El nuevo dispositivo podría ayudar a los cuidadores a anticipar las crisis en los niños autistas
Cuando los niños autistas se estresan, a menudo no lo muestran. En cambio su tensión puede acumularse hasta que que sufren una crisis, lo cual puede resultar en la agresión hacia los demás e incluso lesiones a sí mismos. Estas crisis pueden resultar difíciles de anticipar por sus cuidadores o maestros, puesto que los niños autistas a menudo no entienden o no expresan sus emociones.
Un nuevo dispositivo desarrollado por Affectiva, con sede en Waltham, Massachusetts, detecta y registra las señales fisiológicas de estrés y entusiasmo mediante la medición de ligeros cambios eléctricos en la piel. Aunque los investigadores, médicos y psicólogos han utilizado durante mucho tiempo esta medida--llamada conductividad de la piel--en el entorno de los laboratorios o las clínicas, el Q sensor de Affectiva está integrado en una pulsera y permite a las personas hacer un seguimiento del estrés durante las actividades diarias. El Q Sensor almacena o transmite los niveles de estrés de un portador a lo largo del día, dando a los médicos, cuidadores y propios pacientes una nueva herramienta para la observación de sus reacciones. Esos datos podrían brindar una forma objetiva de ver y comunicar qué podría ser la causa de estrés para una persona, señala Rosalind Picard, directora del Grupo de Investigación en Computación Afectiva del MIT y co-fundadora de Affectiva. Ella presentó este sensor el mes pasado en la Cumbre sobre el Futuro de la Tecnología de la Salud 2010 que tuvo lugar en Cambridge, Massachusetts.
"Ésta ciertamente suena como una tecnología interesante", indica la especialista en autismo Helen Tager-Flusberg, directora del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva del Desarrollo de la Universidad de Boston. Ella señala que los sensores requerirán datos rigorosos que demuestren su veracidad, pero "la promesa de nuevas tecnologías como ésta, podría realmente mejorar nuestra eficacia para trabajar con personas con autismo en su vida diaria.
"Cuando una persona--autista o no--experiencia estrés o entra en modo "huida o lucha", se acumula humedad bajo la piel (lo que a menudo conduce a la sudoración) como respuesta del sistema nervioso simpático. Este aumento de la humedad hace que la piel sea más conductora de la electricidad. Los sensores de conductividad de la piel envían un pequeño impulso eléctrico a un punto de la piel y miden la fuerza de la señal en otro punto de ésta para detectar su conductividad.
"Cuando observamos esta respuesta de huir o luchar, no nos indica definitivamente que se trata de estrés, sólo que algo ha cambiado", afirma Picard. "¿Están emocionados, sufriendo, o estresados por un sonido o una persona en la habitación? No se corresponde perfectamente al estrés ya que también puede darse por la anticipación y la emoción, pero cuando se observa el cambio, se sabe que algo está pasando y se puede buscar la causa. " Ella añade que el tener pistas sobre los niveles de estrés de una persona, que de otro modo podrían no ser detectables, podría ofrecer a los médicos y los investigadores una mejor comprensión sobre las conductas dañinas causadas por el autismo, tales como golpearse la cabeza--y, posiblemente, una manera de anticiparlas. Los médicos pueden tratar de identificar y bloquear las fuentes de estrés y aprender qué actividades les restauran la calma.
