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¿Deberíamos mover los centros de datos al espacio?

La empresa Lonestar Data Holdings, con sede en Florida (EE UU), ha enviado al espacio un dispositivo del tamaño de una caja de zapatos que almacena datos del científico pionero de internet, Vinton Cerf, del gobierno de Florida y de otras entidades. El dispositivo viaja a bordo del módulo de aterrizaje Athena de Intuitive Machines y, cuando llegue a la Luna, marcará un hito: será la primera vez que se pone a prueba, de manera explícita, una idea que ha cobrado fuerza entre algunos expertos en tecnología en los últimos años: ¿ha llegado el momento de trasladar los centros de datos más allá de la Tierra?

Los centros de datos, que consumen grandes cantidades de energía, se están multiplicando por todo el mundo. Su expansión ocupa terrenos, sobrecarga las redes eléctricas, consume enormes volúmenes de agua y genera contaminación acústica. Por ello, construir instalaciones en la órbita terrestre, en la Luna o en sus proximidades, podría ser una solución para mitigar algunos de estos problemas.

Para Steve Eisele, presidente y director financiero de Lonestar, un gran atractivo de almacenar datos en la Luna es la seguridad: «Puede ser la opción más segura para tener una copia de seguridad de los datos. Es más difícil piratearla, acceder a ella y, además, está por encima de cualquier problema en la Tierra, desde desastres naturales hasta cortes de energía y guerras».

El dispositivo de Lonestar cuenta con unos ocho terabytes de almacenamiento, capacidad similar a la de un portátil de gama alta. Su funcionamiento será breve: durará apenas un par de semanas, hasta que llegue la noche lunar, desciendan las temperaturas y se agote la energía solar. La empresa confía en que ese tiempo sea suficiente para probar aspectos clave, como la carga y descarga de datos, así como la verificación de protocolos seguros de transferencia.

Aun así, Lonestar tiene planes más ambiciosos. Para 2027, la empresa pretende lanzar un servicio comercial de almacenamiento de datos mediante una red de satélites ubicados en Lagrange L, un punto de equilibrio gravitacional entre la Tierra y la Luna, a 61.350 kilómetros de la superficie lunar. Desde allí, la nave espacial tendría una vista ininterrumpida de la Tierra y garantizaría un acceso continuo a los datos.

Otras empresas tienen aspiraciones similares. Axiom Space, más conocida por organizar viajes cortos a la Estación Espacial Internacional para astronautas privados, tiene la intención de lanzar un servidor prototipo en los próximos meses. Para 2027, la empresa quiere establecer una computadora en la órbita baja de la tierra, a bordo de su propio módulo de estación espacial.

Starcloud, una empresa con sede en el estado de Washington (EE UU), también apuesta por la necesidad de procesar datos en el espacio. La empresa, que recaudó una ronda de 11 millones de dólares (unos 10 millones de euros) en diciembre y más desde entonces, quiere lanzar un pequeño satélite de procesamiento de datos equipado con GPU de Nvidia a finales de este año.

Axiom, por su parte, ha identificado una necesidad urgente de ampliar la capacidad informática en el espacio, más allá de ofrecer una simple copia de seguridad inalterable para los datos terrestres. Las crecientes flotas de satélites de observación de la Tierra y el espacio se enfrentan a importantes limitaciones de ancho de banda. Antes de que los usuarios puedan acceder a la información obtenida por estos satélites, las imágenes deben transmitirse a estaciones terrestres repartidas por todo el planeta y luego enviarse a centros de datos para su procesamiento, un proceso que genera retrasos.

“Los centros de datos en el espacio agilizarán muchos procesos. El tiempo que transcurre desde que se detecta algo hasta que se actúa es crucial, tanto para la seguridad nacional como para ciertas aplicaciones científicas. Además, contar con capacidad de procesamiento en el espacio reduciría los costes asociados al envío de datos a la Tierra”, afirma Jason Aspiotis, director global de datos y seguridad espacial en Axiom.

Para que estos centros de datos tengan éxito, deben ser capaces de soportar las duras condiciones del espacio, obtener suficiente energía solar para funcionar y tener sentido desde el punto de vista económico. Los entusiastas dicen que los retos son más manejables de lo que parecen, sobre todo si se tienen en cuenta algunos de los problemas de los centros de datos en la Tierra.

¿Mejor en el espacio?

El auge de la inteligencia artificial y la minería de criptomonedas ha generado preocupación por el impacto ambiental de la infraestructura informática en la Tierra. Actualmente, los centros de datos representan entre el 1% y el 2% del consumo eléctrico mundial. Según un informe de Goldman Sachspublicado el año pasado, esta cifra podría duplicarse para 2030.

En este contexto, los defensores de la tecnología espacial creen que los centros de datos en órbita podrían ser la solución al problema. “Los centros de datos en la Tierra requieren una gran cantidad de energía para operar y esto provoca una alta huella de carbono”, afirma Damien Dumestier, arquitecto de sistemas espaciales en el conglomerado aeroespacial europeo Thales Alenia Space. “Además, generan mucho calor y obliga a utilizar agua para enfriarlos. Ninguno de estos problemas existe en el espacio, donde se dispone de energía solar ilimitada y donde el exceso de calor se puede disipar directamente hacia el vacío del espacio», añade el experto.

