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Tres hombres conversan alrededor de una mesa. Al fondo se ve una proyección en la pared y otros grupos pequeños. Los participantes debaten sobre geoingeniería solar en un taller de la Iniciativa Degrees en Abiyán, Costa de Marfil. INICIATIVA DEGREES

Cambio Climático

El Sur global reclama su voz en el debate sobre la geoingeniería

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Organizaciones sin ánimo de lucro y grupos académicos trabajan para ayudar a las regiones vulnerables al clima a participar en el debate mundial sobre geoingeniería climática

  • por James Temple | traducido por
  • 16 Junio, 2023

Hay dos futuros hipotéticos: uno donde las naciones contrarrestan el cambio climático pulverizando partículas reflectantes en la estratosfera, y otro donde el mundo sigue calentándose. Hay grandes diferencias entre ambos casos, pero también cambios más pequeños y sutiles.

La malaria, por ejemplo, es la sexta causa de muerte en los países de renta baja. 

En 2070, el riesgo global de transmisión de esta enfermedad será casi el mismo en los dos mundos. Pero en la hipotética versión de la Tierra con geoingeniería solar, la amenaza de la enfermedad se ha desplazado en el mapa. En ese escenario, en África Oriental hay millones de personas que ya no viven en peligro de una picadura de mosquito potencialmente mortal. Mientras, en África Occidental hay 100 millones de personas más que sí están en riesgo.

Estas conclusiones, publicadas en Nature en 2022, subrayan las complejas disyuntivas que podrían acompañar a cualquier decisión sobre geoingeniería solar, además de la controvertida idea de que podríamos frenar el calentamiento global reflejando más luz solar hacia el espacio. También plantean cuestiones difíciles sobre quién debería decidir si el mundo utiliza o no herramientas que alteren todo el sistema climático, de forma que puedan beneficiar a muchas personas pero también crear nuevos peligros para otras.

"No se trata de erradicar el riesgo, sino de redistribuirlo de un lugar a otro", afirma Mohammed Mofizur Rahman, científico especializado en Cambio Climático y Salud en el Instituto de Investigación del Impacto Climático de Potsdam (PIK, por sus siglas en alemán).  Mofizur formó parte de un equipo internacional de investigadores que utilizó modelos informáticos para explorar estos mundos futuros. Los escenarios detallados comparan las emisiones y cantidades moderadas de geoingeniería, pero se exploraron y aún podrían explorarse otros futuros posibles.

El proyecto de investigación se llevó a cabo en el Centro Internacional de Investigación de Enfermedades Diarreicas de Bangladesh (ICDDR’B, por sus siglas en inglés). Y fue financiado por la Degrees Initiative (Reino Unido), una organización sin ánimo de lucro cuya misión es ayudar a los habitantes de los países emergentes y más calurosos (aquellos que afrontan los mayores riesgos climáticos) a participar en el debate mundial sobre la geoingeniería solar y estudiar los efectos que podría tener en sus regiones.

"Si funciona bien para reducir riesgos, son los que más tienen que ganar", afirma Andy Parker, director ejecutivo de Degrees Iniciative. "Si sale mal o se rechaza prematuramente, tienen mucho que perder".

"Históricamente, no han estado bien representados", añade Parker. "La mayor parte de la investigación se ha realizado en las economías más grandes del mundo".

La Degrees Iniciative, que ya tiene 13 años, anunció en febrero que financiaría otros 15 proyectos de investigación. Esta es la parte más destacada de un esfuerzo cada vez mayor por garantizar que la población de los países con rentas más bajas tengan más voz en el diálogo sobre la geoingeniería solar.

El 17 de abril, Shuchi Talati (antiguo funcionario de la administración Biden) presentó una organización sin ánimo de lucro que ayudará a las ONGs de regiones vulnerables al clima a participar en los esfuerzos por establecer normas u organizaciones que guíen cualquier investigación o uso de esas tecnologías. Otros grupos encuestan a ciudadanos y expertos de estas naciones para comprender mejor cómo se perciben estas tecnologías.