"He estado haciendo esto durante 25 años, y es una de las cosas más emocionantes que he visto," afirma Kathy Roberts, fundadora y directora ejecutiva de Giant Steps School, un instituto en Fairfield, Connecticut, para niños con autismo, muchos de los cuales son no verbales y usan tecnologías de asistencia, como la pantalla táctil del iPad, para comunicarse. La escuela ha estado usando los Q Sensors durante unos seis meses para que los terapeutas puedan observar qué actividades--tales como técnicas de relajación, ejercicios de respiración--afectan el bienestar de los estudiantes. Aparte de tener dificultad para comunicarse, muchos de los estudiantes tienen problemas para entender sus propios sentimientos. "Muchas veces los estudiantes realmente no pueden describirnos su estado interno en lo más mínimo. Lo que estos sensores nos permiten hacer es tener una información directa que nos permite ver este estado interno de una manera muy concreta", explica Roberts. Ella añade que el Q Sensor es mucho más fácil y menos molesto de usar para los estudiantes con autismo que estar sentados en un monitor para el biofeedback, un método tradicional para el análisis de los estados emocionales. Roberts cree que los sensores tienen el potencial para descubrir más sobre el sueño--algo con lo que muchos niños autistas tienen problemas--e incluso podría permitir detectar con antelación las crisis convulsivas.
La versión beta del dispositivos estará disponible para investigadores y educadores en noviembre por aproximadamente 2.000 dólares, indica Picard. Ella advierte que la mayor conductividad de la piel no es una medida absoluta del estrés, porque también aparece frente a la emoción y la angustia. Picard afirma que la información debe ser evaluada en su contexto. Además, los niveles de estrés pueden ser difíciles de detectar con precisión cuando el usuario está tomando medicamentos o sufre de un déficit de atención con hiperactividad o de un trastorno por déficit de atención.
El Q Sensor puede se puede llevar en forma de pulsera de un módulo más pequeño que puede se colocado debajo de una gorra de béisbol o de una sudadera para que sea más discreto. Una vez realizadas las pruebas de campo, la empresa de Picard lo diseñó para niños: el sensor en sí--que es plano y mide un poco menos de cuatro por cuatro centímetros--puede ser limpiado, y la propia pulsera puede ir a la lavadora. El dispositivo también tiene un sensor de temperatura para ayudar a corregir los errores: permite determinar, por ejemplo, cuando un usuario ha entrado en una habitación caliente en lugar de tener una reacción emocional. También tiene un reloj, una batería recargable que dura un día, un botón externo que permite a una persona poner un marcador de evento en los datos, y un sensor de movimiento que registra el movimiento en tres direcciones. (Es capaz de distinguir, por ejemplo, cuando se está sentado o cayendo en picado por una montaña rusa.) Para descargar los datos, un cuidador o el mismo usuario pueden conectar el sensor a un PC o Mac a través de un puerto USB y utilizar el software para ver, comparar, y anotar los datos con descripciones de los acontecimientos durante los períodos de bajo y alto estrés.
Aunque Picard se ha centrado principalmente en el uso del sensor en niños autistas, un equipo del Hospital de Niños de Boston está usando el Q Sensor en pacientes epilépticos con el fin de entender mejor las causas de las convulsiones. También hay un grupo de investigación en el Massachusetts General Hospital que tiene planeado colocar los sensores en bebés para controlar el crecimiento normal del sistema nervioso autónomo.
Monica Werner, directora del Programa Modelo de Asperger de la Ivymount School, en Rockville, Maryland, para niños con dificultades de aprendizaje y autismo, planea usar el Q Sensor para ayudar a los estudiantes de segundo a décimo curso a aprender a moderar sus emociones. Ella espera que pueda dar lugar a métodos más sutiles para reducir el estrés de un niño, puesto que algunos tipos de intervención pueden agravar su ansiedad.
"La belleza de esto es que se trata de una manera mucho menos intensa socialmente de proporcionar información e intervención", afirma Werner. El programa juntará la información del sensor con una aplicación del iPod Touch que permite a los estudiantes informar sobre cómo se sienten durante una clase. Al final del día, los maestros discutirán los informes y los datos fisiológicos de los estudiantes con éstos para averiguar qué salió mal y cómo resolver mejor los problemas. Finalmente, se espera hacer uso de lo que ella llama "el Santo Grial": información en tiempo real, que Affectiva tiene planeado de introducir en una versión posterior del dispositivo.
"Es importante para aquellos de nosotros que somos terapeutas y maestros", destaca Werner, "saber cuando tenemos que intervenir."