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Biotecnología

El arsenal 'secreto' de transgénicos de China

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Gracias a sus investigaciones de primer nivel y su inmenso tamaño, China dominará el futuro de la comida modificada genéticamente

  • por David Talbot | traducido por Lía Moya
  • 23 Octubre, 2014

Es un fin de semana caluroso y contaminado en Pekín (China), y a las verjas de la Ciudad Prohibida se agolpan decenas de miles de turistas sudorosos. Muy pocos de ellos se acercarán al lado este de la ciudad para llegar al mucho más tranquilo Museo Agrícola Chino, donde varios edificios formales se sitúan entre refulgentes estanques llenos de lotos rosas en plena flor. Este lugar, que está pegado al Ministerio de Agricultura, promete que "pondrá en contacto a los visitantes con la brillante historia agrícola de China". Sin embargo, lo que no se cuenta en la exposición oficial es tan revelador como lo que se muestra.

Hace al menos 9.000 años los habitantes de China fueron los primeros en cultivar arroz, mediante la creación de elaborados sistemas de riego. En la actualidad el arroz es el cultivo más importante del país (y de medio mundo). Hace unos 2.500 años los chinos también inventaron los primeros arados de hierro verdaderamente eficaces, llamados kuan, en forma de V curvada que levantaban la tierra endurecida. En el museo, estas innovaciones milenarias se equiparan a las del siglo pasado. Una vitrina homenajea a Yuan Longping, el reverenciado "padre del arroz híbrido" chino, quien a mediados de la década de 1960 postuló que si podía encontrar plantas de arroz masculinas estériles (plantas incapaces de autopolinizarse), podría crear cepas híbridas de forma fiable y a gran escala. (En términos generales, los híbridos son más resistentes y tienen un mayor rendimiento que sus variedades progenitoras). Consiguió encontrar dichas plantas y, junto con otros investigadores, inventó un proceso para crear híbridos de alto rendimiento año tras año, revolucionando la producción arrocera.

Pero la exposición no menciona el tremendo sufrimiento derivado de los fracasos agrícolas chinos. El propio Yuan vivió el "Gran Salto Adelante" del presidente Mao Zedong de 1958 a 1961, en el que se colapsó la producción y distribución de alimentos al quedar prohibidos los cultivos privados en favor de inmensas granjas colectivas. Llegaron a morir 45 millones de personas, la mayoría de inanición. El museo tampoco menciona el producto más polémico de la tecnología agrícola moderna: los transgénicos. Sí, hay una pistola de genes de la década de 1990, que usaba gas a alta presión para disparar partículas cubiertas de ADN a las células de plantas y crear así las primeras cosechas transgénicas. Y hay un tallo que representa la gran historia de éxito que usó este método: el algodón Bt, una variedad resistente a las plagas que se ha plantado de forma generalizada en China durante los últimos 15 años, aumentando muchísimo la producción y reduciendo el uso de pesticidas. (La planta, que incorpora ADN de una bacteria del suelo perjudicial para los insectos, representa el 90% de la cosecha de algodón y, según un cálculo, produce unas ganancias económicas anuales de mil millones de dólares para los granjeros, unos 780 millones de euros). Pero en el museo parece que la historia acaba hace más de una década.

El Partido Comunista Chino se enfrenta a una oposición popular a los transgénicos cada vez mayor. Al igual que en cualquier otro país, hay distintas opiniones dentro de China sobre la seguridad de comer comida hecha con ingredientes modificados genéticamente. Pero últimamente los ciudadanos chinos han vivido toda una serie de escándalos alimentarios, entre ellos un desastre en 2008 en el que productos lácteos contaminados con melamina mataron a seis bebés y niños, enviando a 54.000 más al hospital; y la revelación en 2010 de que lotes de aceite de cocina vendidos a los consumidores se habían recuperado de aceite residual y probablemente contenían carcinógenos. Con este telón de fondo, hay un tipo de afirmaciones que de otra forma no resultarían plausibles (por ejemplo, que el aceite de soja transgénica está asociado con una incidencia mayor de tumores), lanzadas por una minoría ruidosa de críticos que ha ganado fuerza en los medios sociales del país. Y hay muchos ciudadanos que prefieren estos medios a los medios oficiales del estado como fuente de noticias. La prensa china y los medios sociales se encendieron cuando, en 2012, Greenpeace presentó un informe alarmante sobre un proyecto de investigación en el que se estaba alimentando a niños con "arroz dorado", un tipo de arroz modificado para producir betacaroteno y por lo tanto compensar las deficiencias de vitamina A. (Resultó que no se informó a los padres de que el arroz estaba modificado genéticamente; China despidió a tres de los investigadores implicados).

