
Una búsqueda sistemática descubrió nanopartículas que podrían mejorar la administración de medicamentos.
Mientras realizaba su doctorado en ingeniería química en la Universidad de California en Santa Barbara, Kathryn Whitehead creó pequeños parches experimentales que, al ser ingeridos, se adhieren al intestino para administrar insulina. Es una alternativa prometedora a las inyecciones frecuentes y dolorosas que necesitan las personas con diabetes.
Más recientemente, Whitehead se ha centrado en el ARN de interferencia pequeña (siRNA, por sus siglas en inglés), que puede utilizarse para apuntar y desactivar la expresión genética. Estas moléculas tienen un enorme potencial para tratar el cáncer y trastornos genéticos, pero es difícil entregarlas a las células adecuadas. Aunque encapsular el siRNA en nanopartículas protectoras parece un enfoque prometedor, los investigadores han tenido dificultades para encontrar partículas que puedan tanto llegar al tejido deseado como atravesar la pared celular para liberar su contenido.
En lugar de hacer suposiciones fundamentadas sobre qué partículas podrían funcionar, como hacían otros en el campo, Whitehead decidió probar miles de ellas de forma sistemática. Durante su trabajo como investigadora posdoctoral en el Instituto Koch para la Investigación del Cáncer del MIT, examinó miles de nanopartículas potenciales, identificando las que ofrecían mejores resultados. Desde entonces, cuatro empresas de biotecnología han licenciado sus patentes relacionadas con materiales para la entrega de ARN.
Actualmente, como profesora asistente de ingeniería química y biomédica en la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh, Whitehead está ocupada analizando un nuevo lote de nanopartículas y siRNA para probar tratamientos, incluidos algunos dirigidos a tumores de linfoma. A pesar de sus notables logros, afirma que no ha tenido grandes «momentos eureka» en su laboratorio. “La perseverancia es el tema principal”, dice.