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Los disturbios sociales se contagian como un mal virus: por cercanía y afinidad
La ola de disturbios y violencia que sacudió Francia en 2005 se ajusta perfectamente a un modelo epidemiológico. Las revueltas tienden a expandirse entre las zonas cercanas y las personas afines
Clichy-sous-Bois es una zona deprimida al noreste de París (Francia) donde el desempleo juvenil es galopante, las tensiones raciales están al rojo vivo y las relaciones con la policía son malas. Es el típico barrio marginal de una gran ciudad metropolitana.
El 27 de octubre de 2005, la policía fue avisada de un robo que estaba teniendo lugar en una zona de obras donde se reunían los jóvenes. La llegada de los agentes hizo que se dispersaran. Dos de ellos buscaron refugio en una subestación eléctrica, donde resultaron electrocutados.
El incidente provocó una serie de acontecimientos extraordinarios. Las muertes elevaron las tensiones locales, y la violencia estalló con protestantes que quemaban coches y edificios públicos.
Los disturbios no acabaron allí. Durante varias noches, los altercados se expandieron hasta otros suburbios parisinos y otras ciudades francesas. Una noche, más de 1.000 coches fueron incendiados en todo el país. La violencia duró tres semanas.
Sin duda, una de las causas fue la gran desigualdad que sufre mucha gente joven en algunas partes de Francia, especialmente la que proviene de familias inmigrantes. Circunstancias similares han provocado revueltas en muchas partes del mundo. Pero los disturbios franceses tienen elementos que los diferencian del resto, como los de Inglaterra de 2011, cuando alborotadores se desplazaron de una zona de la cuidad a otra, sembrando violencia a su paso.
En París, por ejemplo, los alborotadores no salieron de determinadas zonas concretas. Y eso genera una pregunta interesante. ¿Cómo se propagó la violencia por la ciudad y todo el país?
Hoy recibimos una especie de respuesta gracias al trabajo del investigador de la Universidad de Investigación PSL en París Laurent Bonnasse-Gahot y varios compañeros. El equipo ha creado un modelo de los acontecimientos para descubrir los motores que los impulsaron. Sus resultados demuestran que los disturbios se propagaron como una ola por la sociedad francesa, lo que sugiere que la geografía juega un papel mucho más importante en la propagación de la violencia de lo que se creía.
El equipo empezó con una enorme base de datos con todos los informes diarios de crímenes generados por las comisarías de policía en más de 800 municipios de todo Francia. Esto proporcionó una línea temporal muy completa de los acontecimientos durante los disturbios. La investigación detalla: "Logramos un conjunto de datos compuesto por el número de disturbios para cada municipio y para cada día entre el 26 de octubre hasta el 8 de diciembre de 2005, un periodo de 44 días que cubre las tres semanas de disturbios y se extiende hasta dos semanas después", escribe el equipo de Bonnasse-Gahot.
Este conjunto de datos revela similitudes curiosas entre los disturbios de cada zona. Para empezar, todos parecen alcanzar un pico en un momento dado, y después la actividad vuelve a recuperar los niveles previos de violencia que existían antes. Estos picos toman la misma forma aunque tienen una variedad de amplitudes. Y la misma forma aparece en todas la ubicaciones.
Para el equipo de Bonnasse-Gahot, la tarea consiste en encontrar el modelo matemático más sencillo que reproduzca este comportamiento en los 800 municipios. Emplearon un modelo susceptible-infectado-recuperado (modelo SIR), que suele usarse para describir cómo se propaga una enfermedad.
Bajo este modelo, un episodio empieza con un número determinado de individuos susceptibles, algunos de los cuales son "infectados" y empiezan a amotinarse. Los alborotadores entonces abandonan la población infectada, es decir, abandonan los disturbios por miedo, cansancio, detenciones, etcétera. El equipo de Bonnasse-Gahot supone que esto sucede a un ritmo constante.