Recientes encuestas de opinión informales hechas por los medios sociales chinos, indican que hay grandes mayorías que creen que los transgénicos son perjudiciales, y hay encuestas científicas que sugieren que la oposición a los transgénicos es importante. Una encuesta académica realizada este año halló que aproximadamente una tercera parte de los encuestados se oponían a los transgénicos directamente mientras que a otro 39% le preocupaban, una diferencia notable respecto a encuestas gubernamentales anteriores. Esta oposición además suele ir teñida de nacionalismo. Ahora que se importan cantidades cada vez mayores de maíz y soja transgénicos a China, principalmente como pienso, pero también para procesarlas y producir alimentos como el aceite, entre los medios sociales se difunde la idea de que los americanos intentan envenenar a los consumidores chinos, o al menos que les están colocando los transgénicos que se niegan a comer ellos mismos (aunque, de hecho, la mayoría de la comida procesada que comen los estadounidenses contiene ingredientes transgénicos).

Este mismo año un general chino decretó que no admitiría ningún ingrediente transgénico, ni siquiera un poco de aceite, en la comida de los soldados. Así que, al menos por el momento, el gobierno está retrasando la aprobación de nuevos transgénicos como cosechas. En la actualidad en China no se cultiva ningún tipo de alimento transgénico (con la excepción de una papaya resistente a los virus), ni siquiera para su uso como pienso. El Ministerio de Agricultura dio su último visto bueno respecto a la seguridad de las cosechas hace cinco años, para un arroz resistente a las plagas desarrollado en China, y una variedad de maíz cuyo contenido en fósforo es más digerible para los cerdos, lo que potencia su crecimiento y reduce la consiguiente polución, aunque no llegó a dar el visto bueno para que de hecho se plantara. Estos certificados de seguridad caducaron en agosto. El reciente respaldo a los transgénicos del propio Yuan Longping, ya anciano, ha hecho muy poco por cambiar la política o la opinión pública.  El director del Centro de Política Agrícola China, Ji-kun Huang, afirma: "La tecnología está lista, pero políticamente es un tema sensible. Aún queda un largo camino para la comercialización. El arroz es un alimento básico y hay mucha preocupación entre el público respecto a la seguridad".

Aún así, a pesar de las incertidumbres, la investigación en cosechas transgénicas no se ha detenido. Según un cálculo publicado por Nature Biotechnology, existen 378 grupos chinos que emplean a miles de científicos dedicados a este tipo de trabajo. Para 2020 el gobierno habrá invertido unos 4.000 millones de dólares (unos 3.100 millones de euros) en investigación en transgénicos. Los investigadores están usando las últimas tecnologías de modificación y análisis genómico de alto rendimiento para estudiar miles de cepas de cosechas, lo que acelera el proceso de descubrimiento.

A pesar de ser precavidos para no despertar la oposición de la opinión pública, los líderes chinos son plenamente conscientes de que su país necesitará mucha más comida. Para cultivarla harán falta nuevos trucos agrícolas. China es la nación más poblada del mundo, con más de 1.300 millones de habitantes ahora mismo, y se espera que esa cifra crezca hasta los 1.400 millones para 2030. Mientras, el cambio climático se acelera y supondrá grandes desafíos para los granjeros, con sequías más prolongadas, más inundaciones, y olas de calor más persistentes (ver "Por qué necesitaremos alimentos modificados genéticamente"). A pesar de que entre 1960 y 1990 el rendimiento de las cosechas se triplicó en China gracias al uso de variedades híbridas y la generosa fumigación con pesticidas, ese crecimiento se frenó de forma importante hace 15 años. Desde entonces el rendimiento se ha estancado. Y para empeorar las cosas, la rápida industrialización del país se está comiendo la tierra cultivable. Por último, la población no sólo será mayor, sino que será más rica; y un aumento del PIB lleva consigo una mayor demanda de carne, lo que supone una inmensa presión sobre las cosechas. Se espera que sólo la demanda de maíz importado aumente desde los cinco millones de toneladas de este año hasta más de 20 millones de toneladas en apenas 10 años. Se prevé que gran parte de esas cosechas sirvan para alimentar a animales que acabarán en los mataderos chinos.

