Las jóvenes estrellas dominan los titulares de tecnología. Sin embargo, fuera de Internet, una investigación muestra que la edad de los innovadores sube a medida que aumenta la complejidad.
Los capitalistas de riesgo en Silicon Valley (EE.UU.) prefieren financiar a los jóvenes, al próximo Mark Zuckerberg. ¿Por qué? El mantra que todo el mundo repite es que si tienes más de 35 años eres demasiado mayor para innovar. De hecho, existe un perfil evolutivo del emprendedor 'perfecto': lo suficientemente inteligente como para entrar en Harvard o Stanford y también con la experiencia suficiente para abandonar los estudios. Algunos personajes prominentes están incluso animando a los jóvenes con talento a no ir a la universidad, supuestamente para que no pierdan su 'juventud' estudiando.
Hasta cierto punto, el culto que Silicon Valley ha construido en torno a los jóvenes tiene sentido, especialmente en Internet y en la tecnología móvil. Los jóvenes poseen una gran ventaja porque no arrastran el peso del pasado. Los trabajadores tecnológicos de más edad son expertos en la construcción y mantenimiento de sistemas en lenguajes de programación y arquitecturas antiguos. Ganan salarios mucho más altos. ¿Por qué iban los empresarios a pagar 150.000 dólares (115.000 euros) a un trabajador con 20 años de experiencia irrelevante cuando pueden contratar a un recién graduado de la universidad por 60.000 (45.000 euros)? Después de todo, este último puede aportar nuevas ideas y no tiene que irse a casa temprano para atender a su familia.
Han crecido en una época en la que el mundo entero estaba empezando a conectarse. Para ellos, el mundo es una gigantesca red social en la que pueden jugar o trabajar con cualquier persona en cualquier lugar. Este no es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos. Los niños en Egipto y China tienen tantos conocimientos de Internet como los estadounidenses. Con una mejor y más oportuna información a su alcance de la que ha poseído cualquier otra generación a lo largo de la historia, los niños del mundo pueden superar los miedos y prejuicios de sus padres. Es por eso que la juventud en el Medio Oriente fomenta revoluciones y los chinos están cada vez más inquietos. Un ingrediente clave en la innovación es la capacidad de desafiar a la autoridad y romper las reglas, una pasión que Internet está desencadenando entre una nueva generación de jóvenes de todo el mundo.
Los jóvenes comprenden los límites de Internet, pero no conocen sus propios límites. Esto está demostrando ser una poderosa combinación. Como no saben qué es imposible, los nuevos Zuckerbergs pueden idear soluciones nuevas a problemas viejos. Por eso llevan la delantera a la hora de crear empresas innovadoras de tecnología móvil e Internet.
Sin embargo, las grandes ideas por sí mismas no conducen a tecnologías de vanguardia o a empresas de éxito. Ideas hay muchas, pero el valor proviene de la traducción de dichas ideas a invenciones, y de las invenciones a empresas de éxito. Para llevarlo a cabo, hay que colaborar con otros, obtener financiación, entender los mercados, los precios de los productos, desarrollar canales de distribución y lidiar con el rechazo y el fracaso. En otras palabras, se necesitan habilidades empresariales y de gestión, además de madurez. Y eso es algo que viene con la educación, la experiencia y la edad.
De hecho, la investigación realizada por mi equipo reveló que la edad promedio de los fundadores de empresas exitosas de tecnología en EE.UU. (con una facturación real) es de 39 años. Encontramos el doble de fundadores de éxito entre los mayores de 50 años que menores de 25, y el doble de mayores de 60 años que menores de 20. Así que todo el mundo tiene oportunidad de lograr el éxito, pero la edad ofrece una clara ventaja.
Por tanto, ¿se equivocan los capitalistas de riesgo a la hora de ofrecer financiación a empresas cuyos directores generales tienen aún cara de niño? Quizá una respuesta esté en los resultados de un estudio realizado por la Fundación Kauffman. Observó que durante el período en que la financiación a jóvenes emprendedores de tecnología se convirtió en la norma, de 1997 a 2007, la industria creció de manera espectacular. Sin embargo, los retornos de la inversión se estancaron, y más tarde disminuyeron abruptamente. A lo largo de esos diez años, la rentabilidad de la industria del capital de riesgo quedó un 10 por ciento por detrás en comparación con la rentabilidad del Índice Russell 2000 de pequeña capitalización.
