Como 1973, este año muestra un cambio decisivo en la economía energética mundial con bajos históricos en los consumos de carbono y máximos en producción de renovables
En 2015 confluyeron una serie de acontecimientos que han impulsado lo que bien podrían ser unas transformaciones profundas (incluso puntos de inflexión) en la historia del sector energético.
La actual caída de los precios del petróleo, que comenzara ya en 2012, ha sufrido una fuerte aceleración en 2015. El precio de referencia del petróleo de West Texas Intermediate cayó hasta los 34,53 dólares (unos 31 euros) por barril el 18 de diciembre. Se trata del precio más bajo desde momentos previos al crash financiero de 2008, y el final de esta caída no parece estar cerca. Goldman Sachs ha afirmado que el petróleo podría caer hasta los 20 dólares (unos 18 euros) por barril. Esto socavaría la mayoría de economías productoras de petróleo y tendría efectos geopolíticos importantes en los años venideros. Al mismo tiempo, el precio del gas natural sigue a unos niveles históricamente bajos. El petróleo y el gas natural de bajo precio deberían de tener un efecto negativo, según los cálculos tradicionales, sobre la adopción de energías renovables, al reducir los incentivos de empresas y consumidores para renunciar a los combustibles fósiles. Sin embargo, no parecen haber ralentizado el abandono de los combustibles fósiles en 2015.
La generación de electricidad a partir de esta fuente de energía apenas aumentó durante los primeros nueve meses de 2015 en comparación con el mismo periodo en 2014, mientras que la energía solar aumentó en un 48%. Además, el consumo de petróleo en el mayor mercado de este combustible en el mundo, Estados Unidos, experimenta una tendencia a la baja a largo plazo: desde ahora y hasta 2040, el consumo estadounidense de petróleo descenderá al ritmo de casi cuatro millones de barriles menos al día y volverá a situarse en los niveles que había en la década de 1960, según el World Energy Outlook, documento publicado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Por su parte, la adopción de energía limpia ha batido récords en 2015. Una serie de analistas de GTM Research, en un informe titulado El futuro de la energía solar en Estados Unidos, señalaron que el total de instalaciones de energía solar en Estados Unidos en la actualidad había alcanzado los 26 gigavatios (y predijeron que para 2030 sería diez veces mayor). La candidata presidencial Hillary Clinton hizo un llamamiento para que se alcanzaran los 140 gigavatios de capacidad solar en instalaciones energéticas antes de 2020.
Cumplir este objetivo supondría añadir, cada año durante los próximos cinco años, una capacidad equivalente a la que se ha generado en toda la historia de EEUU hasta el fin de 2014. Debido a la intermitencia de la energía solar, su coeficiente de capacidad (el porcentaje de capacidad de generación que en realidad se utiliza) es bajo, comparado con, por ejemplo, las centrales nuclear o las plantas de carbón. La energía solar se mantendrá en cifras de un solo dígito como fuente de electricidad. Aún así, se mire por donde se mire sigue siendo el segmento del sector de la electricidad que más rápido está creciendo. La AEI confirma: "Se está llevando a cabo una transición en el sector energético en muchas partes del mundo".
El Congreso de los Estados Unidos decidió ayudar a que estas previsiones se cumplieran cuando a finales de año extendió el crédito fiscal para los proyectos de energía solar y eólica durante otros cinco años (ver EEUU mantiene su apuesta por las renovables ampliando sus créditos fiscales los próximos años). Ese aspecto de la legislación por sí solo supondrá, según GTM Research, nuevas inversiones por valor de 40.000 millones de dólares (más de 36.000 millones de euros), que se realizarán desde ahora hasta 2020 y que proporcionarán 25 gigavatios de capacidad solar adicional durante los próximos cinco años.
La energía limpia coge fuerza en EEUU aunque estos esfuerzos se ven empequeñecidos ante las ambiciones de China y la India. India pretende añadir 160 gigavatios de capacidad adicional energética de renovables antes de 2022, incluyendo 100 gigavatios de energía solar. Esto representaría el mayor aumento de la historia, con diferencia, en la generación de energía renovable adicional (ver La encrucijada energética de la India para no convertirse en la nueva China de la contaminación). Los planes establecidos en 2015 por el primer ministro de la India, Narendra Modi, y su ministro de Energía, Piyush Goyal, podrían mostrar una nueva vía para el desarrollo en los países pobres sin reservas petrolíferas. Tanto China como la India tienen también grandes esperanzas puestas en la energía nuclear. Pekín planea construir entre seis y siete reactores nucleares al año en la década de 2020. Cuando llegue 2030, si se cumplen sus esperanzas, debería tener ya 110 reactores, la mayor flota de energía nuclear del mundo.
Este año también será recordado por haber sido el único período de la historia en el que las emisiones de CO2 han bajado incluso en el contexto de una economía mundial en expansión. El consumo de carbón en EEUU cayó un 20,5% entre 2013 y 2015, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos, y mientras se espera que siga aumentando durante unos años el uso del carbón en economías emergentes como China y la India (que es ahora el país que más rápido está incrementando sus emisiones de gases de efecto invernadero), la tasa de incremento ya se encuentra en retroceso. De hecho, la demanda de carbón en China tocó fondo en 2015, lo cual demuestra que la quema de carbón por parte del mayor emisor de dióxido de carbono del mundo podría estancarse mucho antes de lo que predijeron los analistas.
El mayor indicador de la tendencia actual en energías fue la firma del acuerdo de París (Francia) contra el cambio climático (ver El acuerdo de París depende de tecnologías que puede que nunca funcionen). Aunque el acuerdo no consiguió lo que la mayoría de los activistas contra el cambio climático ansiaban (objetivos legalmente vinculantes de reducción de emisiones, medidas para moderar la producción de combustibles fósiles, y el establecimiento de un precio para el dióxido de carbono) sí que fue la primera vez en que los líderes mundiales acordaron medidas específicas para reducir los gases de efecto invernadero y limitar el aumento de las temperaturas globales. No ha sido el fin de la era de los combustibles fósiles, pero bien puede haber sido el principio del fin.