En preparación para esto, el país está creando una reserva de cepas de cosechas modificadas genéticamente para poder usarlas en el futuro. China lo entiende como una forma de proteger su seguridad a largo plazo. De hecho, el país es el mayor inversor mundial en genómica y modificación genética de las cosechas, según el estudioso de China y experto en seguridad alimentaria del Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad de Stanford (EEUU), Scott Rozelle. "Desde luego nosotros [Estados Unidos] no estamos haciendo gran cosa y las grandes multinacionales no están haciendo gran cosa en términos de invertir en investigación en biotecnología de las plantas", afirma Rozelle. "Pero China sigue haciéndolo". Y añade que como por el momento China ha sido capaz de alimentarse a sí misma, no ha habido necesidad de desplegar esta nueva tecnología. "Pero siguen invirtiendo dinero en ella. ¿Lo hacen por amor a la ciencia? Están ahorrando para cuando vengan los malos tiempos. Y cuando llegue ese día, creo que tendrán más tecnologías de modificación genética que nadie".

Actualmente el gobierno mantiene el precio de los alimentos bajo invirtiendo en riegos y subvencionando a los granjeros, y consigue que haya carne sobre la mesa gracias, al menos en parte, a suministros de maíz y soja importados. China se convirtió en un importador neto de comida en 2008 y en el mayor importador de comida del mundo cuatro años después; ahora importa aproximadamente el 5% de su comida. Por este motivo la postura china respecto a las cosechas transgénicas es clave para todo el mercado global. Si China da luz verde a los transgénicos, muchos otros países que exportan a China podrían aceptarlos también.

Mientras, tener que recurrir a cada vez más importaciones, presiona a China para esforzarse más en alimentar a sus propios ciudadanos, lo que a su vez sirve para poner en marcha investigaciones internas en transgénicos. Las importaciones "son un tema muy importante para la seguridad alimentaria", afirma el científico principal del Instituto de Investigación en Biotecnología de la Academia China de Ciencias Agrícolas en Pekín, Dafang Huang, que colabora en toda una serie de secuenciaciones genómicas agrícolas y proyectos relacionados con los transgénicos. "Creo que los oficiales de alto rango están muy preocupados. Tenemos que usar la nueva tecnología. Tenemos que desarrollar los transgénicos".

Editora de arroz

Exuberante y dada a romper en encantadoras carcajadas, la científica Caixia Gao representa el presente optimista y lleno de energía de la investigación en transgénicos en China. Vestida con una camiseta gris atravesada por el lema “Just Do It” en grandes letras rosas, encabeza una visita a sus invernaderos en el Laboratorio Estatal Clave de Ingeniería de Células y Cromosomas de Plantas del Instituto de Genética y Biología del Desarrollo, parte de la Academia China de Ciencias de Pekín. Es una de las líderes mundiales en el uso de sofisticadas tecnologías de edición de genes, entre ellas las conocidas como TALENs y CRISPR. Las primeras pistolas de genes eran comparables a escopetas: no podían controlar con precisión en qué parte de la célula de una planta insertaban el ADN. El proceso era uno de ensayo y error. En comparación, los nuevos métodos insertan moléculas capaces de cortar secuencias concretas de ADN. Esto permite borrar o añadir un gen en cualquier punto que se desee del genoma, o incluso cambiar apenas unos nucleótidos, algo impensable con métodos anteriores. Puesto que las nuevas herramientas hacen sus cambios sin depender de genes tomados de otras especies como las bacterias del suelo, también podrían dar respuesta a algunas de las objeciones que existen en contra las cosechas transgénicas.  

Gao está a la vanguardia de la modificación genética del arroz. Mientras atraviesa un húmedo invernadero lleno de bandejas de prueba de plantas de arroz (el aire parece más limpio aquí, aunque cualquier cosa es mejor que la fuerte contaminación externa), explica que cada una ha tenido uno o más de sus genes "borrados" usando las nuevas herramientas de edición. En un estante hay una cepa que crece más recta, con lo que más plantas caben en una misma superficie. En otra bandeja me enseña una variedad con una fragancia deseable: "Huele bien y sabe bien, por calidad". Estas características podrían servir para que en el futuro el mercado acepte variedades modificadas para tener rasgos como resistencia a las enfermedades. Acaba llegando a una bandeja de plantas de arroz que miden la mitad que las demás. Su pequeña estatura resultó de editar y eliminar un único gen; aunque las implicaciones aún no están claras, se espera que la planta dedique menos energía a producir las hojas y más a producir las semillas comestibles. Eso daría mayores rendimientos.

