La publicidad que están generando los nuevos ordenadores portátiles en forma de gafas de Google quizá tarde en traducirse en un gran mercado para las aplicaciones.
El verano pasado Ian Shakil, recién graduado de la escuela de negocios de la Universidad de Stanford, tuvo la oportunidad de probar las Glass, el aparato informático de Google que se lleva en la cabeza, antes que casi cualquiera que no perteneciera a la empresa.
Pasando el rato en Dolores Park en San Francisco (EE.UU.) con algunos amigos que trabajan en Google, se puso un par y decidió que estaba viendo el futuro de la computación. Shakil, que en ese momento trabajaba como consultor para MC10, una empresa de electrónica flexible, afirma "tuve una revelación: Iba a dejar mi trabajo y dedicarme a crear una start-up".
La creación de nuevas categorías de aparatos no se da muy a menudo. Pero cuando sucede, estos pueden acabar con negocios estables y crear grandísimas oportunidades para nuevas start-ups que diseñan las aplicaciones estrella para el recién llegado. La onda expansiva creada por el iPhone y su tienda de aplicaciones, la App Store, por ejemplo, aún tiene efecto dentro la de la industria de los ordenadores.
Aún no queda claro si Glass tendrá el mismo impacto, pero Google está creando grandes expectativas de que se convertirá en un aparato de consumo masivo (ver "Google quiere instalarte un PC en la cara"). Aunque la empresa mantiene en secreto determinados detalles clave, tienen intención de empezar a comercializar Glass este año y ya se ha puesto a buscar ideas de fuera que puedan servir para convertir el aparato en un éxito.
El mes pasado Google celebró maratones de programación de dos días para desarrolladores seleccionados en dos eventos en Nueva York y San Francisco. (Los asistentes a la "Fundición de Cristal" tuvieron que firmar acuerdos de confidencialidad respecto a su experiencia). También ha proporcionado acceso temprano a algunos, pero no todos, los desarrolladores de las aplicaciones para teléfono inteligente más populares y que parecen un encaje perfecto con la diminuta pantalla de Glass, que se lleva puesta en la cabeza y utiliza el sistema operativo Android.
Phil Libin, el director ejecutivo de Evernote, por ejemplo, ha tenido un par en el despacho desde hace un tiempo y afirma que su empresa fue de las primeras en recibirlas. Su empresa fabrica software que permite a los usuarios guardar notas recordatorias en sus aparatos. Pero su equipo aún está pensando cómo adaptar su aplicación al servicio, explica. Fabricantes de muchas otras aplicaciones populares aún no han tenido acceso al aparato.
Las primeras aplicaciones externas para Glass para usuarios cotidianos no serán algo rompedor en el mercado, afirma el inversor de capital riesgo David Blumberg, cuya empresa, Blumberg Capital, invierte en dos start-ups que trabajan con tecnología de realidad aumentada, una interfaz relacionada con Glass, pero más radical, que transmite información precisa sobre objetos reales; a la realidad aumentada le ha costado encontrar usos atractivos para los teléfonos inteligentes.
"Glass puede ofrecer una nueva forma de obtener información, pero ya se recogen muchos datos con los teléfonos", afirma. Las primeras aplicaciones podrían ser evolucionarias más que revolucionarias porque es difícil crear un nuevo negocio cuando muy poca gente lo está manejando, añade.
Incluso Shakil, que después de aquella experiencia se pasó días con sus amigos haciendo tormentas de ideas sobre cientos de posibles ideas de negocio, reconoce que la tecnología aún podría tardar un tiempo en difundirse a nivel de consumo de masas. "Hay muchísimos negocios increíbles posibles, pero creemos que aún queda mucho para que la gente que no es de San Francisco lleve puestas sus Glass al centro comercial", afirma.
Por eso la idea que finalmente decidió perseguir para su nueva empresa, Augmedix, es crear una aplicación de Google Glass para los médicos, no para sus pacientes. Aunque no quiere entrar en detalles sobre lo que hará su aplicación, afirma que su empresa ya la está probando con clínicas usando el Vuzik M100, otro par de gafas inteligentes que sale este año.
Otros también parecen creer que Glass tendrá un valor inicial para usos especializados, incluyendo funciones relacionadas con el trabajo que se lleva a cabo lejos de un ordenador. Stephanie Chang, ingeniera informática de Khan Academy, que asistió a los eventos de la Fundición, tiene ideas como crear una aplicación Glass para profesores, que podrían saber al instante, mientras imparten su clase, qué estudiantes están teniendo problemas con las explicaciones.
Y otro de los asistentes a los maratones de programación de la Fundación, Det Ansinn, es el director ejecutivo de una empresa de desarrollo de aplicaciones web y móviles en Doylestown, Pennsylvania (EE.UU.), entre cuyos clientes se incluyen empresas de desarrollo de software para personal de mantenimiento de edificios, empleados de hospitales y equipos de operaciones especiales de la policía. Imagina que Glass se podría vender por ejemplo a un encargado de mantenimiento dispuesto a ponérselas para hacer su trabajo, sobre todo si le permite ser más eficaz, por ejemplo documentando una reparación al mismo tiempo que la hace.
Habiendo recaudado 55.000 dólares para empezar en el sitio de crowdfunding Upstart, con un cofundador de la facultad de medicina de la Universidad de Stanford y un despacho en el Venture Studio de Stanford, Shakil espera que la aplicación de Augmedix sea una de las primeras aplicaciones de terceros disponibles después del lanzamiento de Glass. Erik Norlander, socio en ingeniería en Google Ventures es un inversor individual en Augmedix.
Sin embargo, hay grandes incógnitas, incluso para alguien con las conexiones con Google que tiene Shakil, sobre cómo de restrictivo y controlador será Google con las aplicaciones a las que dé el visto bueno, y los detalles de su API, que establecerá la política de cómo se puede integrar software de terceros con el aparato. La semana que viene, en la conferencia de tecnología de South by Southwest, Google quizá revele más detalles.
Si crece el número de personas que adopta el uso de Glass, serán posibles cambios de paradigma más radicales, afirma Misha Chellam, emprendedor residente de Blumberg Capital. A las aplicaciones de realidad aumentada les ha costado despegar porque los teléfonos inteligentes son una plataforma incómoda para ese tipo de interacción, en su opinión. Es la clásica historia de una tecnología que se adelanta a su tiempo, pero el hardware quizá esté ya a la altura.
Y aunque ya hay algunas empresas que han tenido un acceso temprano a Glass, las nuevas oportunidades de negocio son para todos. Ryan Warner, estudiante en la Universidad Champlain College (EE.UU.) y desarrollador de Android, se apuntó como desarrollador de Glass por capricho cuando Google mostró un vídeo en su congreso I/O el año pasado; consiguió participar en el evento de la Fundición de Cristal en Nueva York del mes pasado.
Google afirmó que se crearon más de 80 nuevas ideas en los maratones de programación. Warner, cuyas aplicaciones para Android incluyen una calculadora de propinas, un Rolodex virtual y un gato animado que amasa pan, aún no puede hablar de su idea, pero sí que puede compartir una cosa: él y sus amigos fueron uno de los ocho equipos ganadores en Nueva York.