La clave de muchos chistes están en la combinación de significados distintos en una misma frase, así que una investigación plantea que se puede modelar el humor con mecanismos cuánticos
Foto: "Time flies like an arrow; fruit flies like bananas (El tiempo vuela como una flecha y a las moscas de la fruta le gustan los plátanos)".
Para los psicólogos angloparlantes que estudian el humor, la frase de este pie de foto es un clásico, ya que representa a la perfección la ambigüedad del lenguaje de la que se aprovecha el humor. En este caso, las palabras "flies" y "like" tienen dos acepciones distintas (vuela y mosca, y como y gustan; respectivamente) que entran en conflicto en la mente del lector. La forma en la que nuestro cerebro resuelve este conflicto es la clave del humor, según los teóricos.
El humor resalta la velocidad y la flexibilidad de la cognición humana en su versión más impresionante. Así que poder reproducir este comportamiento en máquinas capaces de apreciar el humor y provocar risas resultaría enormemente útil.
Psicólogos e informáticos estarían encantados de entender y reproducir los procesos cognitivos responsables del humor. Desafortunadamente, este campo ha avanzado muy despacio hasta ahora, en parte por lo complicado que resulta crear modelos de este conflicto cognitivo.
Pero esto acaba de cambiar, un poco al menos, gracias al trabajo de las investigadoras de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) y de la Universidad de Tecnología de Queensland (Australia) Liane Gabora y Kirsty Kitto. Las expertas han generado un nuevo modelo del humor basado en fórmulas matemáticas de la teoría cuántica. Después, lo han aplicado a juegos de palabras basados en verbos y viñetas.
El problema básico de crear un modelo del humor es cómo se representa un chiste en el momento que es entendido. Resulta difícil porque requiere la capacidad de lidiar con dos o más interpretaciones contradictorias al mismo tiempo.
En el juego de palabras del principio de este artículo, el cerebro primero asimila la frase inicial "time flies like an arrow" (el tiempo vuela como una flecha), en la que "flies" es un verbo que significa "viajar por el aire". Después asimila el golpe del chiste "fruit flies like bananas" (a las moscas de la fruta les gustan los plátanos) en el que "flies" es un sustantivo que describe un insecto volador.
Por separado, estas frases no son demasiado graciosas. El humor emerge cuando el significado de la primera frase entra en conflicto con el de la segunda. Este conflicto requiere que el cerebro contemple ambos significados al mismo tiempo.
Gabora y Kitto afirman que el proceso de contemplar dos ideas simultáneamente dentro de nuestros cerebros es análogo al proceso de la superposición cuántica, un extraño fenómeno en el que un único objeto puede existir en dos sitios al mismo tiempo. La posición del objeto sólo adquiere una única posición cuando se mide y la superposición colapsa.
De forma similar, el cerebro contempla dos significados al mismo tiempo y el proceso de entender un chiste resuelve este conflicto cuando el cerebro se decide por uno u otro. La idea de Gabora y Kitto es que las matemáticas asociadas a la superposición cuántica también puede modelar este tipo de pensamiento dual.
No sugieren que el cerebro dependa de procesos cuánticos, sino que el formalismo cuántico puede ser utilizado para modelarlo. "El enfoque cuántico permite representar el proceso de 'pillar un chiste' de forma natural", escriben.
Una parte crucial de esto es el contexto del chiste. El humor está altamente relacionado con el contexto. Un mismo chiste puede resultar gracioso o no en función de factores como cómo se cuenta, las circunstancias personales del oyente y muchos factores más. En teoría, el formalismo cuántico permite tener todos estos elementos en cuenta, ya que la probabilidad de que al oyente le haga gracia un chiste puede depender del contexto.
Pero, ¿qué pruebas hay de que el enfoque cuántico funcione? Gabora y Kitto señalan una teoría clásica de la probabilidad, que predice que la gracia de un chiste debería equivaler a la suma de la gracia de cada una de sus posibles interpretaciones. Las investigadoras defienden que cualquier desviación de esta predicción sugiere que el pensamiento cuántico es un enfoque mejor.
Para averiguarlo, Gabora y Kitto recopilaron valoraciones de la gente sobre distintos chistes, variaciones de ellos y alteraciones de la frase final o la inicial. Pidieron que 85 alumnos universitarios rellenaran una encuesta en la que debían de calificar la gracia de las frases en una escala de 1 al 5 (siendo 5 la puntuación máxima).
Resulta que la gracia total no equivale la suma de la de todas las interpretaciones. Pero, ¿por qué no? Una posibilidad es que el humor no sigue un modelo clásico, y otra es que existe algún problema con el propio experimento.
Gabora y Kitto prefieren la primera explicación, y van más allá aún. Afirman, con optimismo, que su investigación demuestra su propia teoría. Las investigadoras detallan: "Tenemos pruebas preliminares de que tal vez el humor debería ser tratado con un modelo inspirado por la teoría cuántica".
Otros podrían no ser tan generosos. El hecho de que sus datos no concuerden con las predicciones de la teoría clásica no representa una prueba de que la teoría cuántica vaya a lograr mejores resultados.
Es más probable que el resultado sea un reflejo de las carencias del propio método experimental. De hecho, Gabora y Kitto reconocen alegremente que su experimento realmente no mide la gracia de todas las interpretaciones posibles en cada contexto. Así que realmente no sorprende que las cifras no cuadren.
El problema, claro está, es que no existe ninguna manera conocida de medir la gracia de todas las interpretaciones. Y allí reside al menos parte del reto.
De momento, parece que los cimientos del humor seguirán siendo un misterio para los investigadores durante bastante tiempo.
Pero mientras que la teoría cuántica no puede modelar el humor, al menos sí puede provocar alguna que otra sonrisa.
Pregunta: ¿Por qué los elefantes no usan ordenadores?
Respuesta: Porque les asusta el ratón.
Ref: arxiv.org/abs/1703.04647: Towards a Quantum Theory of Humour