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Tecnología y Sociedad

Business Impact: La nube se hace fundamental

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El tratamiento de la computación como servicio, al igual que la electricidad, no es una idea nueva. Sin embargo, ahora tiene sentido financiero. Un cambio histórico que está transformando la industria de la TI.

  • por Simson L. Garfinkel | traducido por Francisco Reyes (Opinno)
  • 11 Octubre, 2011

Antes de Facebook y Google -incluso antes de Internet- los científicos del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts, EE.UU.) tuvieron una visión radical a la que llamaron computación como servicio.

"Puede que algún día la computación se organice como un servicio, al igual que el sistema telefónico", señaló el profesor John McCarthy en la celebración del centenario del MIT en 1961. "Cada abonado tendrá que pagar solo por la capacidad que realmente utilice, aunque tendrá acceso a todas las características de los lenguajes de programación en un sistema de grandes dimensiones... Determinados abonados podrían ofrecer servicio a otros abonados... La computación como servicio podría convertirse en la base de una industria nueva e importante".

Esas palabras proféticamente describen un fenómeno que está barriendo Internet hoy día: la computación en la nube. En lugar de comprar sus propios sistemas informáticos, las empresas, los particulares e incluso los Gobiernos pueden compartir tiempo en una infraestructura informática común, consistente en piezas intercambiables que ofrecen cómputo, almacenamiento de datos y comunicaciones. Si una pieza deja de funcionar correctamente o necesita una actualización, los programas y los datos se mueven automáticamente a otra. La seguridad multinivel evita que los usuarios interfieran unos con otros. Resulta más barato hacer funcionar este sistema que una gran cantidad de ordenadores individuales dispersos entre distintas empresas y organismos, ya que tanto el hardware como el personal administrativo se pueden utilizar de manera más eficiente.

Lo que ha cambiado desde la época de McCarthy es la llegada de sistemas de "virtualización" avanzada capaces de generar solo los recursos informáticos necesarios en un momento dado, dejando que regresen a un fondo general cuando no se necesitan. Esto permite a proveedores de servicios como Amazon ofrecer a sus clientes un modelo de facturación según el uso que se haga del servicio, y además hacerlo a gran escala. Las consecuencias de este cambio son de largo alcance: una de las más claras es que hoy día las empresas tienen poca necesidad de comprar un sistema informático distinto de PCs y ordenadores portátiles para los empleados. Tanto si necesitan un servidor de correo o un conjunto de ordenadores para un cluster de computación de alto rendimiento, las empresas casi siempre pueden ahorrar dinero y obtener un mejor rendimiento mediante la contratación de un servicio en la nube, en lugar de comprar el suyo propio. (Haz clic aquí para leer un artículo en el que definimos los términos clave dentro de la computación en la nube).

Consideremos los aspectos económicos de la gestión del correo electrónico en una empresa. Hoy día el coste de un servidor Dell de nivel de entrada para recibir, almacenar y dirigir los mensajes cuesta menos de 300 dólares (220 euros). Sin embargo, al añadir el software de Windows Server para ejecutar la máquina, un segundo disco duro para la redundancia, el Exchange Server 2010 de Microsoft para permitir que un administrador gestione el correo electrónico, y las licencias de los empleados a 35 dólares (25 euros) cada una, el precio sube a por lo menos 3.250 dólares (2.375 euros) para un departamento con 50 empleados. Como alternativa, podemos hacer que nuestros empleados usen el servicio en la nube Exchange Online de Microsoft, por un precio de 10 dólares (7 euros) por usuario al mes, con almacenamiento ilimitado. En la superficie, la factura anual de 6.000 dólares (4.385 euros) por el servicio en la nube no parece ser la mejor opción, pero hacer esto por nosotros mismos conlleva altos costes ocultos, desde contratar a alguien para administrar los servidores de correo electrónico, hasta mantenerse al día con las actualizaciones de seguridad o pagar las cuentas del aire acondicionado para la habitación de TI. El servicio en la nube hace copias de seguridad en múltiples lugares, y se conecta con los teléfonos móviles y las agendas de grupo. Lo más importante es que aprovecha el modelo de servicio que John McCarthy predijo en 1961: nos permite comprar solo lo que necesitamos. Microsoft tiene la suficiente capacidad para que podamos seguir añadiendo empleados tan pronto como queramos.