Cuando hablas con emprendedores en la India, Irlanda, Brasil y otras partes del mundo, descubres que la dinámica de juego es muy parecida. Los jóvenes tienen las ideas extravagantes, pero es la gente más mayor la que consigue el éxito. En todos estos países, la iniciativa empresarial joven va en aumento. Y al igual que en Estados Unidos, la mayoría de estos negocios fracasan. No pasa nada cuando puedes aprender de tus errores y empezar de nuevo, una y otra vez. Esta ha sido la ventaja proporcionada por Silicon Valley: acepta el fracaso y alienta a los empresarios a seguir intentándolo. Eso no ha ocurrido en otras partes del país y del mundo. En la mayoría de lugares, si fracasas no tienes una segunda oportunidad. Pero las culturas están cambiando. Están comenzando a aceptar el fracaso. Así que los emprendedores de todo el mundo lo intentan una y otra vez. En el proceso, crecen en edad e inteligencia y, finalmente, alcanzan el éxito.
Incluso China está cada vez más abierta a la iniciativa empresarial, aunque en ese país existe un abismo entre viejos y jóvenes. A pesar de los miles de millones de euros que el Gobierno de China está invirtiendo en investigación, no se produce prácticamente ninguna innovación en sus laboratorios: en ellos trabaja una generación que alcanzó la mayoría de edad en los días de la Revolución Cultural, cuando desafiar a la autoridad era una ofensa capital. Pero si te mezclas con los jóvenes en las universidades o cibercafés, descubres la misma capacidad de innovación que se ve en Silicon Valley.
La mayor parte de lo que he expuesto anteriormente ocurre en el mundo de la informática. Sin embargo, vivimos en una era de tecnologías en expansión exponencial. La Ley de Moore hace una descripción de los avances en potencia de cálculo. Hoy día existen otros campos dentro de la ciencia y la ingeniería que avanzan con la misma rapidez, como por ejemplo la robótica, la biología sintética, la medicina y los nanomateriales. El genoma humano, por ejemplo, fue secuenciado por primera vez hace una década y costó más de 1.000 millones de dólares (750 millones de euros), mientras que hoy día hacer lo mismo cuesta 1.000 (750 euros). En conjunto, todos estos avances están permitiendo hacer frente a muchos de los grandes desafíos de la humanidad: asegurarse de que todos recibimos una educación adecuada, agua, alimentos, vivienda, salud y seguridad. Los emprendedores pueden hacer hoy día lo que solo los Gobiernos y grandes corporaciones eran capaces de hacer antes.
No obstante, comprender estas tecnologías diversas no es dominio exclusivo de los jóvenes. A pesar de que los 'desertores' de la universidad puedan saberlo todo acerca de los medios sociales, es muy poco probable que entiendan las complejidades de la nanotecnología y la inteligencia artificial como las entienden los más mayores. Se trata de tecnologías complejas que requieren no solo una educación sólida, sino también la capacidad de trabajar a través de distintas áreas y colaborar con compañeros intelectuales de distintas disciplinas dentro de la ciencia y la ingeniería.
Teniendo en cuenta todas las nuevas complejidades en las ciencias, no es de extrañar que los innovadores se estén haciendo mayores.
Benjamin F. Jones, economista de la Kellogg School of Management (EE.UU.) hizo un análisis de los antecedentes de los ganadores del Premio Nobel y otros grandes inventores del siglo XX. Descubrió que la edad media a la que hicieron sus grandes innovaciones fue a los 39 años. La mayor masa de grandes avances, el 72 por ciento, se produjo en la franja de los 30 y los 40, y solo el 7 por ciento llegó antes de la edad de 26 años. Es más, Jones encontró que la edad a la que se producen los mayores logros está aumentando: casi seis años durante el último siglo. Este efecto se debió a una reducción de las tasas de invención a edades más tempranas. La explicación es probablemente simple: la gente pasa más tiempo formándose como requisito previo para contribuir a campos complejos.
La realidad es que no existe un requisito de edad para la innovación. Tanto los jóvenes como los mayores pueden innovar. Los jóvenes dominan la nueva era del desarrollo de software, y dicho software será una fuerza clave que impulse la convergencia de otras tecnologías que se están expandiendo de manera exponencial. Así que necesitamos, y mucho, a nuestros jóvenes. Y necesitamos a nuestros emprendedores de mayor edad para desarrollar soluciones interdisciplinarias que resuelvan los grandes retos de la humanidad.
Vivek Wadhwa es vicepresidente de estudios académicos e innovación en la Singularity University, y está afiliado a Duke, Stanford y Emory. Tiene 54 años.