Sin embargo, los detractores de la investigación en geoingeniería sostienen que, sean cuales sean los objetivos declarados, tales esfuerzos legitiman el desarrollo y una intervención climática que, insisten, es demasiado arriesgada como para plantearse. Jennie Stephens, catedrática de Ciencia y Política de la Sostenibilidad de la Universidad Northeastern (Boston, Massachusetts), afirma que la geoingeniería nunca podrá gobernarse de forma justa y equitativa, dados los desequilibrios de poder a escala mundial.

Según Stephens, ha habido un "esfuerzo muy estratégico para conseguir que esto se generalice, y sea eficaz. Cada vez está más legitimado como opción potencial en el futuro, y la creación de redes de conocimiento en torno a este tema está ampliando ese esfuerzo de presión ".

Una obligación moral

El cambio climático afectará sobre todo a las zonas más cálidas y menos pudientes del planeta. Ya que el aumento de las temperaturas amenaza con llevar las condiciones más allá de lo que es sostenible para los cultivos, o seguro para los seres humanos y los animales. Además, estas regiones a menudo carecen de los recursos necesarios para contrarrestar los peligros de las olas de calor extremo, la subida del nivel de los océanos, las sequías o las inundaciones con medidas de adaptación al clima, como, por ejemplo, plantas desalinizadoras, malecones o incluso aire acondicionado.

Para algunos defensores de la investigación en geoingeniería, que los peligros climáticos provocados por las emisiones de los países más ricos recaigan abrumadoramente sobre los más pobres crea una obligación moral de, al menos, explorar esa posibilidad.

Sin embargo, los detractores argumentan que el estudio de estas tecnologías alivia la presión para abordar el factor principal del cambio climático: la extracción y quema de combustibles fósiles. A su vez, esto amenaza con concentrar aún más el poder económico mundial y perpetuar las desigualdades, injusticias y explotación entre naciones pobres y ricas, argumentan en su informe de 2020 tanto Stephens como Kevin Surprise, profesor del Mount Holyoke College (Massachusetts).

En cualquier caso, los académicos, activistas y ecologistas del norte global se limitan con demasiada frecuencia a pronunciarse sobre los intereses de zonas enormes y heterogéneas del mundo. Y no se comprometen de forma significativa con los investigadores, las organizaciones sin ánimo de lucro y los ciudadanos de esas naciones, según afirma Sikina Jinnah, profesora de Estudios Medioambientales de la Universidad de California en Santa Cruz.

"Se trata del norte global hablando en nombre del sur global", reafirma. Es otra violación de la justicia medioambiental, una "incrustada en el propio discurso".

Numerosos estudios de sugieren que la pulverización de partículas en la estratosfera, el aclaramiento de las nubes costeras o técnicas similares de geoingeniería podrían reducir las temperaturas globales.

No obstante, los promedios planetarios dicen poco sobre las formas complejas, contradictorias, superpuestas y, a veces, impredecibles en que las condiciones climáticas regionales interactúan con los ecosistemas, las economías, las infraestructuras, los sistemas de respuesta a emergencias y otros elementos. Algunos estudios han puesto de relieve la posibilidad de que se produzcan efectos colaterales negativos, como una fuerte disminución de las precipitaciones monzónicas en determinadas zonas, lo que tendría implicaciones radicales para la producción de alimentos.

Estas tensiones plantean una serie de cuestiones espinosas: ¿Cuál es la temperatura media adecuada? ¿Es adecuado utilizar la geoingeniería solar si ayuda a la mayoría de los países, pero tiene efectos calamitosos en algunos? ¿A qué organismo corresponde decidir si es correcto utilizar una tecnología que podría alterar todo el clima? ¿Qué constituye un consenso mundial aceptable sobre una cuestión de tan hondo calado?

Hasta la fecha, esta conversación y la investigación que la informa han estado dominadas por voces y científicos de naciones acomodadas.

Eso no quiere decir que las economías emergentes hayan sido actores pasivos, esperando invitaciones a talleres o financiación de organizaciones sin ánimo de lucro con sedes en Occidente. Los investigadores chinos han sido los cuartos más prolíficos en la producción de artículos sobre geoingeniería solar desde 2009, y los científicos de India también han generado docenas de artículos, según un análisis de Jinnah.

