Cambio Climático
"La ciudad del mañana no será muy diferente de la actual, lo que cambiará será la forma de experimentarla"
El director del MIT Senseable City Lab, Carlo Ratti, explora el impacto de los datos y las nuevas tecnologías en la forma y gestión de las urbes para que se adapten al ciudadano y no al revés
Foto: El arquitecto e investigador director del MIT Senseable City Lab, Carlo Ratti. Crédito: Daniele Ratti.
El deseo, el amor y la muerte eran algunos de los conceptos que inspiraron las urbes descritas en Las ciudades invisibles (1972) del escritor italiano Italo Calvino. En el mundo real, el director del MIT Senseable City Lab, Carlo Ratti, también imagina ciudades desde 2004, pero sus musas son los datos y las redes digitales. Por eso, explica, sus ciudades "contestan y hablan" sobre lo que les pasa, lo que permite actuar sobre ellas en tiempo real.
Doctor en Arquitectura por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), Ratti prefiere hablar de ciudades "sensitivas" más que de "inteligentes", en las que lo digital está cada vez más integrado en el hormigón, el acero y el cristal. Por eso, a caballo entre el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT, EEUU) y su estudio de arquitectura en Turín (Italia), explora cómo fomentar la sinergia de lo físico con lo invisible a través de proyectos que, por ejemplo, buscan convertir los vehículos privados en plataformas móviles de sensores, medir la contaminación atmosférica a través del móvil, y explorar lo que llaman el supermercado del futuro. De todo ello habla, vía correo electrónico, con MIT Technology Review en español.
Una de las ideas centrales del concepto de ciudades sensitivas es que la urbe "responde y habla". ¿A qué se refiere exactamente?
Lo que está sucediendo en las ciudades es la manifestación de una tendencia tecnológica más amplia: internet está penetrando en los espacios en los que vivimos, se está convirtiendo en lo que llaman internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés). Nuestras ciudades están siendo inundadas de sensores y redes digitales. Podemos recopilar información en tiempo real y reaccionar, esa es una ciudad que "contesta y habla".
Una ciudad capaz de comunicarse a través de datos también puede estar dominada por la vigilancia y el control. ¿Deberíamos preocuparnos?
Sí. Pero no por lo que ocurre en las ciudades, sino por lo que sucede en nuestros bolsillos, en nuestros teléfonos inteligentes. La mayor parte de nuestra actividad diaria se registra y almacena en algún lugar en la nube. Se trata de un gran cambio desde el punto de vista de la privacidad, y todavía no somos conscientes de su verdadero alcance.
También es bastante preocupante que quizá nos estemos acercando a la situación descrita en Memoria del mundo, escrito mucho antes de la revolución digital. En él, Italo Calvino describe una sociedad distópica en la que cada detalle y momento queda grabado para la posteridad. ¿Quién controla los datos? ¿Cómo solucionar la asimetría en su acceso? ¿Cómo evitar su monopolio? Este tipo de preguntas están más vigentes que nunca.
Además del monopolio y la falta de control, también hay que asegurar los datos contra hackers y otras amenazas.
El asunto con los hackers es diferente al de la privacidad, y puede que incluso más importante. El hackeo no es nada nuevo, va de la mano de la aparición de las telecomunicaciones. Lo que ha cambiado es que ahora, en la era del IoT, los ataques informáticos pueden tener consecuencias devastadoras en el mundo físico.
Una sorprendente solución para este problema consiste en adoptar el hackeo de forma masiva. Familiarizarse con las herramientas y los métodos hackers proporciona una gran ventaja a la hora de diagnosticar la fortaleza de los sistemas actuales, también a la hora de diseñar nuevas formas de seguridad más efectivas. Es lo que se conoce como "hackeo de sombrero blanco".
Foto: Algunos de los proyectos del estudio de Ratti exploran cómo obtener energía a partir del propio movimiento de los ciudadanos, como esta embarcación en el río Sena, en París (Francia). Crédito: Carlo Ratti Associati.
Se prevé que la inteligencia artificial transforme un gran número de industrias y sectores. ¿Cuáles serán las innovaciones en el ámbito urbano?
Con suerte, en la ciudad del futuro los robots trabajarán por nosotros y podremos disfrutar más de la vida. Sin embargo, hay dos palabras claves: transición y redistribución. Transición: tenemos que aprender a gestionar la revolución tecnológica para que no nos supere. Esto implica dos cosas: ayudar a las personas que pierdan su trabajo para que encuentren otro pronto, y formar a las nuevas generaciones para que estén listas para las profesiones del mañana.
