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Un enfoque innovador para aprender idiomas está haciendo que la Web sea más accesible.

En 2009, Severin Hacker y Luis Von Ahn estaban encerrados en el departamento de informática de la Universidad Carnegie Mellon, dándole vueltas a un reto que parecía imposible: cómo traducir las más de un billón de páginas de la Web, en su mayoría en inglés, para personas que hablan otros idiomas.

Ni Hacker, un suizo que por entonces era estudiante de doctorado, ni Von Ahn, guatemalteco y su asesor académico, estaban impresionados con las opciones disponibles. Traducir páginas web con Google Translate solía generar resultados incoherentes, y contratar suficientes traductores era impensable. “Traducir es una tarea que la gente no quiere hacer,” dice Hacker. “Es trabajo.”

Así que Hacker lo convirtió en un juego. Nació Duolingo, una plataforma que enseña idiomas extranjeros a cualquier persona con un smartphone o conexión a Internet, totalmente gratis. A diferencia de las clases tradicionales, basadas en memorización, Duolingo ofrece interacción constante. El usuario responde preguntas de opción múltiple, completa frases escribiendo respuestas, y practica hablando con el micrófono. Si se equivoca, la aplicación señala el error; si comete demasiados errores, debe repetir la lección. Cada curso tiene una duración aproximada de 35 horas y promete alcanzar un nivel de competencia intermedio.

Pero la verdadera genialidad de Duolingo radica en cómo resuelve el problema que inicialmente había frustrado a Hacker y Von Ahn. Al llegar a los niveles más avanzados de un curso, los usuarios traducen frases al idioma que están aprendiendo. Duolingo compila esas traducciones con las de otros estudiantes, lo que tiende a generar resultados precisos. Medios como Buzzfeed y CNN pagan a Duolingo—ya convertido en una empresa, con Hacker como CTO—por traducciones al extranjero de sus contenidos en inglés.

Duolingo ofrece cursos en 30 idiomas y cuenta con 30 millones de usuarios. El propio Hacker lo utilizó recientemente para aprender español antes de viajar a Guatemala para la boda de Von Ahn. Con solo las lecciones de la app, logró desenvolverse en el aeropuerto, el hotel, restaurantes, leer el periódico, e incluso cortarse el pelo. “Diez minutos de Duolingo,” afirma, “valen como una hora de clase.”