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“Como montar en bicicleta”. Esta es la forma abreviada que podríamos usar para describir la capacidad tan asombrosa de nuestro cuerpo para recordar cómo moverse. La mayoría de las veces, cuando hablamos de memoria muscular, no nos referimos a los músculos en sí, sino al recuerdo de un patrón de movimiento coordinado que reside en las neuronas motoras, encargadas de controlar nuestros músculos.

Sin embargo, en los últimos años, los científicos han descubierto que nuestros propios músculos también tienen memoria del movimiento y del ejercicio.

Cuando movemos un músculo, puede parecer que el movimiento empieza y termina, pero en realidad se siguen produciendo pequeños cambios dentro de las células musculares. Y cuanto más nos movemos, como al montar en bicicleta o practicar cualquier tipo de ejercicio, más empiezan esas células a generar una memoria de ese esfuerzo.

Todos sabemos por experiencia que un músculo se vuelve más grande y fuerte con el trabajo repetido. Como me explicó el pionero en ciencia muscular Adam Sharples, profesor en la Escuela Noruega de Ciencias del Deporte, en Oslo, y exjugador profesional de rugby en el Reino Unido, las células del músculo esquelético son únicas en el cuerpo humano: son largas y delgadas, como fibras, y tienen múltiples núcleos.

Estas fibras no crecen por división celular, sino reclutando células satélite musculares, es decir, células madre específicas del músculo que permanecen inactivas hasta que se activan en respuesta al estrés o a una lesión para que aporten sus propios núcleos y contribuyan al crecimiento y regeneración muscular. Esos núcleos suelen permanecer durante un tiempo en las fibras musculares, incluso tras periodos de inactividad, y hay evidencia de que podrían acelerar el regreso al crecimiento cuando se retoma el entrenamiento.

La investigación de Sharples se centra en lo que se conoce como memoria muscular epigenética. El término ‘epigenético’ se refiere a cambios en la expresión genética provocados por el comportamiento y el entorno: los genes no cambian, pero sí la forma en que funcionan. En general, el ejercicio activa genes que facilitan el crecimiento muscular. Cuando levantamos pesas, por ejemplo, pequeñas moléculas llamadas grupos metilo se desprenden del exterior de ciertos genes, lo que los hace más propensos a activarse y producir proteínas que influyen en el crecimiento muscular, también conocido como hipertrofia. Estos cambios persisten, y, por tanto, si vuelves a entrenar, ganarás masa muscular más rápido que antes.

En 2018, el laboratorio de Sharples fue el primero en demostrar que el músculo esquelético humano tiene una memoria epigenética del crecimiento muscular tras el ejercicio: las células musculares están preparadas para responder más rápidamente al entrenamiento en el futuro, incluso después de una pausa de varios meses, o incluso años. En otras palabras: tus músculos recuerdan cómo hacerlo.

Estudios posteriores de Sharples y otros investigadores han replicado hallazgos similares en ratones y en humanos mayores, lo que refuerza la evidencia de la memoria muscular epigenética en distintas especies y etapas de la vida. Incluso los músculos envejecidos conservan la capacidad de recordar el ejercicio.

Al mismo tiempo, Sharples señala nuevas evidencias sorprendentes: los músculos también recuerdan los periodos de atrofia, y lo hacen de forma distinta según la edad. Por un lado, el músculo joven parece tener lo que él llama una «memoria positiva» del desgaste, es decir «se recupera bien tras un primer periodo de atrofia y no sufre una pérdida mayor en un segundo episodio», explica.

Por otro lado, el músculo envejecido en ratas muestra una «memoria negativa» más pronunciada, en la que parece «más susceptible a una pérdida mayor y a una respuesta molecular más exagerada cuando se repite el desgaste muscular». En resumen, el músculo joven tiende a recuperarse de los periodos de pérdida “ignorándolos”, en cierto modo, mientras que el músculo envejecido es más sensible y podría ser más vulnerable a futuras pérdidas.

Las enfermedades también pueden provocar este tipo de «memoria muscular negativa». En un estudio realizado con antiguos pacientes de cáncer de mama más de una década después del diagnóstico y tratamiento, los participantes mostraban un perfil epigenético muscular propio de personas mucho mayores que su edad cronológica. Pero atención: tras cinco meses de entrenamiento aeróbico, lograron reconfigurar ese perfil epigenético, acercándolo al de un grupo de mujeres sanas de edad similar.

Esto demuestra que las «memorias musculares positivas» pueden contrarrestar las negativas. La conclusión: tus músculos tienen su propia forma de inteligencia. Cuanto más los usas, más pueden aprovechar esa capacidad para convertirse en un recurso duradero y beneficioso para tu cuerpo en el futuro.

Bonnie Tsui es autora de On Muscle: The Stuff That Moves Us and Why It Matters (Algonquin Books, 2025).