Las bandejas de Gao forman parte de un gran proyecto a escala nacional. En 2002 los científicos chinos fueron de los primeros en secuenciar el genoma de una variedad de arroz; este año han presentado las secuencias de 3.000 variedades como parte de un proyecto a largo plazo con el Instituto Internacional de Investigación en Arroz en Filipinas y el Instituto de Genómica de Pekín, para  desarrollar una cosecha que se conoce como "superarroz verde". El Instituto de Genómica de Pekín ha usado una tecnología de cribado de alto rendimiento para comparar sistemáticamente estas cepas. El objetivo es identificar los genes que podrían ser importantes para características como el rendimiento, el sabor, la resistencia a las plagas y los herbicidas, y la tolerancia a la sequía, la sal y la inmersión. Combinada con las herramientas de edición genética, esta nueva abundancia de información significa que estamos a punto de entrar en una era de desarrollo muy rápido y preciso de transgénicos.

Gao y sus compañeros están haciendo estudios sistemáticos parecidos al del arroz en las siguientes cosechas más importantes del país: maíz, trigo y soja. Acaban de inventar una cepa de trigo resistente a la segunda enfermedad más común para el trigo, el oídio. Condujimos a las afueras de Pekín donde, detrás de una hilera de edificios industriales encontramos tierras de cultivos de prueba en el exterior llenas de nuevas variedades de cosechas producidas mediante métodos convencionales y tecnología de modificación genética. Entre las plantas modificadas genéticamente había una de soja cuyas judías producen más aceite, y unos 4.000 metros cuadrados de arroz cuyas hojas no mueren.

Fotogalería: Así son las fábricas chinas de OMG

Se están haciendo pruebas a gran escala en campos por todo el país, pero existen pocos datos públicos al respecto. A dos o tres horas de distancia de Pekín acaban de cosecharse algunos campos de trigo en pruebas, explica Dafang Huang. El trabajo en la Academia China de Ciencias Agrícolas incluye plantar variedades de trigo resistentes a la sequía. Añade que otras instituciones chinas están haciendo progresos parecidos en maíz resistente a la sequía. Pero al igual que muchos de sus colegas en todo el país, los científicos sienten que deben ocultar la localización de las pruebas. (Y tienen motivos. Hace tres años activistas australianos de Greenpeace destruyeron un campo de plantas de trigo transgénico; el año pasado activistas filipinos destruyeron un campo de prueba de arroz dorado. Gao y Huang me confesaron que les preocupa que pudiera pasar algo parecido en China). Pero a pesar de que no existe una institución pública que recoja todos los datos de los ensayos de campo, Huang me comentó que se podía dar por sentado que la existencia de plantaciones de transgénicos es algo generalizado. "Puedes imaginar que hay pruebas de campo haciéndose en las distintas zonas", afirma. "La investigación básica es muy transparente, pero en el caso de los ensayos en el terreno, creo que los datos son muy secretos".

A veces los investigadores se preguntan si su trabajo llegará a ver la luz del día. "Podemos investigar, tenemos la financiación suficiente, pero no sé si los científicos chinos pueden producir el producto", sostiene Gao. En el Laboratorio Nacional Clave para la Mejora Genética de las Cosechas en la Universidad Agrícola de Huazhong, en Wuhan, el director del laboratorio, Qifa Zhang, está trabajando duro sobre el superarroz verde. También ha desarrollado un arroz Bt superresistente que aún no se puede comercializar. Pero se muestra reticente a la hora de hablar de los transgénicos. "Citaciones incorrectas de este tipo de entrevistas me han perjudicado mucho más de lo que me han ayudado", lamentaba en un correo electrónico. "Prefiero no hablar".

