Las microscópicas partículas liberadas a la atmósfera matan a millones de personas cada año, pero también limitan algunos de los efectos del calentamiento global provocado por la humanidad
La contaminación atmosférica es un asesino, y esta situación está agravándose. Según un nuevo estudio de más de 3.000 ciudades de todo el mundo realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cantidad de contaminación de partículas microscópicas aumentó en un 8% entre 2008 y 2013. Los resultados fueron especialmente alarmantes en regiones de ingresos medios y bajos, donde un 98% de las ciudades no cumplen con las directrices de la OMS sobre la calidad del aire. En las partes adineradas del mundo, esa cifra es del 56%.
Recientes investigaciones han demostrado que diminutas partículas de azufre y óxidos de nitrato, carbón negro y otros contaminantes contribuyen a la muerte de más de tres millones de personas cada año a nivel mundial. Las partículas, que se vuelven más dañinas cuanto más pequeñas sean, pueden alojarse en los pulmones o pasar al riego sanguíneo, contribuyendo al asma, las enfermedades cardiovasculares y las embolias. Un reciente estudio publicado en la revista Nature sugiere que en caso de perpetuarse el escenario actual, la carga mundial de problemas de salud a raíz de este tipo de contaminación podría duplicarse para 2050.
"La salud pública en muchos países se encuentra en un estado de emergencia. La contaminación atmosférica urbana sigue aumentado a un ritmo alarmante, causando estragos en la salud humana", le contó la directora de Salud Pública de la OMS, María Neira, a The Guardian. Según la experta, "es dramático, uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos a nivel global, con terribles costes para la sociedad".
Pero algunas de esas partículas tóxicas tienen una especie de contrapartida: ayudan a enfriar el planeta. Eso sucede especialmente así en los compuestos sulfúricos que son habitualmente emitidos por las plantas energéticas a carbón. Reflejan los rayos del Sol hacia el espacio, impidiendo que lleguen hasta la superficie de la Tierra. El efecto del carbón negro es más complejo: mientras que las partículas de hollín proporcionan algo de sombra, también absorben la luz del Sol, calentando la atmósfera a altitudes de entre dos y seis kilómetros por encima del nivel del mar. Desafortunadamente, allí es donde residen la mayoría de los glaciales continentales del mundo, y el carbón negro puede aumentar el ritmo de su deshielo.
Aun así, en líneas generales el efecto enfriante de estas partículas parece ser bastante importante. Un estudio de 2009 calculó que tal vez el 47% del calentamiento global relacionado con los gases de efecto invernadero estaba siendo enmascarado por enormes nubes de partículas más pequeñas que una micra de diámetro.
Eso no debería llevar a nadie a preguntarse si reducir la contaminación atmosférica merece la pena. A nivel global, es un asesino más prolífico que la malaria y el VIH/SIDA. Pero mientras tomemos medidas para limpiar el aire debemos ser conscientes de que los efectos secundarios probablemente serán importantes.
(Para saber más: The Guardian, Nature, Atmospheric Environment, World Health Organization, Rebajar contaminantes en camiones diésel y cocinas podría reducir el cambio climático)