Estos individuos "recuperados" dejarían de ser susceptibles a los alborotos, puesto que las pruebas sugieren que cuando los disturbios acaban en una zona, no vuelven a reproducirse. Suposiciones como esta imponen potentes límites matemáticos al comportamiento del modelo, y simula con precisión las formas de pico individual que reflejan los datos.
Después, el equipo de Bonnasse-Gahot modeló cómo se propagan los disturbios de una región a otra. Para ello supusieron que la probabilidad de que los de que los individuos susceptibles se amotinen aumenta si existe un disturbio cercano; y cuanto más cerca esté el peligro, más fuerte es la influencia.
Para iniciar una simulación, el equipo tiene que introducir algunos números al modelo. En particular, necesitan una población susceptible inicial. En este caso, el equipo de Bonnasse-Gahot incluyó a hombres de entre 16 años y 24 años no escolarizados y sin titulaciones. En otras palabras, jóvenes desamparados y con muchas probabilidades de encontrarse en el paro. Entonces pusieron el modelo en funcionamiento.
Los resultados son interesantes. El modelo revela inmediatamente cómo se propaga la violencia alrededor de París en una oleada de disturbios. El equipo de Bonnasse-Gahot detalla: "Damos una precisa carectarización matemática a la expresión 'oleada de disturbios' y proporcionamos una visualización de la propagación en los alrededores de París, que muestra la ola de una manera no descrita antes". Los investigadores han creado un vídeo que muestra el proceso.
El modelo reproduce el comportamiento en la vida real con gran detalle y demuestra que la geografía juega un papel más importante de lo que se había considerado anteriormente. "La destacable concordancia entre el modelo y los datos demuestra que la proximidad geográfica jugó un importante papel en la propagación de los disturbios", afirman.
En otras palabras, si se produce un disturbio en los alrededores, la probabilidad de que la gente se amotine aumenta.
El modelo es tan preciso que predice el número de acontecimientos que se producirá en las zonas relevantes. Sin embargo, también predijo un estallido en el municipio de Fleury-Merogis, que no aparece en los datos. Pero el equipo de Bonnasse-Gahot dice que un repaso de los registros de la policía reveló que un colegio infantil había sido incendiado durante este período, aunque no fue calificado de un acontecimiento de disturbio.
Es un trabajo interesante que revela elementos importantes de cómo se producen los disturbios espontáneos. "A pesar de los medios de comunicación modernos, la proximidad física sigue siendo una característica principal de la circulación de ideas, aquí ideas amotinadoras", concluye el equipo de Bonnasse-Gahot. En otras palabras: la geografía importa.
El equipo dice que el modelo demuestra que los vínculos interpersonales fuertes también importan para la propagación de los disturbios. "El comportamiento humano no sólo depende de los atributos de los individuos sino también de la fuerza de la relación que mantengan con otros individuos", escribieron los investigadores.
Y, por último, señalan que la desigualdad social juega un papel crucial, especialmente cuando se concentra en ubicaciones específicas, como fue el caso de las ubicaciones de los disturbios franceses.
Todo esto es posible con el uso de un modelo que sólo tiene un puñado de parámetros. El equipo de Bonnasse-Gahot dice que la simplicidad del modelo lo hace aplicable a otros ejemplos de disturbios espontáneos.
Los investigadores señalan un patrón similar durante los disturbios raciales en Estados Unidos y también durante los motines de pan en Reino Unido durante finales del siglo XVIII. Eso sugiere un proceso común a estos ejemplos de disturbios que el modelo parece captar. Los investigadores concluyen: "Sostenemos que nuestro enfoque proporciona un marco general para modelar los disturbios colectivos y espontáneos".
La prueba real, por supuesto, será si el modelo es capaz de predecir disturbios futuros. Es una tarea difícil, no obstante, y requiere que alguien se atreva a alzar la voz. ¿Algún voluntario?
Ref: arxiv.org/abs/1701.07479: Epidemiological Modeling of the 2005 French Riots: A Spreading Wave and the Role of Contagion