Esperamos que el próximo presidente de Estados Unidos siga luchando por los derechos de los trabajadores y consumidores del sector tecnológico y no por los de sus multimillonarios donantes políticos
En medio de la pugna por ser el próximo presidente de Estados Unidos, se está librando otra batalla: Silicon Valley contra Silicon Valley. En el bando de Donald Trump están inversores de capital riesgo como Marc Andreessen y Peter Thiel, y ejecutivos como Elon Musk. En el otro, ejecutivos como el fundador de LinkedIn, Reid Hoffman, y el magnate de las inversiones SV Angel, Ron Conway, que apoyan a Kamala Harris. La democracia parece estar en juego, y el arma elegida es el dinero contante y sonante.
Sin embargo, como miembro electo de la junta directiva del Sindicato de Trabajadores de Alphabet, afiliado a Trabajadores de las Comunicaciones de América, insto a los estadounidenses a que den un paso atrás y analicen críticamente el panorama que tenemos ante nosotros. Independientemente de quién gane en noviembre, los jefes de Silicon Valley tienen todas las de ganar. Esta es una estrategia conocida desde hace décadas, aunque esta vez es diferente, ya que en los últimos cuatro años cientos de miles de trabajadores del sector tecnológico han ido recuperando su poder.
La élite de la industria tecnológica ha sido durante mucho tiempo la más beneficiada por la economía estadounidense, y el movimiento para sindicalizar a los trabajadores de este sector pretende que esa élite rinda cuentas. Si el próximo presidente favorece los intereses de nuestros jefes por encima de los nuestros, las consecuencias podrían ser nefastas para todos los trabajadores del país y para muchos otros. Sabemos cómo luchar contra una futura administración Trump porque ya hemos pasado por eso antes. Lo que no está tan claro es si podemos contar, y hasta qué punto, con la administración de Harris como aliada.
En el escenario de la Convención Nacional Demócrata, la vicepresidenta Harris prometió anteponer las preocupaciones de los trabajadores a las de la América empresarial. Si mantiene su compromiso en este sentido y hace frente a la oposición bien financiada de Silicon Valley, encontrará aliados entre los trabajadores del sector tecnológico.
Los despidos masivos y la brutal represión sindical se han convertido en rutina en la industria tecnológica en los últimos años, obra de ejecutivos vinculados a ambos partidos. Y muchas de las innovaciones surgidas en Silicon Valley en la última década se han centrado claramente en reducir los costes del trabajo y eludir las leyes laborales. Esto ha desencadenado una carrera hacia el abismo que comienza con la subcontratación "gigificada" (término que se refiere al proceso por el cual el trabajo tradicional se transforma en gigs, trabajos temporales y flexibles) y —si los jefes se salen con la suya— termina con la sustitución de la mayor cantidad posible de mano de obra humana por IA generativa.
Estas medidas de reducción de costes afectan no solo a los sueldos de los trabajadores tecnológicos, sino también a la seguridad y la calidad de los productos tecnológicos que tienen una amplia cartera de usuarios.
Algunos ejecutivos se sienten cada vez más cómodos expresando públicamente opiniones contrarias a los trabajadores. Recientemente, en una conversación en X Spaces, Trump alabó el despido masivo de trabajadores por parte de Musk como forma de hacer frente a las huelgas. A principios de este año, el consejero delegado de Amazon, Andy Jassy, infringió la legislación laboral federal al afirmar que los trabajadores tendrían «menos poder» si se sindicalizaban. En el ámbito de la automatización, los ejecutivos de Nvidia, Duolingo, Klarna, Cisco e IBM han dejado claro recientemente que pretenden utilizar la IA para sustituir a trabajadores humanos.
Sin embargo, desde el gobierno y a través de campañas de base, los trabajadores y los defensores de los trabajadores están contraatacando. Bajo la administración Biden-Harris, el Departamento de Justicia, la Comisión Federal de Comercio (FTC) y la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB) han perseguido con ahínco las extralimitaciones empresariales y las infracciones laborales de las empresas tecnológicas y los ejecutivos que las dirigen.
El Departamento de Justicia ha luchado por unas prácticas de contratación justas: multó a Apple con 25 millones de dólares por discriminación en la contratación. La Comisión Federal de Comercio de Lina Khan ha intentado prohibir los acuerdos de no competencia, un componente clave de los contratos de empleo a voluntad que ofrecen las empresas tecnológicas y que tienen un efecto negativo sobre la capacidad de los trabajadores para buscar mejores salarios y prestaciones.
Además, la Comisión ha tenido siempre en cuenta los impactos sobre el trabajo a la hora de evaluar fusiones. Esta consideración va más allá de la manida norma del bienestar del consumidor y trata de garantizar que la competencia favorezca tanto a los trabajadores como a los consumidores. Asimismo, la NLRB se ha centrado en la subcontratación mediante la aplicación estricta de una norma de "empleador conjunto" que dificulta a las empresas el uso de la subcontratación como forma de eludir el salario mínimo y otras responsabilidades.