A pesar de estas ventajas, muchas empresas afirman estar evitando la nube porque tienen plena confianza en su seguridad y fiabilidad. Es cierto que Google ha sufrido algunos cortes en Google Docs, y que Amazon pasó por una vergonzosa situación en abril de 2011 cuando algunos clientes perdieron el servicio y sus datos. Sin embargo, las empresas que gestionan sus propios datos también pasan por tiempo de inactividad -por lo general más de unas cuantas horas cada año. Es más, Google y Amazon respondieron antes estos cortes como solo lo harían empresas que cotizan en bolsa: emitieron informes detallados sobre lo que pasó, describiendo la magnitud del problema y ​​lo que estaban haciendo para evitar que volviese a suceder. ¿Cuándo fue la última vez que recibimos un informe detallado de nuestro grupo de TI porque no fuimos capaces de leer nuestro correo electrónico?

El hecho es que muchas empresas no se sienten cómodas cediendo el control. En un estudio realizado en marzo entre administradores de TI, patrocinado por el vendedor de ordenadores CDW, un resultado curioso fue que la mayoría de los encuestados señaló que su forma preferida de utilizar la nube sería teniendo una privada. Las nubes privadas ofrecen lo mismo a los usuarios finales, pero son administradas por las propias empresas, no por un tercero como Amazon. No obstante, la construcción de una nube privada no es fácil. Las nubes privadas deben tener todas las capacidades de los sistemas en la nube -una infraestructura de computación virtual, centros de datos con refrigeración y suministro eléctrico redundante, copias de seguridad fuera de las instalaciones, etc- aunque los costes son asumidos por una sola organización, sin el mejor beneficio de la nube: el precio de un servicio. Tal y como señala CDW en su análisis, hacer funcionar una nube privada significa esencialmente "convertirse en un proveedor de alojamiento en la nube", excepto que nunca se recuperan los costes mediante la venta del producto. Las nubes privadas podrían tener sentido solo para organizaciones con cientos de miles de empleados, o datos que sean tan sensibles -como por ejemplo información militar o de transacciones financieras de un banco suizo- que nunca puedan permitirse en un ambiente público dentro de Internet.

Una de las pocas áreas donde las ofertas basadas en la nube no son muy superiores a los sistemas que sustituyen son las aplicaciones de productividad de escritorio -procesador de textos, hojas de cálculo, software para presentaciones y calendarios. Es cierto que Google y Microsoft ofrecen aplicaciones de oficina basadas en la nube. Sin embargo, las versiones de escritorio siguen siendo más rápidas, más flexibles y fáciles de usar. Es más, podemos colocar una cantidad de documentos equivalente a 10 años en nuestro ordenador portátil y editarlos a lo largo de un crucero, en un avión o en una de las cafeterías que aún no tienen una conexión a Internet decente. Sin embargo, puesto que los ordenadores portátiles se pierden, son robados y se caen dentro de piscinas, hay que asegurarse de cifrar los archivos -y probablemente hacer una copia de seguridad en la nube.

Los hechos son muy simples: a pesar de que esencialmente todas las organizaciones en Internet utilizan algún tipo de servicio basado ​​en la nube, deberían usar más. El factor económico relacionado con la escala es cada vez más impresionante. Quien quiera ir a comprar un grupo de servidores, probablemente no ha hecho bien sus cálculos.

Simson L. Garfinkel es autor e investigador en Arlington, Virginia, centrado en temas tales como la informática forense y la privacidad. Es editor colaborador de Technology Review.

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