Alexa no necesita que le den las gracias y soporta todas las rabietas, lo que podría crear una generación de pequeños maleducados. Pero los robots también contagian sus cosas buenas
Crédito: Jeff Spicer (Getty Images).
Todo se pega menos la hermosura. Y dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión. Estos dos refranes tienen el mismo mensaje: cuando se pasa mucho tiempo con alguien, sus características se le pegan. Así que, ¿qué pasa cuando ese alguien es un robot?
A medida que los sistemas de inteligencia artificial (IA) se vuelven cada vez más humanos, su capacidad de influir a la gente también aumenta. La revista New Scientist informa de que los niños que pasan tiempo con un compañero robótico parecen adquirir elementos de su comportamiento. Nuevas investigaciones sugieren que cuando los niños juegan con un robot muy ambicioso, el niño adquiere parte de su actitud implacable de "puedo hacerlo".
Otros investigadores intentan aprovechar este efecto en adultos. Un grupo de la Universidad Tecnológica de Queensland (Australia) está reclutando a un equipo de pequeños robots humanoides Nao para enseñar a la gente a comer sano. Espera que comentar las elecciones nutricionales con un robot tenga más impacto para cambiar los hábitos que registrar el consumo de calorías en un smartphone. El enfoque podría funcionar. Como nuestro propio Will Knight ha descubierto, algunas interfaces de conversación de IA pueden resultar especialmente convincentes.
Así que mientras los robots personales se adentran cada vez más en los hogares, podrían no limitarse a cumplir con nuestras órdenes sino que se convertirían en modelos a seguir. Eso significa que hay que avanzar con cuidado, porque mientras que estos efectos se asocian a un refuerzo positivo por parte de los autómatas, otras investigaciones muestran efectos negativos en potencia.
Algunos padres, por ejemplo, se han quejado de que la asistente personal Alexa de Amazon está convirtiendo a sus hijos en unos maleducados. Alexa no necesita que nadie le diga "por favor" ni "gracias", tolera que se le plantee la misma pregunta una y otra vez y mantiene la calma frente a las pataletas. En resumidas cuentas: no prepara a los niños para interactuar con personas de carne y hueso.
Pero este efecto también funciona en ambos sentidos. Unos investigadores de la Universidad de Stanford (EEUU) han desarrollado un robot diseñado para divagar por las aceras, monitorizar a los humanos y aprender a interactuar con ellos de forma natural y apropiada. Pero como hemos observado en el caso del bot de conversación de IA Tay de Microsoft (que rápidamente se volvió mal educada y antisemita al aprender comportamientos de usuarios de Twitter), seguir el protocolo de la multitud no siempre sale bien.
En realidad, aún no existe una vía rápida para crear robots con inteligencia social. Este es uno de los grandes retos sin resolver de la IA. Eso significa que los expertos en robótica deben escoger cuidadosamente las características de sus máquinas, o se arriesgan a introducir ejércitos de malas influencias en nuestros hogares.
(Para saber más: New Scientist, Brisbane Times, Los robots personales tendrán que ser útiles además de encantadores para triunfar, Siri y Alexa intentan parecer más humanas para conseguir que compre más, Un niño de dos años inspira una IA más humana)