Sin embargo, alrededor del 80% de la investigación realizada durante ese tiempo ha sido llevada a cabo por científicos de países de renta alta, principalmente en EE UU y Europa. Esta concentración suscita serias dudas sobre si se están estudiando las cuestiones más relevantes y acuciantes para las regiones que más se juegan, y si los resultados colectivos se percibirán como representativos y legítimos.

Grados

La organización que más tarde se convertiría en la mencionada Degrees Iniciative se fundó en 2010 como una asociación entre el Fondo para la Defensa del Medio Ambiente (EDF, por sus siglas en inglés), la Royal Society y la Academia Mundial de Ciencias (TWAS, por sus siglas en inglés). En un principio, se concibió como un proyecto de un año para redactar un informe sobre cómo debería regirse la investigación en geoingeniería solar. Pero la conclusión fue que había que trabajar más antes de hacer recomendaciones concretas.

Entonces, su misión pasó a ser ayudar a los países vulnerables al clima a participar en ese diálogo. Degrees empezó a asociarse con organizaciones locales para organizar talleres en países como India, China, Pakistán y Etiopía, con la esperanza de compartir conocimientos y crear vínculos.

El profesor Abiodun sostiene un micrófono y señala las estadísticas climáticas proyectadas en la pantalla detrás de él.
Babatunde Abiodun, profesor de la Universidad de Ciudad del Cabo, presenta una investigación que explora el impacto potencial de la geoingeniería solar en las cuencas de los ríos africanos en un taller de la Iniciativa de Grados.

En 2018, el grupo lanzó el Degrees Modeling Fund, originalmente llamado Decimals Fund, para ayudar a apoyar la investigación de científicos en estas naciones vulnerables.

"Los talleres fueron un buen primer paso, pero quedó claro que no se adquieren conocimientos organizando actos o redactando informes", afirma Parker en un correo electrónico.

El Degrees Modeling Fund ha concedido ya casi 2 millones de dólares (1,8 millones de euros) en subvenciones a investigadores de 21 países emergentes que estudian estas cuestiones. Entre otros proyectos, los investigadores están estudiando el impacto potencial de la geoingeniería solar sobre las condiciones de sequía en Sudáfrica, los glaciares andinos en Chile y las precipitaciones monzónicas de verano en la India.

La organización, que cuenta con una plantilla de ocho personas, concede subvenciones de hasta 75.000 dólares (unos 69.800 euros) y reúne a investigadores de países de rentas más bajas junto expertos consagrados en estos temas. Todos los proyectos se basan en datos de modelos climáticos y geoingeniería existentes para explorar cuestiones de interés regional.
Además, la organización no financia experimentos de geoingeniería solar al aire libre.

Rahman, del Instituto de Potsdam, no está a favor de la geoingeniería solar. Aunque afirma que es crucial que los investigadores de los países emergentes estudien por sí mismos el tema y exploren cuestiones que podrían tener enormes implicaciones locales, pero quizá no se les ocurran a los científicos de EE UU o la UE.

Esto garantiza que su trabajo pueda servir de base para las negociaciones mundiales sobre las respuestas adecuadas contra el cambio climático, a través de la ONU o por otros medios. Señala también que el estudio sobre la malaria, en el que participaron investigadores de Georgetown, Rutgers, la Universidad de Ciudad del Cabo y otras instituciones, subraya que Occidente no puede agruparse fácilmente como posible ganador o perdedor de la geoingeniería solar.

"Hay compensaciones", asegura Rahman, y los países deben saber cuáles son y "quién se sacrificará".

Deliberación justa

Sin embargo, una de las preocupaciones es que la ciencia, por sí sola, no puede abordar las complejas cuestiones éticas, políticas y sociológicas que plantea la geoingeniería solar. Algunos sostienen que estos esfuerzos no deberían llevarse a cabo en ausencia de un compromiso público más amplio y una investigación en ciencias sociales.

Talati, ex jefa de personal de la Oficina de Gestión de la Energía Fósil y el Carbono del Departamento de Energía de EE UU (DOE, por sus siglas en inglés), espera que la Alianza para la Deliberación Justa sobre la Geoingeniería Solar (DSG, por sus siglas en inglés), la organización sin ánimo de lucro que ha lanzado recientemente, pueda contribuir a llenar algunas de estas lagunas.

