Tecnología y Sociedad
Trump no ha nombrado ningún consejero científico y puede que tampoco lo quiera
Obama incluyó la ciencia como una guía de su política desde el principio, pero las dudas sobre las verdaderas intenciones del nuevo presidente de EEUU crecen
Aun podría haber una persona capaz de impedir que Donald Trump, negacionista del consenso científico sobre el calentamiento global, las vacunas y de otras verdades aparentes, sea un presidente anticientífico. La cuestión es si encontrará una persona así. Trump aún no ha nombrado ningún consejero científico, y su equipo no ha dado ninguna indicación de quién podría llegar a serlo.
Cada presidente desde Franklin Delano Roosevelt ha contado con un asesor científico, aunque su influencia y la capacidad de impedir que los presidentes ignoraran o hicieran mal uso de las pruebas empíricas, ha variado considerablemente. Richard Nixon llegó a eliminar el cargo durante una temporada. John Holdren, el asesor científico del presidente Obama, ha tenido mucha más influencia sobre la Casa Blanca que la que tuvo el asesor de George W. Bush, John Marburger.
A estas alturas de 2009, durante la primera legislatura de Barack Obama, Holdren ya llevaba semanas en el puesto. Pero Trump no está necesariamente atrasado; George W. Bush no nombró a Marburger hasta junio de 2001 (juró el cargo en enero).
No obstante, para el CEO de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, Rush Holt, cuanto antes nombre Trump un asesor científico, mejor. Los temas relacionados con ciencia, tecnología e ingeniería "están más integrados, en más políticas, que nunca". Para Holt, que trabajó en el Congreso de Estados Unidos durante 16 años, el pensamiento científico es vital en caso de producirse una crisis. Según él, al presidente le conviene contar con un asesor científico fuerte capaz de "sentarse en la mesa con los consejeros de alto nivel de seguridad nacional, economía y política interior".
Crédito: Victor Kerlow.
Trump no tiene ninguna obligación legal de nombrar un consejero científico a nivel de gabinete como lo fue Holdren con Obama. El presidente debe nombrar un director para la Oficina de Políticas de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca (OSTP, por sus siglas en inglés), creada por el Congreso en 1976 para aconsejar al presidente y coordinar las iniciativas científicas y tecnológicas entre diferentes agencias gubernamentales. A partir de ahí, dependerá de él decidir cuánta "envergadura y acceso" le da al puesto, explica el fundador y presidente de la Fundación de Tecnologías de la Información e Innovación, Robert Atkinson, un think tank de políticas tecnológicas. Sin embargo, no está claro si Trump marginará la OSTP ni cuánto le importa avanzar las políticas de ciencia y tecnología.
A Obama, piensa Atkinson, la ciencia y la tecnología le importaban "tanto como le pueden importar estas cosas a un presidente". Obama incluyó a Holdren, licenciado en ingeniería y física por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU), en su círculo íntimo para la toma de muchas decisiones políticas. Y con Holdren como director, la OSTP asumió un amplio abanico de proyectos, desde investigaciones sobre el cambio climático hasta la Iniciativa de Medicina de Precisión, la cual está pensada para desarrollar nuevos fármacos y terapias personalizadas para cada paciente individual. También coordinó el esfuerzo de muchas agencias gubernamentales para ayudar a que EEUU fuera más competitivo en el campo de la computación de alto rendimiento.
Sea lo que sea lo que acabe haciendo Trump con su OSTP, no deberíamos perder la esperanza de que vea el pensamiento científico y sus pruebas empíricas como activos a tener en cuenta y no como obstáculos. La ciencia es "la mejor protección con la que puede contar un presidente para no ser engañado, o autoengañarse, y espero que encuentre un consejero científico que le convenza de eso", apunta Holt. "La realidad puede mostrar las decisiones que no se toman a partir de las mejores pruebas".