Las plantas de interior no son tan buenas para la calidad del aire como podría pensarse. La 'startup' Neoplants pretende solucionarlo
A finales de los años 80, la NASA realizó un estudio para determinar hasta qué punto plantas de interior como el aloe vera, la hiedra china y los crisantemos reducían la contaminación atmosférica. Los resultados fueron una bendición para los propietarios de viveros de todo el mundo, pues la investigación demostró que las plantas de interior pueden eliminar contaminantes nocivos, como el benceno y el formaldehído.
Sin embargo, el estudio de la NASA se realizó en cámaras selladas que imitaban los futuros hábitats espaciales de larga duración. Un análisis publicado en 2020 en el Journal of Exposure Science & Environmental Epidemiology ofrecía un contexto aleccionador: harían falta 680 plantas para limpiar el aire de una habitación de 1.500 sqft (unos 139 m2), algo poco realista para la mayoría de ciudadanos que tienen plantas. Sin embargo, si la empresa biotecnológica francesa Neoplants se sale con la suya, puede que solo se necesite una.
El producto estrella de Neoplants, anunciado a finales de 2022, es la Neo P1: la primera planta de interior modificada genéticamente para remediar la contaminación del aire interior. A primera vista, esta planta de alta tecnología no se distingue de la auténtica: una enredadera tropical originaria de las Islas Salomón (al sureste de Papúa Nueva Guinea), también conocida como hiedra del diablo o poto dorado. Es fotogénica, difícil de matar y crece rápido. A diferencia de las típicas plantas de vivero, también metaboliza los contaminantes del aire interior que pasan desapercibidos para los purificadores de aire tradicionales, que filtran las partículas. Por ejemplo, los compuestos orgánicos volátiles (VOCs, por sus siglas en inglés) producidos por la pintura, las estufas de gas y los materiales de construcción.
"Se trata de un doble enfoque ", explica Patrick Torbey, cofundador y director tecnológico de Neoplants. La primera es la ingeniería genética del metabolismo de la planta, mediante la introducción de genes adicionales en la planta. El equipo de Torbey, con sede en París, consiguió que el poto produjera enzimas que le permitieran utilizar los COV que absorben como fuentes de carbono en su metabolismo celular normal. En un círculo virtuoso, a mayor contaminación atmosférica solo crea más materia vegetal y mayor capacidad anticontaminante.
El segundo aspecto es el bacteriano. En una Neoplant, como en la naturaleza, los microbios hacen el trabajo pesado. Dos cepas de bacterias simbióticas insertadas en el suelo del Neo P1 convierten el formaldehído y los contaminantes conocidos como BTEX (benceno, tolueno, etilbenceno y xileno) en azúcares y aminoácidos inofensivos.
“Me decepcionaré si hay una planta en la Luna y no es una Neoplanta”.
"Las bacterias son parte importante de la mayoría de los ciclos de nutrientes", explica Jenn Brophy, investigadora de Stanford, cuyo laboratorio desarrolla plantas modificadas genéticamente con mayor resistencia al cambio climático. "Sin embargo, los microbiomas son muy difíciles de mantener. En cuanto envías un producto a un cliente, la viabilidad de estas bacterias disminuye". Esta vulnerabilidad parece ser el modelo de negocio de Neoplants: la empresa ofrecerá dosis concentradas de microorganismos patentados que denomina "gotas de energía" para mantener la eficacia de limpieza del aire de la planta. Deberán aplicarse mensualmente, como si de un filtro de un purificador de aire se tratara. "Dyson vende sus filtros, y nosotros vendemos microbioma", explica Lionel Mora, cofundador y CEO.
Por ahora, el propio poto solo es responsable de alrededor del 30% de la capacidad de limpieza del aire del Neo P1, mientras el microbioma se encarga del resto. Aunque Mora y Thorbey esperan que eso cambie pronto. Es más rápido mejorar los microbios que las plantas, explican, "los límites de lo que podemos hacer con la planta aún están muy lejos de nosotros. Ahora mismo estamos en la frontera de lo factible, pero vemos un potencial tremendo", augura Mora.
La Neo P1 es la primera incursión de la empresa. "Las plantas que filtran el aire pueden hacer que la gente cambie de idea sobre los transgénicos", asegura Brophy. "Tener algo que se pueda tocar y sentir, que no sea amenazador pero sí tangible, es una forma estupenda de introducir a la gente en el concepto de los organismos modificados genéticamente".
La sincronía es fortuita. Los potos se han convertido en compañeras en el paisaje interior del teletrabajo, del mismo modo que el debate político sobre las estufas de gas nos ha sensibilizado sobre peligros domésticos que se desconocían. Según la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de EEUU, sus ciudadanos pasan alrededor del 90% de su vida en interiores, donde las concentraciones de algunos contaminantes pueden ser de dos a cinco veces superiores a las del exterior. "Normalmente nos sentimos seguros dentro de casa", afirma Mora, que apunta: "El Covid-19 nos ha demostrado que, incluso dentro de casa, las cosas invisibles pueden ser muy perjudiciales".
Está claro que, en última instancia, Mora y Torbey miran más allá de la limpieza del aire del hogar, hacia aplicaciones climáticas. "Es más fácil tener un impacto en el dormitorio que empezar por la atmósfera", asegura Torbey. "Pero me decepcionaré si hay una planta en la Luna y no es una Neoplant".
Claire L. Evans es una escritora y música que explora la ecología, la tecnología y la cultura.