Dumestier, quien dirigió un estudio financiado por la UE sobre la viabilidad de establecer una infraestructura informática a gran escala en la órbita terrestre, también considera que el espacio es una opción más segura que la Tierra para el transporte y almacenamiento de datos. “En la Tierra, los cables submarinos de fibra óptica son vulnerables al sabotaje y a desastres naturales, como la erupción volcánica submarina que mantuvo a Tonga aislada de la red durante dos semanas”, explica.

A gran altura sobre la Tierra, los centros de datos conectados mediante enlaces láser imposibles de piratear serían mucho más difíciles de dañar o acceder. A excepción de los misiles antisatélite, las explosiones nucleares en el espacio o los robots interceptores, estos centros informáticos serían prácticamente intocables. Es decir, los únicos riesgos serían los micrometeoritos y los desechos espaciales, que las naves pueden evitar y, en parte, están diseñadas para resistir.

Fuera de la atmósfera protectora de la Tierra, el equipo electrónico también estaría expuesto a las partículas energéticas del sol, que podrían dañarlo con el tiempo, pero eso tampoco sería un problema ya que Axiom planea utilizar equipo militar reforzado que, según Aspiotis, sobrevive bien en entornos extremos. Lonestar cree que podría evitar la dura radiación cerca de la Luna al colocar sus centros de datos en tubos de lava bajo la superficie lunar.

También está el desafío de la energía de estas instalaciones. Aunque la energía solar en la órbita terrestre es gratuita y está disponible de forma constante, nunca antes se ha logrado obtener la cantidad necesaria para alimentar una infraestructura de datos a la escala que existe en la Tierra.

El estudio de Thales Alenia Space, denominado ASCEND (acrónimo de Advanced Space Cloud for European Net Zero Emission and Data Sovereignty), propone plataformas de datos en órbita que serían dos veces más grandes que la Estación Espacial Internacional, la estructura espacial más grande construida hasta la fecha. Los servidores en el núcleo de las plataformas ASCEND estarían alimentados por enormes paneles solares capaces de generar un megavatio de potencia, equivalente al consumo eléctrico de unos 500 hogares en países occidentales. En comparación, los paneles solares de la ISS producen solo una cuarta parte de esa cantidad: 240 kilovatios bajo condiciones de máxima iluminación.

Los costes de lanzamiento, y los efectos ambientales de los lanzamientos de cohetes, también complican el panorama. Para que los centros de datos espaciales representen una verdadera ventaja medioambiental, es necesario reducir la huella de carbono de los vuelos de los cohetes, según Dumestier. Además, señala que la nave Starship de SpaceX, diseñada para transportar cargas de gran tamaño, podría resultar más barata y eficiente en términos de coste por kilogramo lanzado. Este avance es un paso importante en la dirección correcta y podría allanar el camino para el despliegue de centros de datos orbitales a gran escala para 2030.

«Llegará un momento en el que, en un futuro no muy lejano, los centros de datos en el espacio serán tan económicos como los de la Tierra. En ese caso, ¿por qué querríamos que estén en la Tierra, donde consumen energía, agua y otros recursos, incluidos los terrenos?” se pregunta Aspiotis.

Sin embargo, Domenico Vicinanza, profesor asociado de sistemas inteligentes y ciencia de datos en la Universidad Anglia Ruskin del Reino Unido, es más cauto. Asegura que trasladar los centros de datos al espacio a gran escala aún parece una idea algo descabellada. Las tecnologías robóticas necesarias para ensamblar y mantener estas estructuras todavía no existen, y los problemas de hardware en un entorno tan extremo como la órbita terrestre elevarían los costos de mantenimiento.

«Solucionar problemas en órbita no es nada sencillo. Incluso con la robótica y la automatización, hay límites sobre lo que se puede reparar de forma remota», afirma Vicinanza. «Aunque el espacio ofrece la ventaja de la energía solar las 24 horas del día, los destellos solares y la radiación cósmica podrían dañar los equipos electrónicos sensibles y los actuales, desde los microchips convencionales hasta las memorias que no están construidas y probadas para funcionar en el espacio», apostilla el especialista.

También señala que cualquier colisión podría saturar aún más la órbita terrestre con desechos espaciales. «Cualquier daño accidental en el centro de datos podría crear una cascada de desechos, lo que complicaría aún más las operaciones orbitales», observa el docente.

Los defensores del tema argumentan que, incluso si no trasladamos los centros de datos fuera de la Tierra, la tecnología que se desarrolle para ello será clave para expandir nuestra presencia en el espacio.

«La economía lunar crecerá y, en los próximos cinco años, necesitaremos infraestructura digital en la Luna», afirma Eisele. «Tendremos robots que tendrán que comunicarse entre sí. Los gobiernos establecerán bases científicas y necesitarán infraestructura digital para satisfacer sus necesidades. No solo en la Luna, sino también para ir a Marte y más allá. Eso será una gran parte de nuestro futuro», añade el presidente de Lonestar.

Esta historia se actualizó para corregir una referencia a la empresa.