Sobre el terreno, los trabajadores nos hemos afiliado a sindicatos y los hemos reforzado para impulsar el diálogo y la acción. La Campaña para Organizar a los Empleados Digitales (CODE-CWA) ha liderado el sector, organizando a empresas que van desde Act Blue, la plataforma de recaudación de fondos que apoya a muchos candidatos demócratas, hasta la megacorporación Microsoft.
Nuestros sindicatos han presentado una petición tras otra contra los empleadores, y la NLRB ha trabajado incansablemente en hacer cumplir las leyes que incumplen nuestros jefes, lo que se ha conseguido victorias para los trabajadores en todos los ámbitos. De hecho, la NLRB ha tenido tanto éxito que algunas empresas tecnológicas —incluidas Amazon y SpaceX— están intentando debilitarla, alegando que su histórico papel en la administración de las relaciones laborales es inconstitucional.
Para los que estamos acostumbrados a los progresos difíciles y a los frecuentes reveses de los «Davides» del trabajo bajo el pulgar de los «Goliats» corporativos, los últimos años han sido un auténtico triunfo. Y estamos decididos a seguir luchando y a seguir ganando, con o sin el apoyo del próximo presidente.
¿Seguirá alguno de los candidatos impulsando el movimiento de los trabajadores? La respuesta no está muy clara. Los intereses económicos de la industria tecnológica se están posicionando en ambos bandos para defender una regulación más laxa. Mientras que los capitalistas de riesgo pro-Trump Andreessen y Ben Horowitz citaron eufemísticamente las "malas políticas gubernamentales" como la principal amenaza para el sector tecnológico, los influyentes de Silicon Valley del lado de Harris tampoco han salido precisamente en defensa de los trabajadores. De hecho, Hoffman dijo que Khan, de la FTC, está "librando una guerra contra las empresas estadounidenses" e instó a Harris a que la despidiera.
Aún no está claro si Harris comparte los puntos de vista de los multimillonarios que la apoyan, pero lo cierto es que persigue su dinero. Una reciente recaudación de fondos para la campaña de Harris en San Francisco consiguió 13 millones de dólares procedentes de una lista de invitados repleta de ejecutivos del mundo de la tecnología. Y, al parecer, la vicepresidenta está cortejando más directamente a los jefes tecnológicos, enviando a sus ayudantes a reunirse con líderes del sector de las criptomonedas y empresas de capital riesgo. Sus vínculos con el sector son antiguos y a menudo personales: se sabe que mantiene una buena relación con las exdirectoras de operaciones de Facebook Sheryl Sandberg y Laurene Powell Jobs, y, además, su cuñado es el director jurídico de Uber.
Aunque el equipo de Harris ha estado manteniendo conversaciones y explorando opciones, aún no ha anunciado ningún programa económico ni enfoque en materia de regulación, innovación o trabajo. Conseguir el dinero primero, sin hacer promesas públicas, es una decisión inteligente. No obstante, Harris también debería intentar captar nuestros votos y no solo el respaldo financiero de nuestros jefes.
En los últimos tiempos, los trabajadores de la industria tecnológica han demostrado poseer una actitud progresista. Mientras hacía campaña en 2020, Bernie Sanders mostró con orgullo su solidaridad con los trabajadores enfrentados a sus jefes multimillonarios. Y los trabajadores tecnológicos se volcaron con él, donando más a Bernie que a cualquier otro candidato presidencial durante las primarias —casi el doble que a Elizabeth Warren, la segunda candidata favorita del grupo—. Harris podría aprovechar ese poder en noviembre si se compromete de verdad con la causa.
Ahora es el momento de que Harris dé un paso al frente y haga una declaración en apoyo de los trabajadores, prometiendo continuar, si no ampliar, el enfoque Biden-Harris hacia las grandes tecnológicas. Algunos recordarán que, cuando se presentó como candidata a la presidencia en 2020, la senadora Harris se puso del lado de los conductores de Uber y en contra de los intereses de su cuñado durante un enfrentamiento por los derechos de los trabajadores gigas en California.
Sindicatos como el nuestro —así como todos aquellos estadounidenses que consideren que las condiciones de trabajo justas son esenciales para el funcionamiento de la democracia— pueden seguir presionando a Harris y a su equipo para que adopten una postura firme en defensa de los derechos y las protecciones de los trabajadores.
De hecho, la Unión de Trabajadores del Automóvil (UAW) presentó cargos laborales federales contra Trump y Musk después de esos comentarios imprudentes en el evento de Spaces, mientras que el presidente Biden acompañó a un piquete formado por trabajadores de la industria del automóvil. Voces como las suyas y las nuestras —las voces de los cientos de miles de trabajadores a los que representamos— seguirán alzándose. Si no se nos escucha, haremos más ruido.
Es mucho lo que está en juego en noviembre, y el único futuro verdaderamente democrático es uno con salarios justos, protección de los trabajadores y prosperidad compartida. Las élites tecnológicas están unidas contra ese futuro y están desarrollando activamente las herramientas de IA necesarias para destruirlo. Los trabajadores tecnológicos seguiremos ampliando nuestro poder colectivo para luchar contra esas élites. La única incógnita que queda por resolver es si la próxima administración estará de nuestro lado o del suyo.
Stephen McMurtry es ingeniero de software de Google y presidente de Comunicaciones del Sindicato de Trabajadores de Alphabet-CWA.