Las conversaciones se centran en la financiación climática, pero los resultados de las elecciones de EE UU son de gran importancia
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Ha llegado la hora de la fiesta: la Conferencia de las Partes, más conocida como COP. Esta semana han comenzado las negociaciones de la COP29 en Bakú (Azerbaiyán). Esta cumbre mundial, que dura un par de semanas al año, es la mayor reunión anual sobre el cambio climático.
En esta ocasión, el tema es el siguiente: Los países tienen que ponerse de acuerdo para fijar un nuevo objetivo sobre la cantidad de dinero que debe destinarse a los países en desarrollo para ayudarles a financiar la lucha contra el cambio climático. ¿Complicando las cosas? Un presidente electo de EE UU cuyo enfoque del clima es muy diferente al de la actual administración (por usar el eufemismo del siglo).
Se trata de un momento clave que podría marcar la pauta de lo que será el mundo internacional del clima en los próximos años.
Esto es lo que necesitas saber sobre la COP29 y cómo la elección de Donald Trump está haciendo que las cosas cambien de color:
Las reuniones de la COP de la ONU son una oportunidad anual para que casi 200 naciones se reúnan para debatir (y, con suerte, actuar) sobre el cambio climático. Entre los grandes éxitos de las conversaciones se incluye el Acuerdo de París, un acuerdo global de 2015 que estableció el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
Este año, las negociaciones se celebran en Azerbaiyán, un Estado petrolero donde los haya. La producción de petróleo y gas representa más del 90% de los ingresos de exportación del país y casi la mitad de su PIB desde 2022. Un lugar perfectamente irónico para una cumbre mundial sobre el clima.
El debate más importante de este año se centra en la financiación mundial de la lucha contra el cambio climático, es decir, cuánto se necesita para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente al cambio climático y adaptarse a las condiciones extremas. El objetivo actual, fijado en 2009, es que los países industrializados aporten 100.000 millones de dólares anuales (95.000 millones de euros) a los países en desarrollo. La fecha límite era 2020, y ese objetivo se cumplió por primera vez en 2022, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, que lleva la cuenta de la financiación total a través de los informes de los países contribuyentes. En la actualidad, la mayor parte de esa financiación se realiza en forma de préstamos públicos y subvenciones.
La cuestión es que esa cifra de 100.000 millones de dólares era un tanto arbitraria: en París, en 2015, los países acordaron que en 2025 debería fijarse un nuevo objetivo, más amplio, para tener en cuenta cuánto necesitan realmente los países.
Parece que la cifra mágica se sitúa en torno al billón, con b, de dólares anuales (950.000 millones de euros). Sin embargo, está por ver cómo acabará resultando este objetivo, ya que existen desacuerdos sobre prácticamente todos los aspectos. ¿Cuál debería ser la cifra final? ¿Qué tipo de dinero debe contabilizarse: sólo los fondos públicos o también las inversiones privadas? ¿Qué países deben pagar? ¿Durante cuánto tiempo se mantendrá este objetivo? ¿A qué se destinará exactamente ese dinero?
Para resolver todos estos detalles se están reuniendo ahora los países. Pero una sombra que se cierne sobre estas negociaciones es el inminente regreso de Donald Trump.
Como dije la semana pasada, es casi seguro que la elección de Trump se traducirá en menos avances en la reducción de emisiones de los que podríamos haber visto bajo una administración más centrada en el clima. Pero podría decirse que más importante que el progreso nacional (o la falta de él) será cómo Trump cambie la posición climática del país en la escena internacional.
EE UU es el país que más carbono ha emitido a la atmósfera, el líder mundial en emisiones per cápita y la economía más rica del mundo. Si alguien debería liderar las conversaciones sobre financiación de la lucha contra el cambio climático, ese país es EE UU. Y, sin embargo, Trump va a llegar pronto al poder, y todos hemos visto esta película antes.
La última vez que Trump estuvo en el poder, sacó a EE UU del Acuerdo de París. Ha prometido volver a hacerlo, y podría dar un paso más y abandonar por completo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Si abandonar el Acuerdo de París es levantarse de la mesa, retirarse de la CMNUCC es como subirse a un cohete y volar en otra dirección. Es una acción más drástica y podría ser más difícil de revertir en el futuro, aunque los expertos tampoco están seguros de si Trump podría hacerlo técnicamente por su cuenta.
La incertidumbre de lo que ocurra después en EEUU es una nube que planea sobre estas negociaciones. «Esto va a ser más difícil porque no tenemos a unos EE UU dinámicos, insistentes y confiados que nos ayuden en la acción climática», dijo Camilla Born, asesora climática independiente y ex alta funcionaria del Reino Unido en la COP26, durante un evento en línea la semana pasada organizado por Carbon Brief.
Algunos expertos confían en que otros den un paso al frente para llenar ese vacío. "Hay muchos impulsores de la acción climática más allá de la Casa Blanca", afirmó Mohamed Adow, director fundador de Power Shift Africa, en el evento de CarbonBrief.
Si pudiera describir el ambiente actual en el mundo del clima, sería de incertidumbre. Pero las negociaciones de las próximas dos semanas podrían dar pistas sobre lo que podemos esperar para los próximos años. ¿Hasta qué punto frenará la acción climática mundial la presidencia de Trump? ¿Dará un paso adelante la Unión Europea? ¿Podría esto consolidar el ascenso de China como líder climático? Estaremos atentos a todo ello.