Yendo por libre

A principios de este año China presentó un documento político en el que hacía hincapié en la necesidad modernizar su industria de semillas para ponerla a la altura de su investigación básica, que tiene una calidad de primer orden a nivel mundial. El objetivo: consolidar muchas de las miles de empresas de semillas del país para crear otras más parecidas a Monsanto, uniendo así la investigación básica con la producción de simiente a gran escala. Por esto mismo tenía muchas ganas de visitar la compañía Da Bei Nong Group, una gigantesca empresa de pienso y semillas china que es la empresa agrícola más valiosa del mercado chino. Iba a visitar el Centro de Investigación en Biotecnología de Da Bei Nong en Pekín, dirigido por Lu Yuping, antiguo director de la unidad de investigación de Sygenta. Entre los proyectos de Da Bei Nong se incluyen soja tolerante a los herbicidas y un maíz con los que se denomina rasgos genéticos apilados de resistencia a herbicidas e insectos; el tour iba a incluir una visita a zonas de pruebas extensivas en laboratorio y en el campo.

Entonces llegaron las imputaciones.

A principios de julio, tres semanas antes de mi visita, un tribunal federal de Des Moines, Iowa, presentó cargos contra Mo Yun, la mujer del multimillonario presidente de Da Bei Nong Group, acusándola de conspirar para robar secretos comerciales: valiosas semillas de maíz provenientes de campos de pruebas en Iowa e Illinois, propiedad de DuPont Pioneer, Monsanto y LG Seeds. La imputación de Yun seguía a otra presentada contra otros seis empleados de la empresa o sus empresas subsidiarias a finales de 2013. A uno se le acusaba de intentar atravesar la frontera de Vermont (EEUU) con Canadá cargado con contenedores de granos de maíz ocultos bajo los asientos; a otros se les acusa de empaquetar maíz robado en bolsas selladas e intentar enviarlo por mensajería desde Illinois (EEUU) a Hong Kong. Los costes totales en daños para Pioneer y Monsanto alcanza los 500 millones de dólares (unos 390 millones de euros), según los denunciantes.

A pesar de esto, el prudente y tranquilo Lu tuvo la amabilidad de reunirse conmigo para una entrevista fuera de la empresa. Como es natural, no quiso hablar sobre las denuncias en EEUU, afirmando que las acusaciones no tienen relación alguna con su unidad. Pero afirma que el Centro de Biotecnología de Da Bei Nong está usando tecnologías de edición genómica para crear arroz macho estéril con la esperanza de acelerar el tipo de investigaciones iniciadas por Yuan, al mismo tiempo que sigue haciendo investigaciones prioritarias de tolerancia a los herbicidas en el maíz y la soja. Insistió en que la empresa estaba trabajando con sus propias variedades, en parte para abordar las amenazas que suponen los insectos autóctonos de China. "Hay plagas específicas de China y este es nuestro reto, tenemos que producir nuevas innovaciones", afirma.

Aunque las acusaciones encajan en una historia más grande de supuesto espionaje industrial chino, sería un error dar por supuesto que estas presuntas actividades ilícitas son uno de los pilares de la estrategia transgénica en China. Robando semillas se evitan un par de años de trabajo de cultivo. Pero dado el amplio catálogo de investigaciones propias financiadas por el gobierno al que tiene acceso Da Bei Nong, su propia I+D en biotecnología puede ser igual de productiva que la de las multinacionales de semillas, según el economista de la Universidad Rutgers (EEUU9 y estudioso del sector agrícola chino, Carl Pray. Tiene la sensación de que Da Bei Nong "está haciendo investigación bastante buena" y añade "no creo que la investigación que están haciendo se pueda comparar a las últimas investigaciones de Monsanto, DuPont o Sygenta, pero la tecnología probablemente esté llegando a un punto en el que funcionará bastante bien en China".

Por otra parte, las empresas chinas cuentan con ventajas estructurales y económicas. El ejemplo del algodón Bt resulta revelador. En 1997 Monsanto introdujo su algodón resistente a los insectos en China, poco antes de que Biocentury Transgene, una start-up propiedad en parte de la Academia China de Ciencias Agrícolas empezar a vender su propia simiente de algodón Bt, a la mitad de precio. La empresa rápidamente superó en ventas a Monsanto y en la actualidad sus semillas dominan casi todo el mercado algodonero chino. Es fácil imaginar que China podría repetir la hazaña con el maíz, la soja y otras cosechas (Qifa Zhang está trabajando con otra gran empresa china de semillas, Semillas Nacionales Chinas, en un tipo de arroz). China ha restringido la I+D de las multinacionales de simientes, dejando el mercado abierto para las empresas locales. Y dado que la mayoría de los resultados se consumirían dentro de China, estas empresas no tienen por qué preocuparse por la protectora legislación de la Unión Europea,  o de cualquier otro lugar.

