Las leyes de EEUU atienden a aquellos OMG que contienen genes externos, pero las técnicas como CRISPR permiten modificarlos sin ADN extraño, lo que los exime de la regulación vigente
El debate sobre los alimentos modificados genéticamente está cogiendo fuerza en Washington D.C. (EEUU).
El nuevo híbrido de maíz ceroso de DuPont Pioneer y los champiñones antioscurecimiento de un científico de plantas de la Universidad Estatal de Pensilvania (EEUU) son las últimas incorporaciones a una creciente lista de cosechas modificadas genéticamente que hasta ahora han esquivado la regulación del Gobierno del país.
Estos avances surgen cada vez más gracias a nuevas técnicas de edición genética como CRISPR. Su aumento subraya el hecho de que el sistema regulatorio no ha seguido el ritmo vertiginoso al que avanza la innovación biotecnológica.
No es por falta de intención. El verano pasado, la Casa Blanca hizo un llamamiento al Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés), la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) y la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) para modernizar el sistema federal de regulación de los "productos de biotecnología", cosechas incluidas. En esta misma línea, el USDA informó al público en febrero de su intención de cambiar el sistema que regula los organismos modificados genéticamente (OMG).
Crédito: John Malta.
Bajo la Ley de Protección de Plantas, el USDA se encarga de la mayor parte de las regulaciones para cosechas modificadas genéticamente. Su objetivo es proteger otras cosechas y el medio ambiente frente a las "plagas de plantas". Concretamente, la agencia regula una cosecha si ha sido modificada genéticamente con una plaga de plantas. Esto significa que el donante, el receptor o el vector para entregar nuevos genes se califican como plaga de plantas. Eso tenía mucho más sentido para la generación anterior de cosechas modificadas genéticamente, los llamados OMG. La mayoría emplearon una bacteria del suelo para entregar un nuevo gen, o fueron modificadas con un gen extraído de una bacteria, o ambas cosas. Eso activó el mecanismo regulatorio de las "plagas de plantas".
Unas técnicas más recientes como CRISPR pueden modificar el genoma sin insertar un nuevo gen y no dependen de plagas de planta, por lo que no activan ese mecanismo. Hasta ahora, la agencia ha determinado que más de 30 cosechas modificadas genéticamente no están sujetas a sus regulaciones.
El hecho de que las cosechas modificadas genéticamente se estén librando de esta regulación sólo porque no cumplen con la definición legal de una plaga de plantas significa que el sistema no funciona, afirma el director de biotecnología para el Centro para las Ciencias por el Interés Público, Gregory Jaffe. El experto denuncia que "no es una regulación basada en la ciencia".
Resulta difícil predecir exactamente cómo cambiará el sistema del USDA. En febrero, la agencia propuso varios enfoques hipotéticos, que variaron desde no hacer nada hasta aumentar substancialmente la capacidad del USDA para evaluar y regular cosechas modificadas genéticamente.
En un futuro próximo, la agencia estudiará los comentarios del público sobre estas propuestas. También considerará los resultados de un estudio recién lanzado por las Academias Nacionales de Ingeniería, Medicina y Ciencias. Los científicos, expertos en políticas y representantes de la industria del grupo de investigación están encargados de ayudar al USDA, la FDA y la EPA a prepararse para el futuro al describir los avances científicos y tecnológicos esperados para los próximos cinco a 10 años. También tienen el cometido de determinar si los OMG podrían presentar "distintos tipos de riesgos para productos y organismos existentes".
La vicepresidenta de Políticas Internas e Internacionales de la Asociación Estadounidense de Comercio de Semillas, Bernice Slutsky, afirma que los reguladores deberían tener cuidado de no emplear el término "edición genética" de forma demasiado amplia. Estas técnicas pueden ser utilizadas de muchas maneras distintas, y meter todas las aplicaciones en el mismo saco "no ofrece suficientes matices en términos del producto final", sostiene Slutsky, lo que podría dar paso a una sobrerregulación.
Por ejemplo, CRISPR proporciona la capacidad de realizar unos diminutos y precisos cortes en el genoma, como la eliminación de un único gen. En muchos casos, el resultado no varia en absoluto de uno logrado mediante técnicas más tradicionales que dependen de productos químicos o la radiación para provocar mutaciones, explica Slutsky. Las cosechas desarrolladas de esa manera no están reguladas. "Si puedes conseguir el mismo producto final mediante la cría tradicional que mediante un método de edición genética, ¿por qué los tratarías de distinta manera desde un punto de vista regulatorio?"
Pero podría llevar años finalizar nuevas regulaciones, y la incertidumbre podría ahogar la innovación. "Muchos desarrolladores están frenando su actividad hasta que se conozcan las reglas", afirma Slutsky.
Mientras tanto, es probable que las cosechas modificadas genéticamente que se desarrollen seguirán mereciendo un estatus desregulado, y algunas puede que incluso tengan presencia en los supermercados.