
Cajas de bajo costo podrían ayudar a llevar cobertura móvil a los mil millones de personas que aún no la tienen.
Los proyectos destinados a ayudar a comunidades rurales pobres suelen fracasar cuando los innovadores no conocen la vida sin servicios básicos. Kurtis Heimerl no cometerá ese error. Habiendo pasado gran parte de su infancia en las montañas remotas de Alaska, comprende las dificultades de vivir sin electricidad, transporte ni otras comodidades. Esa es una de las razones por las que su Village Base Station (Estación Base de Aldea) tiene buenas probabilidades de llevar cobertura celular a regiones ignoradas por los grandes operadores.
La innovación de Heimerl se presenta en una caja gris del tamaño aproximado de un microondas. Tiene paneles solares en el exterior que alimentan el equipo celular del interior, junto con el software para funciones de gestión como facturación y análisis. Basta con fijar la caja en algún lugar y conectarla vía satélite a una red de voz sobre IP, y ya se puede abrir una operadora de servicios móviles. La empresa incipiente de Heimerl, llamada Endaga, la vende por $10,000, prometiendo recuperar la inversión en cinco años. “En una comunidad rural, tu única opción es pedirle cobertura a alguien como AT&T, pero simplemente no les importa”, dice. “Así que decirle a los emprendedores locales ‘Aquí tienes, hazlo tú mismo’ es algo enormemente poderoso”.
Heimerl no empezó como un revolucionario de las telecomunicaciones. Ingresó en la Universidad de Washington en 2002 esperando unirse a la fiebre del oro de Internet. Sin embargo, las pasantías en Amazon y Google lo desencantaron del mundo corporativo. Cinco años después, viajó a la India con Microsoft Research y quedó fascinado por llevar comunicaciones a zonas desatendidas. Al dejar Microsoft y unirse al programa Technology and Infrastructure for Emerging Regions en UC Berkeley, descubrió OpenBTS, un código que conecta la telefonía por Internet con las redes celulares. “Simplemente me impactó”, dice Heimerl, quien aún es investigador posdoctoral en Berkeley. “Tenemos que tomar esta tecnología y hacer que las personas puedan operarla”.
La Village Base Station debutó el año pasado en una aldea indonesia a cuatro horas en auto por caminos fangosos de la ciudad más cercana. La comunidad tiene dificultades para mantener médicos y maestros, quienes deben viajar hasta la ciudad solo para hacer una llamada telefónica. El sistema de Heimerl llevó cobertura a 350 suscriptores y generó $1,000 al mes en ingresos para el operador, y aún sigue funcionando.
Solo hay un inconveniente: es ilegal. Los proveedores regionales de móviles poseen licencias para las frecuencias necesarias. Las autoridades indonesias decidieron mirar hacia otro lado, pero en general, la regulación es un obstáculo importante para la visión de acceso universal de Heimerl. Para resolver ese problema, ha contribuido a desarrollar una solución basada en “espacios en blanco” (white spaces), que utiliza frecuencias de radio no ocupadas hasta que otra red las necesite. Planea una prueba en Sudáfrica este año para demostrar que no interfiere con otras comunicaciones. A partir de ahí, espera expandirse a cualquier lugar con una población aislada, un espectro disponible y un espíritu emprendedor.