forma sencilla en cada vez más situaciones y están abriendo muchas vías de colaboración entre robots y humanos (ver Cobots: robots nacidos para trabajar codo con codo con humanos).
Pero aunque los de Rethink no hayan despegado como se esperaba, hay otros cobots que sí están empezando a penetrar en la industria. Uno de los mayores competidores de la empresa, la compañía danesa Universal Robots, ofrece un brazo robótico colaborativo más simple con el que ya ha vendido más de 25.000 unidades. Algunos de los fabricantes de robots más grandes de la industria, incluidos ABB de Japón y el gigante alemán Kuka, también han desarrollado sus propios sistemas de colaboración.
"Rethink ayudó a crear y definir el espacio de la robótica colaborativa", afirma el CEO de Locus Robotics, Rick Faulk, cuya compañía se especializa en robots móviles de almacén. "Sus contribuciones [de los fundadores] al campo de la robótica, aunque un poco avanzadas a su tiempo, continuarán influyendo en los desarrolladores durante muchos años. Su trabajo abrió la mente de los posibles clientes ante la posibilidad de usar los robots", añade.
Rethink fue fundada en 2008 por Rodney Brooks, un gran nombre en la robótica y exdirector del Laboratorio de Inteligencia Artificial y Ciencias de la Computación del MIT (EE.UU.). En la década de 1990, Brooks fue pionero en un innovador enfoque de la robótica que ayudó a propulsar la investigación. Su idea para Baxter fue quitar la complejidad del manejo de los robots industriales y facilitar su uso.
En un correo electrónico a MIT Technology Review, Brooks afirma: "Estoy muy orgulloso de haber cambiado los robots industriales para siempre, sacándolos de la jaula y modificándolos para que la gente común consiga que los robots realicen nuevas tareas y ajustarlos sin tener que escribir ni leer una sola línea de código. El impacto de esta nueva clase de robot aún no se han explorado completamente, pero será un lugar común dentro de poco".
Además de un sólido pedigrí técnico, la compañía tenía algunos patrocinadores muy importantes, incluidos GE Ventures, Highland Capital y Bezos Expeditions, la empresa de inversiones del CEO de Amazon, Jeff Bezos.
Quizás el caso de Rethink también ofrezca lecciones para el futuro de esta industria. El interés en utilizar los recientes avances en inteligencia artificial para hacer que los robots industriales sean mucho más inteligentes y útiles es cada vez mayor. El aprendizaje profundo y el aprendizaje reforzado podrían lograr que los robots aprendan a realizar tareas complejas por sí solos. Los investigadores centrados en este tema están presentando avances y demostraciones impresionantes. Y hace hablamos de Osaro, una start-up que intenta usar aprendizaje automático para que los robots puedan agarrar objetos desconocidos y extraños.
Pero si observamos con atención, veremos que todas estas tecnologías están en una etapa muy temprana, y que su llegada a la industria podría ser un reto. La desaparición de Rethink no significa que la robótica industrial haya muerto ni que los avances impulsados por la inteligencia artificial no vayan a avanzar más. Pero sí es una señal de lo difícil que puede ser crear una verdadera innovación en la robótica.