El grupo, con sede en Washington (EE UU), trabajará con expertos locales y grupos de la sociedad civil para convocar reuniones y talleres, desarrollar ejercicios que ayuden a construir la comprensión y aumentar el compromiso, e identificar cuestiones de investigación relevantes para explorar en las ciencias sociales y físicas. Además, proporcionará recursos accesibles al personal y el profesorado de las organizaciones sin ánimo de lucro y las universidades de regiones vulnerables. El objetivo es fomentar su participación en los debates nacionales e internacionales sobre cómo se investiga, desarrolla, regula y utiliza la geoingeniería solar.

El DSG no abogará por la investigación o el uso de la geoingeniería, ni presionará para que la opinión pública acepte o rechace la idea, afirma Talati. Su objetivo es garantizar que los procesos de toma de decisiones sean inclusivos y justos.

"Si queremos que este campo crezca con legitimidad y que podamos entablar debates más informados, tenemos que crear vías de acceso al clima para la sociedad civil y las personas vulnerables ", afirma Talati, que también fue becaria residente en el Foro para la Evaluación de la Ingeniería Climática de la American University (Washington). Además, es copresidenta del consejo asesor de un proyecto de investigación sobre geoingeniería solar en Harvard (Massachusetts).

Suchi Talati
Shuchi Talati, fundador de Alliance for Just Deliberation on Solar Geoengineering.

Según Jane Long, exdirectora asociada del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (LLNL, en inglés), Talati está abordando algo que, en los esfuerzos anteriores, faltaba por explorar.

"Está intentando que la población [del sur global] entienda qué es la geoingeniería, y qué tipo de preocupaciones e intereses pueden tener", remarca Long. "No solo para saber cuáles son, sino para asegurarse de que se comunican con la comunidad investigadora, que está en gran parte en el norte global".

La Degrees Iniciative también tiene previsto crear un fondo de apoyo a la investigación en ciencias sociales este mismo año.

Experiencia directa con catástrofes

Por otra parte, Jinnah, de la Universidad de Santa Cruz (California), dirige y recauda fondos para una amplia encuesta plurianual destinada a estudiar la percepción de la geoingeniería solar como posible respuesta al calentamiento global.

Talati y Alice Siu, directora asociada del Laboratorio de Democracia Deliberativa de Stanford (California), son los coinvestigadores principales de ese proyecto.

Jinnah afirma que están adoptando un enfoque de "sondeo deliberativo" que va más allá de las encuestas o los sondeos estándar. El equipo organizará reuniones con debates moderados, y espacios de preguntas y respuestas con expertos. También elaborarán y presentarán material informativo redactado de forma neutral en las diferentes lenguas locales, con la ayuda del programa de comunicación científica de la Universidad de Santa Cruz.

El objetivo es dedicar tiempo a ayudar a la población a comprender las cuestiones básicas, antes de pedirles su opinión sobre un tema con el que muchos pueden no estar familiarizados.

Jinnah explica que, tras estos esfuerzos, esperan saber si las personas que han participado piensan que la geoingeniería solar debería considerarse parte de una cartera global de respuestas climáticas. Y, en caso afirmativo, en qué condiciones.

Los investigadores esperan llevar a cabo estas conversaciones en 35 países.

Ya tenemos algunos indicios de cuáles podrían ser esas actitudes en zonas vulnerables al clima, al menos entre los expertos locales. Según los resultados preliminares del proyecto GENIE, financiado por la Unión Europea, los encuestados de unos 30 países del sur global apoyan más la investigación en geoingeniería solar y perciben menos riesgos que sus homólogos de Occidente.

Según Benjamin Sovacool, profesor de Política Energética de la Universidad de Sussex (Reino Unido) e investigador principal del proyecto, los primeros resultados también indican que los expertos de las regiones más amenazadas por el cambio climático (como el aumento del nivel del mar, la decoloración de los arrecifes de coral y las olas de calor extremas) suelen tener una opinión más favorable tanto de la geoingeniería como de la eliminación de gases de efecto invernadero.