Pero incluso las start-up más prometedoras, las promovidas por el gobierno, están cortándose a la hora de sacar transgénicos. Hace unos años, Xing Wang Deng llegó a Pekín para poner en marcha un laboratorio en la Universidad de Pekín dentro del programa Mil Talentos de China, cuyo objetivo es traer de vuelta al país a expertos nacidos en China pero que viven en el extranjero. Nativo de la zona rural de la provincia de Hunan, había conseguido un doctorado en la Universidad de California en Berkeley (EEUU) y acabó dirigiendo su propio laboratorio en la Universidad de Yale (EEUU). Allí dirigía investigaciones básicas para comprender cómo responden las plantas a los estímulos de luz.

Puesto que Deng tiene amplia experiencia identificando las funciones de los genes de las plantas, está en una posición perfecta para dirigir las investigaciones usando las precisas herramientas genéticas de última generación para cambiar sutilmente el genoma de las cosechas. Durante mi visita se estaba preparando un nuevo laboratorio en el campus; a unos pocos kilómetros tenía disponible espacio de oficinas para su start-up, Frontier Laboratories.

Sin embargo, Deng no incluirá los transgénicos en su primera tanda de productos. Intenta desarrollar variedades híbridas de arroz y trigo usando mutaciones inducidas mediante técnicas de química y de biología molecular como la de observar los marcadores genéticos para asistir al cultivo convencional. Incluso está trabajando en formas de hacer cosechas resistentes a los herbicidas sin añadir genes de bacterias del suelo. "Esto podría tener resultados parecidos a la modificación genética", afirma. El delicado baile de Deng para evitar la etiqueta de transgénico es una señal del clima social y político actual. "Parece que el gobierno no tiene prisa", afirma. "Probablemente tenga temas más importantes entre manos ahora mismo, así que no se encargará de este por el momento. La necesidad de transgénicos no está en un punto de crisis así que el gobierno no tiene que ocuparse de ello".

Pero las crisis llegarán. El Gobierno chino que ahora mismo quiere evitar provocar la ira de sus ciudadanos, que sospechan de los transgénicos, quizá tenga que enfrentarse en algún momento a una situación más angustiosa: la de granjeros que ven cómo mueren sus cosechas y ciudadanos que no se pueden permitir (o siquiera encontrar) comida suficiente. El aumento de la temperatura media y la reducción de las precipitaciones podrían hacer caer el rendimiento neto de arroz, trigo y maíz en China en un 13% a lo largo de los próximos 35 años, según un análisis de científicos del Centro de Investigación del Clima de la Universidad de Pekín. Incluso resultados que se limiten a mantener la producción estancada en los niveles actuales, sería catastróficos en vista del crecimiento de la población y el aumento de la demanda. "Si se producen desastres agrícolas graves en opinión de los oficiales del gobierno, tendrán que decidir aprobar la comercialización de transgénicos", afirma Dafang Huang.

Incluso aunque China pueda aumentar la producción de alimentos mejorando las prácticas agrícolas actuales, cosa probable, Rozelle y otros observadores esperan que el país apruebe el maíz modificado genéticamente en algún punto; la demanda de maíz para pienso será demasiado urgente, y usar las cosechas como pienso es mucho menos polémico que cultivarlas para consumo humano. Nadie sabe cuándo o hasta qué punto empezará China a desplegar su reserva de transgénicos para alimentar a sus ciudadanos. Pero pocos dudan de que, en algún momento, cuando los costes suban y la oferta escasee, el gobierno decidirá que es hora de plantar lo que ha estado desarrollando en los laboratorios. Y cuando eso suceda, dado que China tiene una economía centralizada, lo más probable es que agricultores y familias adopten la tecnología rápidamente. "Una vez que cambie la actitud oficial, todo cambiará muy rápido", afirma Huang. Y en las próximas décadas, si alguna de las innumerables cepas transgénicas que crecen en los laboratorios de Gao y otros ayudan a conseguir que el país supere una supersequía o una ola de calor pronunciada, ese hito quizá entre en los museos de la historia agrícola china del futuro.

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