Estos capitalistas de riesgo no esperan a que las 'start-up' de biotecnología llamen a su puerta. Ellos mismos crean las compañías
El camino a la grandeza en biotecnología pasa por un valle de lágrimas. Y eso es algo que Mark Levin no quiere olvidar.
Así que una vez cada pocos meses el personal de 40 trabajadores de la sociedad de capital riesgo de Levin, Third Rock Ventures, se reúne en silencio para escuchar. En septiembre del año pasado les habló Peter Frates, un joven de 29 años de edad y excapitán del equipo de béisbol de Boston College (EEUU). Frates, con una voz afectada por la propagación de una parálisis, recordó que sus médicos le dijeron: "Usted tiene esclerosis lateral amiotrófica" (ELA) y luego lo enviaron a casa. No había nada que hacer.
Third Rock en cifras.
Inventar un tratamiento para la ELA es un gran desafío. La mayoría de los medicamentos fallan. Aun así, Third Rock quiere intentarlo. Desde 2006, Levin, junto a los cofundadores Kevin Starr y Bob Tepper, han respaldado 32 empresas que tienen 25 productos en fase de ensayos humanos. Su empresa más reciente, Voyager Therapeutics, responde al perfil habitual de ambición: dispondrá de 45 millones de dólares (33 millones de euros) para intentar desarrollar una terapia génica para trastornos del sistema nervioso como la ELA. Levin será su director general.
"La gran diferencia es que van por su cuenta, y van a lo grande", afirma el ejecutivo de biotecnología Amber Salzman, cuyo hijo nació con adrenoleucodistrofia. Esta enfermedad hereditaria y desgarradora está ahora en el punto de mira del Bluebird Bio, una empresa de terapias genéticas que salió a bolsa en junio pasado, y fue una de las tres ofertas públicas de venta de start-up de Third Rock el año pasado.
Levin creció en St. Louis (EEU), hijo de un pequeño empresario que vendía zapatos. Se compró una tienda de donuts y trabajó en la ingeniería de procesos en Miller Brewing antes de hacerse un nombre como negociador durante los primeros momentos de la biotecnológica en California(EEUU). "Eran tiempos de locura, donde todo era posible", asegura.
Un espíritu similar pervive en el laberinto de de oficinas de Third Rock en, en una casa de piedra rojiza de Boston (EEUU). Una máquina de chicles en la entrada lo declara como espacio para emprendedores. Los eslóganes en la pared dicen cosas como "Haz lo correcto" y "Haz que sean fans incondicionales". Levin, inmensamente rico gracias a las empresas que ha vendido, llega a la oficina luciendo escandalosas joyas y zapatillas de deporte de neón.
Third Rock sigue un enfoque único para hacer crecer las tecnologías emergentes. La empresa cultiva una larga lista de ideas por hacer, como por ejemplo una para "vacunas personalizadas" y otra para un "estetoscopio molecular". Después se pasa tres o cuatro años estudiando la ciencia y los mercados, y seduciendo a los principales expertos del mundo para que se unan al proyecto.
"Algunas personas pueden predecir qué va a ser extraordinario en cinco o diez años", afirma el profesor de química Gregory Verdine, al que convencieron para dejar un puesto permanente en Harvard (EEUU) para dirigir otra empresa de Third Rock, Warp Drive Bio. "Y luego están los que pueden imaginarlo y realmente construirlo".
Verdine pone a Levin en la categoría de los grandes líderes, y cita su capacidad para atraer a la mejor gente a sus causas. Es "una persona extraordinariamente empática", asegura Verdine, "que quiere dejar su huella en la biotecnología".