
Virus que transportan genes a la retina para prevenir la ceguera
Luchar contra las deficiencias genéticas hereditarias que provocan ceguera es lo que motiva a Deniz Dalkara, una joven bióloga molecular con una impresionante carrera académica que la llevó desde su Turquía natal, donde se graduó, hasta el Instituto de la Visión de París, un centro de excelencia en terapia génica, tras importantes etapas en la Universidad Louis Pasteur para su doctorado, y en el Instituto Max Planck y la Universidad de Berkeley para sus estudios postdoctorales.
Los aspectos clave de su metodología innovadora para restaurar zonas degeneradas de la retina con capacidades visuales fueron detallados en su artículo de 2013 en Science Translational Medicine. Dalkara centró su investigación en los fotorreceptores, las neuronas encargadas de transformar la luz en señales eléctricas que se envían al cerebro (el núcleo del mecanismo de la visión). Enfermedades genéticas como la retinosquisis o la amaurosis congénita de Leber hacen que estos fotorreceptores pierdan gradualmente su capacidad y “mueran” sin ser reemplazados, lo que conduce a la ceguera. El objetivo de Dalkara fue usar otros genes para «restaurar» esta capacidad.
Estos genes ya son conocidos por la investigación, pero ¿cómo insertarlos en las células de una zona tan delicada del cuerpo humano? La intervención tradicional —una especie de inyección a través de la retina— es muy arriesgada y puede causar daños adicionales. Por eso, Dalkara desarrolló una metodología mediante la cual los genes “buenos” se transportan por virus conocidos como AAV (virus adenoasociados), que tienen la particularidad de no causar reacciones adversas en el cuerpo humano y actúan como una especie de “mensajero biológico”.
De hecho, Dalkara creó su propia variante de AAV, denominada 7M8, capaz de transportar genes de hasta 4.8 kilobases (una kilobase equivale a mil bases nucleicas, los componentes del ADN y ARN) hacia los fotorreceptores. El primer beneficio es que la intervención quirúrgica ya no necesita alcanzar el fondo del ojo, detrás de la retina, sino que puede realizarse a una cierta distancia del punto objetivo, facilitando la operación: una vez “paracaidista” tras las líneas enemigas y con “libertad de movimiento”, el virus viaja por sí solo hasta alcanzar su destino —los fotorreceptores— a los que transfiere los genes beneficiosos que restauran su capacidad de captar luz.
El segundo beneficio es que la transferencia de genes restauradores ocurre en una zona más amplia, es decir, afecta a múltiples fotorreceptores y no solamente a los del punto de inyección, lo que multiplica la efectividad del tratamiento.
Otros genes, derivados de algas microscópicas, no restauran las capacidades perdidas de los fotorreceptores dañados, sino que dotan a otros tipos de neuronas de la capacidad fotoreceptora. Todos estos métodos han sido probados con éxito en ratas afectadas por las mismas enfermedades y están ahora en fase de pruebas clínicas adicionales para decidir su aplicación en humanos. Otras enfermedades, como el síndrome de Usher o la distrofia macular de Stargardt, podrían tratarse con otras variantes de AAV, capaces de transportar genes más grandes.
El próximo paso de Dalkara en su cruzada contra la ceguera.