
Cultivos modificados genéticamente para optimizar el uso de fertilizantes.
«Damar López-Arredondo aún era estudiante de secundaria cuando oyó hablar por primera vez del impacto de la biotecnología en la calidad de vida. Durante una charla en el Día de la Ciencia y la Tecnología, dos investigadores de la Universidad Autónoma de Sinaloa y del Cinvestav le mostraron que en México existen instituciones líderes dedicadas al estudio de muchos problemas relacionados con la agricultura y la salud. «Pensé que lo que nos contaron era tan asombroso que decidí que quería formar parte del equipo que resuelve estos problemas», recuerda la joven, que es ingeniera bioquímica, genetista de plantas y empresaria.
A sus 28 años, esta investigadora es ya una de las expertas más destacadas en biotecnología «verde» (es decir, la biotecnología aplicada a los procesos agrícolas) del país, gracias en gran medida a los avances logrados durante su tesis doctoral, centrada en el diseño de sistemas moleculares que optimizan el uso del fósforo por parte de numerosas plantas de interés bioenergético y agronómico.
El fósforo, un nutriente esencial para el crecimiento de las plantas, es un recurso no renovable cuyas reservas mundiales están disminuyendo rápidamente. La disponibilidad de fosfato, el compuesto de fósforo que las plantas toman del medio ambiente, es muy baja en la mayoría de las tierras cultivables del planeta, lo que conduce a cultivos improductivos a menos que se utilicen fertilizantes ricos en fosfatos.
López-Arredondo ha diseñado un gen que, cuando se incorpora a las plantas, les permite metabolizar un compuesto de fósforo diferente al fosfato que absorben naturalmente del medio ambiente: el fosfito, que también actúa como herbicida y fungicida. Gracias a este gen, las plantas transgénicas asimilan el fosfito, que luego se convierte en el fosfato que necesitan para crecer. Esto, a su vez, reduce la cantidad de fertilizantes y herbicidas que necesitan los agricultores, ya que las malas hierbas, incapaces de asimilar el fosfito, no compiten por él. Según López-Arredondo, el uso de este nuevo producto «reduce la cantidad de fertilizante necesaria entre un 30 y un 50 %, elimina o reduce el uso de herbicidas y es inofensivo para los seres humanos y los animales».