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El sector eléctrico se encuentra inmerso en una transformación profunda. La descarbonización y la digitalización están reconfigurando las reglas del juego al tiempo que emergen nuevas demandas sociales, regulatorias y tecnológicas. En este contexto de cambio acelerado, la red enfrenta grandes desafíos. Aspectos como la optimización de las infraestructuras y la propia gestión eficiente de los activos marcan la hoja de ruta del sector. Combinado con la necesidad de gestionar un sistema mucho más complejo, más conectado, con una mayor integración de energías renovables, dando respuesta a nuevos agentes tanto en la oferta como en la demanda, y garantizando la seguridad del suministro y de las personas. 

Ante este escenario retador es especialmente necesario generar organizaciones ambidiestras. Es decir, que por un lado garanticen la operación excelente de un día a día complejo, pero por otro se doten de las capacidades que garanticen la posibilidad de trabajar mirando a un futuro cada vez más exigente, más cercano y que viene pisando con fuerza. En este contexto, queda claro que la innovación ya no puede residir únicamente dentro de los muros de las grandes compañías, y tiene que salir al exterior de forma rotunda y con convencimiento pleno. La innovación abierta se convierte así en una palanca esencial para transformar el sector energético a través de la incorporación de nuevas formas de colaborar, acelerar y cocrear. 

Dentro de las diferentes herramientas que puede contener una estrategia de innovación abierta corporativa, el Corporate Venture Capital (CVC) se consolida como una de las vías relevantes para fomentar la innovación a través de la inversión directa en startups tecnológicas. Ya no se trata solo de vigilar tendencias o establecer colaboraciones puntuales, sino de participar activamente en el desarrollo de nuevas soluciones con capacidad real de transformación. La apuesta por el CVC responde a una necesidad creciente de alinear los objetivos de negocio con los avances del ecosistema emprendedor. 

Los datos lo avalan: en España el 67% de las grandes empresas del país cuenta ya con un vehículo de CVC, mientras que, a nivel global, en el 2024 el 28% de las inversiones de capital riesgo fueron realizadas por vehículos corporativos, de acuerdo con el informe El Corporate Venture Capital en España de BackFund y el estudio State of CVC 2024’ de Silicon Valley Bank, respectivamente.

En el caso del sector eléctrico, el Corporate Venture Capital representa una oportunidad única para acelerar la adopción de tecnologías que den respuesta a los desafíos estructurales ya mencionados. A través de este vehículo, es posible anticipar y adoptar nuevas soluciones, desde tecnologías sostenibles hasta herramientas de digitalización avanzada, con mayor rapidez y menor riesgo. El modelo de CVC busca inversiones en las que la rentabilidad financiera siempre vaya acompañada por una rentabilidad en innovación, ya que, al tratarse de inversiones estratégicas, permiten explorar territorios innovadores sin comprometer la operativa diaria del negocio.  

Además, este modelo reduce significativamente los tiempos de adopción tecnológica, dado que la corporación actúa como validador tecnológico de las nuevas soluciones mediante pilotos, pruebas de concepto y la posibilidad de escalar a través de integraciones tempranas en entornos reales. De este modo, se acortan las curvas de aprendizaje y se gana agilidad en la toma de decisiones 

Pero los beneficios del CVC no se limitan a la dimensión tecnológica. Su implantación impulsa una transformación cultural dentro de las propias organizaciones, fomentando modelos más ágiles, flexibles y abiertos a nuevas formas de trabajo que requieren enfoques diversos y multidisciplinares. La inversión en startups tecnológicas permite, además, atraer talento innovador y especializado. 

Tras varios años de experiencia en este ámbito, hay al menos cuatro aprendizajes clave que pueden servir de guía para compañías que se planteen adoptar este modelo. El primero es la importancia de ser fiel a una estrategia de inversión coherente con lo que se espera obtener del CVC. No es igual la hoja de ruta que debe trazar un CVC que persigue generar vigilancia tecnológica que el que busca una posterior integración de las startups con su corporación. Las fases de inversión, el tamaño de las rondas, el equipo… deberá ser diferente y acorde a cada estrategia.   

Otro factor crucial es conectar de forma estructurada a las compañías participadas con las áreas de negocio. Cuando estas conexiones funcionan, el impacto de las inversiones se multiplica y se incrementa notablemente la viabilidad de escalar soluciones dentro de la corporación. En tercer lugar, es fundamental acompañar activamente a las startups más allá del momento de la inversión, no solo con recursos económicos, sino también con conocimiento, redes y acceso a mercado. Esto potencia el valor generado y refuerza la relación mutua a largo plazo. 

Por último, todo esto requiere una cultura interna receptiva a la colaboración externa. La innovación abierta no puede imponerse desde arriba; necesita de una mentalidad transversal que valore el aprendizaje, la experimentación y la construcción conjunta de soluciones. 

En definitiva, la transformación profunda y sostenible del sector eléctrico va mucho más allá de la simple adopción de nuevas tecnologías. Requiere de un replanteamiento estructural de cómo se genera la innovación, cómo se construyen alianzas y cómo se movilizan los recursos para responder a desafíos comunes. El Corporate Venture Capital no es solo una herramienta financiera; es una apuesta estratégica por una nueva manera de innovar, más ágil, más abierta y, sobre todo, más conectada con el futuro del sector energético. 

Elena de Benavides, Head of Corporate Venture & Innovation Ecosystems de Elewit.