"La experiencia directa con catástrofes climáticas parece un mejor factor de predicción que la pertenencia al norte o al sur global", asegura Sovacool.

Comprender los beneficios y los riesgos

Rahman afirma que la financiación y otras ayudas de Degrees Iniciative impulsan a los investigadores a adquirir los conocimientos necesarios para realizar más estudios y explorar otros temas por su cuenta. Y añade que el programa ha empezado a suscitar más conversaciones y colaboraciones entre investigadores de diversos países emergentes.

Inés Camilloni, profesora del departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas de la Universidad de Buenos Aires (Argentina) y autora de varios informes del panel climático de la ONU, también afirma que Degrees Iniciative ha amparado a investigaciones sobre geoingeniería solar en regiones climáticamente vulnerables.

Junto sus colegas, empleó una beca Degrees Iniciative a explorar cómo la geoingeniería solar podría afectar al flujo de agua a través de la cuenca hidrográfica del Plata, una vasta red de ríos que se extiende por cinco países del sudeste de América. El estudio, publicado en 2022, concluyó que podría reducir los riesgos de estiaje y las temperaturas extremas en relación con un mundo calentado por altos niveles de emisiones contaminantes. Pero también podrían aumentar los peligros de inundaciones.

Camilloni señala que Degrees Iniciative también financió estudios en Chile y Brasil, y añade que en América Latina se había trabajado poco sobre el tema.

No obstante, Camilloni afirma que es necesario investigar más, utilizando más modelos para explorar más escenarios y más preguntas: "Tenemos que entender mejor los beneficios y los riesgos a esta escala".

Sin embargo, Stephens (de Northeastern) sostiene que las organizaciones no deberían apoyar ni financiar la investigación. Pues opina que tales esfuerzos son inherentemente pro-geoingeniería y crean una pendiente resbaladiza.

"Es una tecnología peligrosa que no debemos perpetuar ni ampliar la financiación y la investigación en ella", afirma Stephens. "Cuanto más se financia algo y se investiga sobre ello, más probabilidades hay de que se utilice".

Stephens forma parte de un grupo de más de 400 académicos que, a principios de 2022, firmaron una carta abogando por un Acuerdo Internacional de No Uso de la Geoingeniería Solar. En ella, se pedía a los países que se comprometieran a no desplegar tales tecnologías, impedir que los organismos nacionales de financiación apoyaran su desarrollo y prohibir los experimentos al aire libre.

"Dados los bajos costes monetarios previstos de algunas de estas tecnologías, existe el riesgo de que unos pocos países poderosos se dediquen a la geoingeniería solar unilateralmente o en pequeñas coaliciones, incluso cuando la mayoría de los países se opongan a dicho despliegue", aseguró la carta. "En resumen, el despliegue de la geoingeniería solar no puede gobernarse globalmente de manera justa, inclusiva y eficaz".

Parker discrepa rotundamente de lo que denomina una "idea absurda y espuria" de que apoyar la investigación conducirá a utilizar la geoingeniería solar. Y señala diversos estudios sobre otras propuestas para contrarrestar el cambio climático que han tenido el efecto contrario. El interés por ideas como fertilizar el fitoplancton que absorbe carbono y hacer que los desiertos u otras superficies sean más reflectantes disminuyó después de que la investigación demostrara que podían ser menos eficaces o más peligrosas de lo esperado.

"Si los climatólogos de África Occidental quieren entender lo que esto puede significar para su región, facilitarles la tarea es algo positivo", afirma Parker. "No creo que lleve a las naciones de África Occidental a querer hacer geoingeniería solar, sino que les permitirá entender y argumentar a favor de sus intereses a la hora de plantearse si usarla o no".

Mientras tanto, Talati reconoce que el mundo no va a desarrollar una forma perfectamente justa y equitativa de gobernar la investigación sobre geoingeniería solar, o su posible uso algún día.

"Tenemos que intentar construir algo lo más justo posible", concluye. "Ignorarlo o no investigarlo tampoco hará que no ocurra. Tenemos que funcionar dentro de la realidad en la que estamos, e intentar mejorarla."

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