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Mejorar el diseño de los edificios con un material superaislante

Construir estructuras energéticamente eficientes es uno de los grandes retos de la arquitectura del siglo XXI. En este sentido, descubrir y comercializar nuevos materiales podría suponer el avance decisivo en un ámbito —la arquitectura— que, en muchos aspectos, ha cambiado poco desde la antigüedad. Si el rascacielos Burj Khalifa ha conseguido superar los 800 metros de altura en Dubái gracias a su sorprendente estructura de soporte, los materiales básicos utilizados en la vivienda residencial siguen siendo prácticamente los mismos: ladrillo, madera, cerámica. Esto es precisamente lo que Luis Alonso Pastor, arquitecto e investigador de la Universidad Politécnica de Madrid, está intentando cambiar.

Gracias a su investigación aplicada, Alonso ha desarrollado un nuevo tipo de material que no solo mejora el comportamiento energético de los edificios, haciéndolos más eficientes, sino que amplía la libertad en el diseño arquitectónico. Su sueño como arquitecto es disponer de la máxima flexibilidad posible a la hora de distribuir los espacios de un edificio, evitando las limitaciones impuestas por los materiales tradicionales. Por eso se centró en crear un material que ofreciera gran aislamiento térmico y acústico, pero que además fuera muy delgado, robusto y ligero. El material, de nombre críptico F2TE3, tiene propiedades muy reales. Su componente base es un aerogel granular, conocido por su capacidad aislante, al cual Alonso aplicó tecnologías de vacío para extraer el oxígeno contenido en sus diminutas burbujas y aumentar aún más su poder de aislamiento térmico. Tal como explica, “una pared de 3,5 cm de este material tiene el mismo nivel de aislamiento que una pared de ladrillo de 30 cm”.

Lo más innovador, sin embargo, es que el grado de transparencia del material puede ser modulado según su uso, permitiendo su aplicación tanto en fachadas tipo vidrio como en paneles divisores interiores. Esto se debe a las capas de recubrimiento, hechas de polimetilmetacrilato (PMMA) con óxido de estaño dopado con indio (ITO). El resultado permite el paso de la luz visible, como cualquier vidrio transparente, pero bloquea la luz ultravioleta e infrarroja, evitando así el efecto invernadero que hace incómoda la vida en estructuras completamente acristaladas. Existen diferentes versiones de F2TE3, con distintos grados de translucidez, que pueden combinarse para crear distribuciones espaciales prácticas, innovadoras y creativas, adaptadas a las necesidades y funciones de cada estancia.

“Este material puede tener una vida útil de hasta 50 años sin degradación significativa de sus propiedades”, aclara Alonso, quien está comprometido con un ciclo de vida ecológico completo del material, “y además es completamente reciclable”.

Sin duda, el camino hacia su comercialización masiva aún es largo, y el F2TE3 no solo deberá demostrar su superioridad física, sino también su viabilidad económica para una adopción a gran escala. Por eso, Alonso ha establecido una colaboración con SEPAREX, una empresa francesa especializada en materiales “críticos” para aplicaciones en distintos campos, desde la microelectrónica hasta la industria del petróleo y gas. Con la esperanza de que, algún día, el F2TE3 se convierta en un elemento habitual en nuestra vida cotidiana.