Los datos grabados en un altavoz Echo de Amazon podrían ayudar a esclarecer un caso de asesinato en EEUU, pero falta consenso sobre el papel de la empresa
Era cuestión de tiempo. En lo que podría ser un hito histórico en la era del internet de las cosas, la policía ha pedido a Amazon datos que podrían haberse grabado en su dispositivo Echo durante un asesinato.
Según Information (sólo para suscriptores), un hombre llamado Victor Collins falleció en algún momento durante la noche del 21 de noviembre de 2015 mientras visitaba a James Andrew Bates, un amigo del trabajo, en la casa del segundo en Bentonville, Arkansas (EEUU). A la mañana siguiente, el cuerpo sin vida de Collins apareció en el jacuzzi y a Bates se le acusó de asesinato en primer grado.
Bates tenía varios dispositivos inteligentes en su casa, entre ellos un Echo. El dispositivo de Amazon normalmente permanece inactivo hasta que los micrófonos escuchan alguna palabra clave, como por ejemplo "Alexa". Entonces, una vez la escuchan, los micrófonos comienzan a grabar y envían esa información a los servidores de Amazon. Sin embargo, como indica el trabajo de Information, no es raro que el Echo se despierte por error y recoja retazos de audio que la gente ni siquiera sabe que se han grabado.
Claramente, la investigación para aclarar lo sucedido está intentando ser lo más exhaustiva posible. Para ello se busca cualquier dato o pista que pueda arrojar algo de luz sobre lo ocurrido aquella noche (sin ir más lejos, que el medidor de agua inteligente de Bates indique que esa noche utilizó casi 530 litros entre la una y las tres de la madrugada). Para el fiscal del caso, esto prueba que Bates limpió la sangre con una manguera tras asesinar a Collins.
Crédito: 기태 김 | Flickr.
Pero todo lo anterior pone también sobre la mesa una cuestión peliaguda, o más bien una serie de cuestiones. Por ejemplo, ¿hasta qué punto tiene Amazon algún tipo de responsabilidad en lo sucedido? La compañía, hasta la fecha, se ha negado a satisfacer las demandas de las autoridades. Pero, ¿debería poder? ¿O deberían los investigadores que intenten llegar al fondo de un asesinato tener derecho a acceder a toda la información, aunque esta se grabara en el Echo de Bates en un espacio privado como era su casa?
Un problema igual de incómodo se planteó este año cuando Apple se plantó ante el FBI y se negó a desbloquear el iPhone de Syed Farook, uno de los tiradores de San Bernardino (EEUU). Como escribió en estas páginas el profesor de la Universidad de Stanford (EEUU) Woodrow Hartzog, ya entonces era evidente que las turbias aguas legales en las que se vieron las caras Apple y el FBI pronto inundarían también el internet de las cosas:
Consideremos tecnologías de asistencia como Amazon Echo, diseñado para "estar siempre atento a escuchar" palabras como "Hola, Eco" pero que no procesa, almacena ni transmite totalmente lo que escucha hasta llegar a ser activado. Para fines policiales, la mayor parte de la información que escuchan los dispositivos resulta funcionalmente imposible de recuperar. ¿Significa esto que las autoridades legales deben considerar que Echo representa una tecnología a prueba de órdenes judiciales?
El auge de internet de las cosas está reduciendo el número de objetos "tontos" día tras día. El Gobierno de EEUU ha pedido nuevas leyes que obliguen a la retención de datos durante más de 10 años. ¿Han de diseñarse todas las tecnologías para asegurarse de que lo que escuchan sea almacenado y pueda ser accesible para las fuerzas del orden?
Hartzog decía que las autoridades no deberían poder obligar a las empresas de tecnología a quedarse con todos y cada uno de los datos que genera un usuario. Dejar que desaparezcan algunos, como por ejemplo los audios, no tiene por qué ser algo negativo.
Por supuesto, la otra cara del dilema es la que dibujan los argumentos de las autoridades implicadas en el caso del asesinato de Collins: es perfectamente posible que en los servidores de Amazon haya información que permita llevar a un criminal ante los tribunales. Si así fuera, los investigadores deberían poder acceder a ella.
Apple y el FBI llegaron a un punto muerto en su discusión sobre el iPhone de un terrorista muerto; no se alcanzó ninguna solución satisfactoria. Como ya se predijo, la muerte de Collins ha llevado traslada ahora el conflicto al ámbito del internet de las cosas. Cuanto más utilicemos esta tecnología, más a menudo escucharemos hablar de este tipo de problemas que se volverán más y más complicados hasta que las empresas y las autoridades se unan y se pongan de acuerdo en torno al camino a seguir al respecto.
(Para saber más: The Information, "Las críticas a los dispositivos innacesibles auguran un futuro hipercontrolado si no actuamos", "El asistente de Amazon derrotará a Siri detectando las emociones del usuario", "Las empresas privadas no deben decidir el límite mundial de la encriptación")