Este año se han publicado terribles predicciones sobre el cambio climático que contrastan con los tímidos avances en energías limpias, en el almacenamiento de carbono y en las negociaciones internacionales para reducir las emisiones
En 2014, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) emitió serias advertencias tras su última evaluación de la ciencia del clima y proyectó resultados potencialmente catastróficos si las emisiones de gases de efecto invernadero no se controlan.
El IPCC halló, entre otras cosas, que los cultivos podrían verse gravemente afectados, algo que está impulsando a países como China a pasarse a los cultivos modificados genéticamente, entre ellos el trigo, el arroz y el maíz.
La ONU también encontró que el coste de limitar las concentraciones de gases de efecto invernadero a un nivel que mantenga el calentamiento global por debajo de 2°C podría ser más del doble si no se despliega la captura y almacenamiento de carbono (CAC). El pronunciamiento fue seguido por la noticia de que había entrado en funcionamiento la primera planta de carbón comercial con CAC, un proyecto en Saskatchewan (Canadá) mostrado aquí. Sin embargo, este logro también sirvió para mostrar lo lejos que sigue estando la implementación masiva de la tecnología.
Con las advertencias de la ONU como telón de fondo, las tecnologías de energía renovable siguieron progresando, aunque demasiado lentamente como para marcar una diferencia. Entre los nuevos proyectos están la comercialización de uno de los paneles solares más eficientes creados hasta la fecha y la puesta a prueba de turbinas que capturan fuertes vientos a 1.000 pies (300 metros).
Solar City, la empresa instaladora presidida por el multimillonario Elon Musk, adquirió un fabricante de paneles solares y anunció planes para crear una gran fábrica. Pero no les fue tan bien a todas las tecnologías solares. Una planta termosolar en California (EEUU), que utiliza calor concentrado del sol para alimentar una turbina convencional, resultó ser menos económica de lo previsto, a pesar de la enorme bajada de precio de las tecnologías fotovoltaicas convencionales.
La energía de fuentes intermitentes como el sol y el viento debe ser almacenada para ser útil y en 2014 vimos la aparición de una batería barata y no tóxica para almacenar la electricidad producida por las tecnologías eólica y solar, una tecnología que fue comercializada posteriormente. Entre los avances de almacenamiento de red nos encontramos otras tecnologías de batería y un paso prometedor hacia una forma más barata de dividir el agua en oxígeno e hidrógeno.
En el sector nuclear hubo pocos avances, aunque Lockheed Martin afirmó haber desarrollado un prometedor reactor de fusión, mientras que una compañía de EEUU anunció planes para probar un combustible con diseño en forma de varilla que podría aumentar la producción de muchas centrales nucleares existentes.
En septiembre, la Sociedad Meteorológica Mundial reveló que las emisiones de gases de efecto invernadero habían aumentado significativamente desde 2012 hasta 2013. Hacia finales del año hubo mejores noticias: EEUU y China acordaron reducir las emisiones, algo sin precedentes para el país asiático.
Pero hacia finales del año la noticia energética dominante era muy diferente: los precios del petróleo se desplomaron, amenazando con acabar con los esfuerzos por crear combustibles líquidos renovables. El aumento de asequibilidad del petróleo podría estimular aún más el uso de energía y aumentar todavía más las emisiones.
En las últimas semanas del año, una cumbre de las Naciones Unidas en Lima, Perú, produjo un acuerdo de amplia base firmado por 190 países para empezar a hacer sus propios planes de reducción de emisiones. Este esfuerzo preliminar podría evolucionar hacia algo sustantivo de aquí a la próxima cumbre climática de la ONU, prevista para finales de 2015 en París.