Las avanzadas técnicas de imagen pueden ayudar a diagnosticar la enfermedad degenerativa del cerebro relacionada con traumatismos en la cabeza repetitivos.
Se estima que los jugadores de fútbol americano pueden recibir hasta 1.500 golpes en la cabeza en una temporada. No todos los golpes dan como resultado una lesión inmediata, aunque un creciente cuerpo de investigación sugiere que los golpes repetitivos pueden conducir a graves daños en el cerebro a largo plazo. Hasta el momento más de 20 jugadores de la NFL han sido diagnosticados con encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad neurodegenerativa, después de su muerte.
Varios investigadores del Centro para el Estudio de la Encefalopatía Traumática de la Universidad de Boston (BU CSTE) están utilizando actualmente sofisticadas técnicas de imagen para detectar signos de este daño en pacientes vivos, un trabajo que podría llevar a una mejor comprensión del fenómeno, y ayudar a identificar atletas bajo riesgo. La ETC es actualmente diagnosticada mediante el examen de tejido del cerebro de un paciente bajo un microscopio.
En febrero, los investigadores de la BU examinaron el cerebro de Dave Duerson, un ex jugador de fútbol profesional que se suicidó después de sufrir síntomas ligados a traumatismos cerebrales repetitivos, incluyendo la pérdida de memoria, bajo control de los impulsos y comportamiento errático. Duerson, que jugó 11 temporadas en la NFL, se convirtió en el jugador número 14 diagnosticado con ETC de los 15 jugadores de la NFL que el centro ha estudiado.
"La ETC se está convirtiendo en una enfermedad ampliamente reconocida; es parte de un cada vez mayor conocimiento de las lesiones cerebrales traumáticas que ha aumentado muchísimo en los últimos años", afirma Julian Bailes, profesor y presidente del departamento de neurocirugía y director del Brain Injury Research Institute (BIRI) en la Universidad de West Virginia, el otro único instituto que estudia la enfermedad. "Todavía no sabemos la magnitud real del problema—sólo un pequeño porcentaje de jugadores tienen la enfermedad, ¿o es mayor el porcentaje?" señala Bailes.
En colaboración con el Hospital Brigham and Women's de Boston, los investigadores de la BU llevaron a cabo recientemente un estudio piloto, consistente en la toma de imágenes de los cerebros de cinco atletas profesionales conocidos por haber experimentado traumas repetidos en la cabeza, y cinco sujetos no deportistas de la misma edad y sin antecedentes de traumatismo craneoencefálico. Un estudio similar pero mucho más grande, de tres años, se espera que comience este verano.
La ETC se caracteriza por la degeneración progresiva del tejido cerebral y la acumulación de la proteína tau, que proporciona apoyo estructural a los microtúbulos que transmiten las moléculas entre las células y las neuronas, por la vía axonal. Se cree que los golpes repetitivos en la cabeza hacen que estos microtúbulos se extiendan, se hinchen y se deshagan, por lo que la célula no puede funcionar y la proteína tau comienza a agruparse.
Los investigadores usaron diferentes técnicas de toma de imágenes para detectar estos cambios en el cerebro. Se utilizaron imágenes con tensor de difusión (ITD), una variación de la resonancia magnética (IRM), para examinar la compleja red de fibras nerviosas que conectan las diferentes áreas del cerebro. La ITD sigue el movimiento de moléculas de agua a través del cerebro, por lo que los investigadores pueden crear una imagen detallada de los axones mediante el análisis de la dirección de la difusión del agua.
Los investigadores observaron menos conexiones entre las neuronas y axones en las fibras de los sujetos del estudio piloto que poseían un historial de impactos en la cabeza. "Era muy evidente cuando poníamos las imágenes una junta a la otra que los atletas poseen atrofia avanzada o zonas donde las pistas de fibra han desaparecido", afirma Christopher Nowinski, codirector del CSTE y cofundador y presidente del Sports Legacy Institute, una organización sin fines de lucro con sede en Waltham, Massachusetts, que estudia las lesiones cerebrales en atletas y participó en el proyecto.
Los investigadores también utilizaron la espectroscopia de resonancia magnética (MRS, magnetic resonance spectroscopy), una técnica que mide los niveles de sustancias químicas y neurotransmisores en el cerebro. "Es como una biopsia virtual del cerebro, dado que logramos ver un análisis espectral de varios metabolitos bioquímicos sin entrar en él de forma invasiva", afirma Robert Stern, director adjunto del CSTE y profesor asociado de neurología en la Facultad de Medicina de la BU. "El estudio demostró diferencias muy llamativas y significativas entre los deportistas y los controles cuando se trataba de ciertas sustancias químicas", afirma Stern. Sin embargo, no quiso hacer comentarios sobre las diferencias químicas específicas porque fue sólo un estudio piloto.
Los cerebros de los cinco atletas con un historial de impactos en la cabeza eran anormales en una manera u otra, asegura Nowinski. Pero esto no significa necesariamente que los sujetos sufran ETC. "Ese es el objetivo del estudio más amplio, determinar si las anomalías significan algo", afirma.
El estudio más amplio incluirá un grupo de jugadores retirados de la NFL que, según los investigadores, poseen mayor riesgo de desarrollar la ETC, y un grupo de atletas retirados que han jugado deportes sin contacto y no tienen antecedentes de lesión cerebral repetitiva. Además de tomar imágenes de los cerebros de los jugadores utilizando ITD, MRS, e IRM avanzada, los investigadores tomarán ADN, sangre y muestras de fluido espinal para buscar factores de riesgo genéticos. También llevarán a cabo exámenes clínicos y neurológicos, así como pruebas neuropsicológicas. Los síntomas de la enfermedad incluyen problemas de memoria, control de los impulsos, depresión, apatía y problemas con habilidades cognitivas como la planificación.
"Si bien sabemos que el trauma cerebral repetitivo es una variable necesaria, no es una variable suficiente", explica Stern. En otras palabras, los investigadores no saben por qué algunas personas que sufren un trauma cerebral repetitivo contraen la enfermedad, mientras que otras no lo hacen, y no saben cuántos golpes, o qué tipo de golpes, podrían causar la enfermedad.
Mediante la combinación de diferentes herramientas, los investigadores de la BU esperan ser capaces de detectar y diagnosticar la ETC dentro de cinco años. El CSTE tiene más de 73 cerebros en su banco de cerebros, y más de 360 atletas se han comprometido a donar los suyos después de su muerte. Stern también confirmó que el centro recibirá el cerebro del jugador de 28 años de edad de la NHL Derek Boogard, encontrado muerto en su apartamento el 13 de mayo. Se estaba recuperando de una lesión cerebral traumática de final de temporada. El centro también ha encontrado pruebas de que los dos ex jugadores de la NHL que ha examinado tenían ETC.
"Las técnicas de imagen avanzadas son el futuro del diagnóstico precoz", afirma Gunnar Brolinson, decano asociado de investigación clínica del Virginia College of Osteopathic Medicine y médico del equipo de fútbol de Virginia Tech. Hasta entonces, asegura Brolinson, "hay que hacer que la cabeza esté fuera del juego creando mejores normas y educando a los jugadores, entrenadores y padres sobre las lesiones en la cabeza".
La NFL hizo significativos cambios en las reglas la temporada pasada teniendo esto en mente—sanciones más duras y fuertes multas para golpes de casco a casco o golpes contra jugadores indefensos.