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Cambio Climático

Algunos cultivos modificados están en el mismo bando que sus detractores

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Los cultivos que sirven a causas humanitarias podrían suavizar la oposición a la modificación genética, explica Mark Lynas

  • por Mark Lynas | traducido por Lía Moya
  • 19 Diciembre, 2013


Mark Lynas

Como antiguo activista en contra de los organismos genéticamente modificados (OGM), tengo amarga experiencia del desagradablemente polarizado debate sobre los méritos de este tipo de organismos. Pero esa experiencia me permite ver cómo podemos responder a los temores de la gente sin prohibir una tecnología de vital importancia.

La falta de posiciones comunes en este debate no significa que cada lado tiene el mismo derecho a la verdad. El consenso científico generalizado, como defienden la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, la Organización Mundial de la Salud y muchos otros cuerpos expertos, es que los cultivos transgénicos son tan seguros como los no modificados.

Pero el consenso científico sobre la seguridad de los transgénicos tiene poco efecto sobre los activistas en contra de los OGM. Choca frontalmente en con su idea del mundo y son incapaces de aceptarlo simplemente desde un punto de vista psicológico. Los OGM encierran todos los temores de los activistas sobre la arrogancia de la tecnología, la producción industrial de alimentos y el poder económico de las multinacionales.

Una forma de avanzar es demostrar que los OGM se pueden utilizar para promover explícitamente los valores y objetivos políticos que motivan a sus detractores (ver "Por qué necesitaremos alimentos modificados genéticamente"). Estos cultivos pueden reducir el uso de productos químicos agrícolas perjudiciales para el medioambiente, y varios ya han sido usado por organizaciones del sector público preocupadas por la seguridad alimentaria, la reducción de la pobreza y la sostenibilidad.

Un ejemplo es una variedad de berenjena genéticamente modificada conocida como Bt brinjal, aprobada recientemente por el gobierno de Bangladesh. Este cultivo lo ha desarrollado una asociación internacional de universidades e instituciones del sector público, dirigida por la Universidad de Cornell en EEUU (donde soy profesor visitante y trabajo en el proyecto) y el Instituto de Investigación Agrícola de Bangladesh. El cultivo modificado es resistente a un tipo de oruga llamada agujereadora de fruta y tallos (Leucinodes orbonalis), que destruye hasta la mitad de la cosecha de berenjenas de Bangladesh. Elimina la necesidad de pulverizar las cosechas con pesticidas que exponen a granjeros y consumidores a residuos cancerígenos. Exhaustivos ensayos científicos han demostrado que el cultivo es seguro para el consumo humano y se animará a los granjeros a que guarden semillas de un año para otro.

El arroz dorado, modificado genéticamente para producir betacaroteno, es otro ejemplo de cómo los OGM pueden servir a los valores que defienden sus detractores. Se desarrolló para reducir la deficiencia de vitamina A, que se calcula provoca dos millones de muertes anuales, principalmente en niños. El arroz dorado es propiedad de una junta humanitaria independiente, no una multinacional. De nuevo, se espera que los granjeros guarden parte de la cosecha, algo clave si se quiere que el proyecto tenga éxito a la hora de reducir las tasas de malnutrición.

Ambos proyectos se han visto retrasados por la oposición de Greenpeace y otros grupos anti OGM, que han recurrido a los tribunales e incluso arrasado algunos cultivos. Pero son un modelo de cómo podría comunicarse el mensaje de que esta tecnología se puede usar para objetivos humanitarios beneficiosos para el medioambiente y que no hay por qué odiarlos universalmente.

Mark Lynas escribe sobre temas medioambientales y es profesor visitante en la Facultad de Agricultura y Ciencias Biológicas de la Universidad de Cornell.

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