Skip to main content

Por qué podríamos usar pequeñas flores, árboles y husillos para crear los productos farmacéuticos del futuro.
Ilustración de Miguel Porlan

Año Honrado
2015
Región
Global

Fabricar productos farmacéuticos suele ser un proceso complicado. Catalizar las reacciones químicas necesarias a menudo requiere disolventes tóxicos y grandes cantidades de energía. Jun Ge espera limpiar este proceso sustancialmente al aprovechar en su lugar las enzimas, los catalizadores de la naturaleza, para hacer el trabajo.

Muchas personas han tenido esa idea. El desafío es que las enzimas no suelen resistir bien los procesos industriales, y protegerlas al adjuntarlas a otros materiales reduce significativamente su nivel de actividad. Pero Ge, un ingeniero químico delgado y de voz suave de la prestigiosa Universidad de Tsinghua en China, tuvo una idea hace algunos años. Mientras trabajaba como postdoctorado en Stanford, intuyó que añadir iones de cobre a una solución que contenía una enzima determinada podría ayudar a activarla y estabilizarla. Lo que no esperaba encontrar eran las estructuras maravillosamente extrañas que pronto se precipitaron en el fondo de su tubo de ensayo: “estructuras muy hermosas, como flores hechas de proteínas y cristales”. Lo significativo es que las enzimas retenidas en esta extraordinaria forma de “nano-flor” son estables y siete veces más activas que cuando flotan libremente en una solución. Los hallazgos fueron portada de Nature Nanotechnology en 2012.

Hoy en día, Ge está estudiando una variedad de nanostructuras de enzimas—que denomina “nano-árboles” y “nano-husillos”—y explorando si podrían usarse en todo, desde la producción de un medicamento contra el cáncer hasta una tira de glucosa de próxima generación para diagnosticar la diabetes.