Las emisiones de su quema se compensarían con su captura previa, pero no incluye las emisiones asociadas al cultivo, cosechamiento, procesamiento y transporte de la biomasa
Muchos científicos y activistas del cambio climático han aplaudido el acuerdo de París (Francia) de diciembre como un paso histórico para los esfuerzos internacionales de limitar el calentamiento global. Sin embargo, el pacto se basa en una suposición altamente cuestionable: para lograr el objetivo de limitar la subida de la temperatura global media a menos de 2 °C (por no hablar del objetivo más ambicioso del 1,5 °C) no sólo necesitamos reducir las emisiones de dióxido de carbono hasta prácticamente cero para finales de este siglo, también hemos de eliminar de la atmósfera enormes cantidades de dióxido de carbono que ya se han emitido (ver El acuerdo de París depende de tecnologías que puede).
Hacerlo implicará "tecnologías de emisiones negativas" – sistemas que capturan el dióxido de carbono y lo almacenan, normalmente a gran profundidad bajo tierra. Tales tecnologías son teóricas en el mejor caso, pero son consideradas críticas para lograr los objetivos de París. De los 116 escenarios estudiados por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático para lograr la estabilización del carbono de la atmósfera entre las 430 ppm y las 480 ppm (el nivel que se considera necesario para lograr una subida máxima de las temperaturas de 2 °C), 101 incluyen algún tipo de emisiones negativas.
Existen básicamente dos modos de eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera. Uno consiste en capturarlo del aire. Las tecnologías para ello todavía se encuentran en su infancia y, aunque se demuestren prácticas, probablemente se encuentren a décadas de poder desplegarse – demasiado tarde con creces para lograr los objetivos del acuerdo de París (ver Esta estructura superporosa podría hacer rentable la captura de carbono). El otro depende de plantas para capturar el dióxido de carbono de la atmósfera, para después quemar las plantas para generar energía (o refinarlas para crear combustibles líquidos como el etanol), y capturar las emisiones resultantes de dióxido de carbono. Conocido como "bioenergía con captura y almacenaje de carbono", o BECAC, este proceso engorroso está recibiendo unas renovadas atenciones a raíz del acuerdo de París. Pero no existen garantías de que llegue a funcionar algún día.
Se producirían grandes cantidades de biomasa a partir de árboles de crecimiento rápido, el pasto varillo, los desechos agrícolas u otras fuentes. La biomasa resultante sería convertida en pastillas de combustible para plantas energéticas, o solas o como aditivo. Las emisiones generadas se separarían mediante tecnologías de captura de carbono que han sido demostradas a pequeña escala pero que nunca se han aplicado económicamente a nada parecido a una escala comercial. Finalmente, el dióxido de carbono sería almacenado en acuíferos subterráneos a gran profundidad, presumiblemente de forma permanente.
Mientras que cada uno de estos pasos resulta técnicamente viable, ninguno se ha demostrado con éxito a gran escala. Aunque existen docenas de proyectos que emplean la biomasa, ya sea de forma aislada o en combinación con otros combustibles como el carbón, para producir electricidad, existen serias dudas acerca de la viabilidad económica del sector, la disponibilidad de suministros de biomasa para apoyar su crecimiento y la contribución de ciclo de vida de tales instalaciones a las emisiones de gases de efecto invernadero. Las ambiciosas proyecciones para los programas de captura y almacenaje de carbono, mientras tanto, se han demostrado poco realistas, y existen pocas indicaciones de que tales sistemas se vuelvan económicamente viables en un futuro previsible.
Es más, aunque a menudo el proceso completo de BECAC es promocionado como de carbono negativo, esa caracterización contiene varias suposiciones erróneas.
La primera es que se podrían producir cantidades suficientes de biomasa para desplazar un porcentaje significativo de electricidad generada con combustibles fósiles, y que el acto de producir esta biomasa sería neutral en carbono. Sus defensores afirman que, puesto que las plantas capturan dióxido de carbono de la atmósfera, quemar las plantas y liberar el carbono de nuevo a la atmósfera no produce un aumento neto. Eso es nominalmente cierto, pero no tiene en cuenta la energía requerida para cultivar, cosechar, procesar y transportar la biomasa, y desvía los terrenos de otros usos, incluidos los cultivos alimentarios, que se volverán más urgentes mientras la población se acerca a las 9.000 millones de personas.
El proyecto de BECAC más importante actualmente es el de la empresa Archer Daniels Midlands en Illinois (EEUU), que lleva años en desarrollo. "Conseguir los permisos ha sido un proceso largo y complejo", dice Scott McDonald, el responsable del proyecto. Y todavía está a la espera de la aprobación final por parte de la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA, por sus siglas en inglés). Una vez completado el proyecto, el carbono capturado no se almacenará bajo tierra, sino que será utilizado para optimizar la recuperación de petróleo en unos pozos cercanos. Los estudios han calculado que podrían recuperarse hasta 1.000 millones de barriles de petróleo residual de la cuenca de Illinois con el uso de dióxido de carbono para mejorar la recuperación del petróleo. En otras palabras, una tecnología anunciada como carbono negativa acabaría produciendo millones de nuevos barriles de combustibles fósiles productores de carbono, un petróleo que de otra forma no se produciría. Eso dista mucho de representar una solución verde.
Algunas propuestas de proyectos BECAC ya han fracasado por estos mismos obstáculos. En septiembre, Drax, una de las principales empresas energéticas de Reino Unido, se retiró del Proyecto de Captura de Carbono Rosa Blanca que capturaría el 90% de las emisiones de carbono de una planta de 428 megavatios que quema carbón y biomasa. Drax ha convertido tres de las seis turbinas a carbón de las instalaciones para quemar biomasa. El destino del proyecto de captura de carbono frente al abandono de Drax es incierto. Las experiencias de los proyectos de "carbón limpio" que incluyen la captura y el almacenaje de carbono, sin biomasas, son igualmente desalentadoras: FutureGen, uno de los proyectos más anunciados de CCS en Illinois, finalmente fue cancelado en febrero del año pasado después de sufrir varios reveses.
En resumidas cuentas, el BECAC representa el matrimonio de dos tecnologías, ninguna de las cuales se ha demostrado viable por sí sola. La "credibilidad [de las tecnologías] como una opción para mitigar el cambio climático está sin demostrar", concluyó un informe publicado en Nature Climate Change en septiembre de 2014 liderado por Sabine Fuss, una científica del Mercator Research Institute on Global Commons and Climate Change en Berlín (Alemania), "y su amplio despliegue en escenarios de estabilización climática podría convertirse en una peligrosa distracción".