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Una proteína característica que se observa en el cerebro de las personas antes de que desarrollen Alzheimer podría ofrecer una pista sobre posibles tratamientos.
Ilustración de Miguel Porlan; escáneres cerebrales cortesía de Elizabeth Mormino

Año Honrada
2015
Región
Global

Elizabeth Mormino sabe que es demasiado tarde para salvar a su abuelo, cuyo Alzheimer fue diagnosticado hace unos años. “Es realmente difícil ver a un rostro familiar pasar por esto, sabiendo que en realidad no hay medicamentos que funcionen en este momento”, dice. Pero su trabajo podría ayudar a pacientes futuros al mostrar una nueva y fascinante vía para tratar la enfermedad.

Mormino ha descubierto una manera de combinar dos tecnologías de imagen para detectar la proteína beta-amiloide, que se encuentra en pacientes con Alzheimer, y las ha usado para observar los cerebros de personas sin signos de deterioro cognitivo. Aunque los investigadores ya habían estado utilizando una de las tecnologías de imagen, llamada PIB-PET, para ver la beta-amiloide en los cerebros de pacientes vivos durante algunos años, Mormino es capaz de identificar las regiones cerebrales con mayor precisión al combinar los datos de PIB-PET y MRI.

“Siento que estamos tomando instantáneas del cerebro de las personas”, dice. “Se siente muy personal e íntimo.”

El hallazgo más sorprendente de su trabajo es que algunas personas aparentemente normales “andan por ahí con la cabeza llena de amiloide, y muchas veces con tanto amiloide como alguien que realmente tiene la enfermedad clínica de Alzheimer”, dice.

¿Cómo puede ser esto? Una hipótesis es que la amiloide causa la muerte de las neuronas, lo que luego provoca los síntomas clínicos de Alzheimer. Así que, para cuando los pacientes tienen Alzheimer, el tratamiento anti-amiloide es demasiado tarde: la proteína ya ha dañado demasiadas células cerebrales. (De hecho, los medicamentos anti-amiloide no han demostrado ser efectivos para tratar el Alzheimer). Pero algunos de sus pacientes saludables podrían tener factores protectores, ya sea en sus genes o en su estilo de vida, que les permitan tolerar altos niveles de amiloide sin desarrollar Alzheimer.

Comprender tales factores protectores podría “ofrecer algunas ideas sobre el envejecimiento exitoso o la capacidad de permanecer resiliente”, dice Mormino. Y existe la posibilidad de que pueda ayudar específicamente con la prevención del Alzheimer. Con ese fin, investigadores de la Universidad de California, San Diego, y el Hospital General de Massachusetts, donde Mormino es asistente en neurociencia, han comenzado ensayos clínicos en los que personas con altos niveles de amiloide pero sin síntomas de Alzheimer están recibiendo infusiones anti-amiloide para ver si eso retrasa la enfermedad.

La esperanza es que eventualmente se pueda prevenir el Alzheimer mediante la comprobación regular y el tratamiento de los niveles de amiloide, de la misma manera en que se previenen los ataques al corazón mediante el monitoreo del colesterol.