Cada paso bombea el fluido hacia unas bacterias que al consumirlo generan la energía suficiente para enviar un mensaje de auxilio
Por una vez, tener los calcetines llenos de orina y bacterias es algo bueno. Unos generadores, con aspecto de calcetín, diseñados por el equipo del profesor de robótica Ioannis Ieropoulos de la Universidad del Oeste de Inglaterra en Bristol (Reino Unido), pueden convertir los desechos humanos y la locomoción en energía con la ayuda de unos microbios.
James Urquhart, redactor de la revista New Scientist, describe el proyecto así:
"Andar con los calcetines obliga a que la orina (aproximadamente 648 mililitros, más o menos la cantidad que puede retener la vejiga media) circule por unos tubos integrados hacia unas celdas de combustible biológico (CCB) que contienen una bacteria que se alimenta de los nutrientes y genera electricidad".
Según el equipo de Ieropoulous, es la primera vez que se combinan las CCB con una tecnología portable. De hecho, los calcetines generaron suficiente electricidad para alimentar un transmisor inalámbrico especial que enviaba el mensaje "La primera CCB portable del mundo" cada dos minutos, informa Urquhart.
El quid de la idea fue crear un sistema autocontenido para generar electricidad, con unas circunstancias de supervivencia en mente.
Emplear células de combustible biológico para generar electricidad no representa ninguna novedad; de hecho, parece que el laboratorio de Ieropoulous se ha hecho con el dominio del mercado de la energía alimentada por pis, con "la operación de un móvil, un transmisor a base de papel y un corazón robótico impreso en 3D" con lo que Utah Gary llama "donaciones líquidas". Sin embargo, en las iteraciones anteriores se necesitó de una fuente externa de energía para alimentar las bombas para hacer circular la orina para alimentar a los microbios.
El concepto de la energía procedente de los pies no fue inspirado por Los Picapiedra sino por el simplificado sistema circulatorio de los peces, que consta de un único circuito cerrado alimentado por el sencillo bombeo del corazón. En lugar de contracciones musculares, el calcetín emplea la presión ejercida por el talón humano para impulsar la orina y hacerla pasar por 24 (¡24!) CCB discretas y flexibles posicionadas en distintos lugares del calcetín.
Al igual que los músculos de los peces necesitan que su sangre circule para disponer de un suministro fresco de oxígeno, los microbios de las CCB necesitan que su baño de orina sea continuamente reemplazado para asegurar un suministro continuo de nutrientes.
El prototipo que Ieropoulous y su equipo desarrollaron aún no ha abordado todavía el problema de cómo conseguir introducir las "donaciones líquidas" a los tubos de los calcetines. Parecen optimistas, no obstante, de que tal obstáculo se pueda superar fácilmente con un inteligente diseño textil para canalizar los desechos del usuario hasta el dispositivo y reemplazarlos cuando se hayan consumido todos los nutrientes. (Esto evoca imágenes de los trajes de alambique de la película Dune (David Lynch), diseñados para preservar cada gota de humedad generada por el usuario en el planeta desértico de Arrakis).
En el futuro ideal de Ieropoulous, imagina que el sistema de bombeo alimentando dispositivos de emergencia se emplearía para enviar señales de SOS (la señal internacional de auxilio en código Morse) para personas que se encuentren lejos de unas fuentes tradicionales de electricidad y tecnologías de comunicación. Su sistema no genera una cantidad tremenda de electricidad, pero en una situación de emergencia al aire libre un solo mensaje de texto podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
El equipo de Ieropoulous publicó sus resultados en un trabajo muy entretenido en la revista Bioinspiration and Biomimetics.