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Mientras muchos nos preparamos para las compras, la repostería y los planes navideños, las centrales nucleares también se alistan para una de sus temporadas más intensas del año. 

En EE UU, los reactores nucleares siguen patrones estacionales previsibles. El verano y el invierno concentran la mayor demanda eléctrica, por lo que los operadores programan el mantenimiento y la recarga de combustible en otras épocas. 

Esta regularidad programada puede parecer rutinaria, pero conseguir que los reactores operativos sean tan fiables y predecibles es todo un logro. Supone un listón alto para las tecnologías de nueva generación que aspiran a incorporarse a la flota en los próximos años. 

Por lo general, los reactores nucleares funcionan a niveles constantes, lo más cerca posible de su capacidad máxima. En 2024, la media mundial de los reactores comerciales alcanzó un factor de capacidad del 83%, es decir, la relación entre la energía realmente producida y la máxima teórica. En Norteamérica, la cifra rondó el 90%. 

(No siempre es justo comparar este dato con el de otras plantas: las de gas natural suelen tener factores más bajos porque se encienden y apagan intencionadamente para equilibrar la demanda). 

Estos altos factores de capacidad no reflejan del todo la fiabilidad real de la flota, ya que gran parte de las paradas son programadas. Los reactores deben recargarse cada 18 a 24 meses, y los operadores suelen planificar esas interrupciones en primavera y otoño, cuando la demanda eléctrica es menor que en los meses de aire acondicionado o calefacción a pleno rendimiento. 

Según datos de la Administración de Información Energética de EE UU, hay días, sobre todo en pleno verano, en que las paradas son mínimas y casi todos los reactores comerciales funcionan a plena capacidad. El 28 de julio de este año, la flota operaba al 99,6%. Compárese con el 77,6% del 18 de octubre, cuando varios reactores se desconectaron para recarga y mantenimiento. Ahora entramos en otra temporada intensa, con reactores volviendo a la red y las paradas en su punto más bajo. 

Eso no significa que todas las interrupciones sean planificadas. En la planta nuclear de Sequoyah, en Tennessee (EE UU), una avería en un generador en julio de 2024 dejó fuera de servicio uno de los dos reactores durante casi un año. (La compañía aprovechó para realizar tareas de mantenimiento y prolongar la vida útil de la planta). Días después de reactivarlo, toda la instalación tuvo que detenerse por bajos niveles de agua. 

Y nadie olvida el incidente de principios de año, cuando las medusas causaron estragos en dos centrales nucleares francesas. En el segundo caso, los animales obstruyeron los filtros del sistema que extrae agua del Canal de la Mancha para refrigeración en la planta de Paluel. La producción se redujo casi a la mitad, aunque se recuperó en pocos días. Salvo desastres con medusas y mantenimientos puntuales, la flota nuclear mundial opera con gran fiabilidad. No siempre fue así: en los años setenta, los reactores tenían un factor de capacidad medio del 60% y se detenían casi tanto como funcionaban. 

Hoy, la flota se beneficia de décadas de experiencia. Y ahora surge un creciente grupo de empresas que busca introducir nuevas tecnologías en la industria nuclear. 

Los reactores de próxima generación, que emplearán nuevos materiales para combustible o refrigeración, podrán aprender de la flota actual, pero también afrontarán retos inéditos. 

Eso significa que los primeros reactores experimentales quizá no sean tan fiables como los comerciales actuales. “La tecnología nuclear pionera, como cualquier otra tecnología pionera, es muy compleja”, afirma Koroush Shirvan, profesor de ciencia e ingeniería nuclear en el MIT. 

Por ello, probablemente llevará tiempo que los reactores de sales fundidas, los pequeños modulares y otros diseños superen obstáculos técnicos y encuentren su propio ritmo. Han hecho falta décadas para llegar al punto en que damos por hecho que la flota nuclear sigue una curva estacional ordenada según la demanda eléctrica. 

Siempre habrá huracanes, fallos eléctricos e invasiones de medusas que provoquen problemas inesperados y obliguen a parar centrales nucleares (o cualquier planta eléctrica). Pero, en conjunto, la flota actual opera con una consistencia extraordinaria. Uno de los grandes desafíos para las tecnologías de nueva generación será demostrar que pueden hacer lo mismo.