Redistribución: resulta imperativo ponerse de acuerdo en quién se beneficiará del nuevo orden. ¿Serán los inversores? ¿O serán las personas expulsadas del mercado de trabajo? Una posible solución es que los robots paguen impuestos. No es una broma. Se trata de tasar el capital tecnológico y transferir ese ingreso a las personas que han perdido su trabajo. El Parlamento Europeo rechazó una propuesta muy parecida a esta el pasado 16 de febrero, a pesar de que unos pocos días después Bill Gates apareció como un influyente e inesperado apoyo.
En cierto modo, y gracias a los datos, se están construyendo segundas ciudades invisibles detrás de las físicas.
El informático visionario de finales del siglo XX Mark Weiser bautizó este fenómeno como "computación ubicua". En ese contexto, la tecnología está por todo nuestro alrededor e incluso "hunde sus raíces en nuestras vidas". Esta "ciudad invisible" está creciendo al mismo tiempo que la física, se mezcla con ella y crea algo nuevo.
Los datos marcan pautas de actuación sobre el entorno construido. Pero, ¿cómo pueden aprovecharse para crear ciudades desde cero?
Existen varios ejemplos de ciudades construidas desde cero. Piensa en Songdo (Corea del Sur) o Masdar (Emiratos Árabes Unidos). Son flamantes ciudades inteligentes a estrenar que no existían hasta hace unos años. Todas intentan convertirse en living labs [labotarorios vivientes] en los que testar nuevas tecnologías a escala urbana, para borrar la frontera entre los bits y los átomos, entre el hábitat y la telemetría.
Sinceramente, no soy un gran seguidor de este tipo de iniciativas. Suelen eliminar esa parte de imprevisibilidad que hace que las ciudades reales sean tan atractivas. No obstante, también hay datos que pueden ayudar durante el proceso de construcción al facilitar bucles de detección-reacción continuos.
Foto: La integración de lo digital con lo físico también ocurre en espacios concretos de la ciudad. Crédito: Carlo Ratti Associati.
La mayor parte de las propuestas del Senseable City Lab pretende empoderar las ciudades de abajo arriba. Sin embargo, los sensores y herramientas necesarios suelen ser propiedad de empresas privadas. ¿Cómo se puede equilibrar?
Necesitamos que los datos sean cada vez más accesibles a los ciudadanos. Vivimos una asimetría en la que un puñado de compañías e instituciones públicas saben mucho sobre nosotros, mientras que nosotros apenas sabemos sobre ellas. Lo que se necesita es un "contrato de datos" más transparente y flexible, uno que conecte a individuos, compañías y gobiernos en torno a un conjunto de principios compartidos.
La arquitectura juega un papel fundamental en cómo se crea la ciudad. ¿Cree que esta rama está aprovechando los últimos avances tecnológicos?
Creo que hoy más que nunca los arquitectos se enfrentan a una decisión fundamental. Como dijo el gran diseñador e inventor americano Richard Buckminster Fuller: utopía u olvido. Olvido si los arquitectos no son capaces de estar a la altura del desafío que suponen los cambios actuales. Utopía si logran convertirse en los creadores de la transformación del "mundo digital", algo que empieza en las ciudades. En relación con el IoT, los arquitectos pueden estimular (sin imponer) las líneas del desarrollo a lo largo de las cuales evoluciona nuestro entorno.
Creo que el entorno construido es cada vez menos estático y más sensitivo. La arquitectura a menudo se describe como una especie de "tercera piel", además de la biológica y la ropa. Sin embargo, durante demasiado tiempo ha funcionado más como un corsé: una adición rígida e intransigente con nuestro cuerpo. Las nuevas tecnologías digitales y la inteligencia distribuida pueden transformarla y dar forma a un entorno infinitamente reconfigurable. En el futuro, podemos imaginar una arquitectura que se adapte a las necesidades humanas, y no al revés; un espacio vivo y adaptable, moldeado según las necesidades, naturaleza y deseos de sus habitantes.
Las ciudades del futuro se abordan desde muchas perspectivas, pero, en su opinión, ¿qué aspecto cree que tendrán?
Desde el punto de vista arquitectónico, no creo que la ciudad del mañana sea muy diferente de la actual, del mismo modo que la urbs romana no era tan diferente de la ciudad que conocemos hoy. Siempre necesitaremos pisos horizontales para vivir, paredes verticales para separar espacios y recintos exteriores para protegernos. Lo que cambiará será nuestra manera de experimentar la ciudad, la convergencia del mundo físico y digital. ¡Va a ser emocionante!