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STEPHANIE ARNETT/MITTR

Biotecnología

La inversión de 180 millones de dólares de Sam Altman para retrasar la muerte

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¿Pueden los avances antienvejecimiento añadir 10 años saludables a la vida humana? El consejero delegado de OpenAI está pagando para averiguarlo 

  • por Antonio Regalado | traducido por
  • 13 Marzo, 2023

Cuando la start-up Retro Biosciences salió a la luz a mediados de 2022, anunció que había conseguido 180 millones de dólares (unos 170 millones de euros) para financiar una osada misión: añadir 10 años a la esperanza de vida humana. En 2021, había establecido su sede en un almacén cerca de San Francisco, atornillando contenedores de transporte al suelo de hormigón para crear espacios de laboratorio para los científicos que se habían unido a la empresa.

Retro Biosciences afirmó que "premiaría la velocidad" y "reforzaría los circuitos de retroalimentación" como parte de una "misión agresiva" para detener el envejecimiento, o incluso invertirlo. Pero no aclaró de dónde procedía el dinero. En aquel momento, era una "start-up misteriosa, cuyos inversores permanecen en el anonimato", según los informes de prensa.

Ahora, MIT Technology Review revela que Sam Altman, gurú de las start-ups, inversor de 37 años y consejero delegado de OpenAI, ha aportado la suma total.

Altman pasa casi todo su tiempo en OpenAI, una empresa de inteligencia artificial cuyos chatbots y programas de arte electrónico han revolucionado la esfera tecnológica con sus capacidades similares a las humanas.

Sin embargo, el dinero de Altman es otra cosa. Asegura que ha vaciado su cuenta bancaria para financiar dos objetivos diferentes, pero igualmente ambiciosos: energía ilimitada y prolongación de la esperanza de vida.

Una de esas apuestas es Helion Energy, la start-up de energía de fusión en la que ha invertido más de 375 millones de dólares (unos 355 millones de euros), según declaró a CNBC en 2021. La otra es Retro Biosciences, a la que Altman entregó cheques por valor de 180 millones de dólares (unos 170 millones de euros) ese mismo año.

"Es mucho. Cogí todo mi patrimonio líquido y lo invertí en estas dos empresas", afirma Altman.

Hasta ahora, no se había informado de la inversión de Altman en Retro Biosciences. Es una de las mayores inversiones jamás realizadas por una persona en una empresa que persigue la longevidad humana.

Desde hace tiempo, Altman es una figura prominente en la escena de Silicon Valley, donde ya dirigió Y Combinator, la incubadora de star-tups en San Francisco. Pero su perfil ha alcanzado fama mundial con el lanzamiento de ChatGPT por OpenAI, un software capaz de escribir poemas y responder preguntas.

El avance de la IA ha convertido a esta empresa de siete años en "un improbable miembro del club de las superpotencias tecnológicas", según Fortune,. Microsoft se comprometió a invertir 10.000 millones de dólares (unos 9.500 millones de euros); y Altman, con 1,5 millones de seguidores en Twitter, está consolidando una reputación cuyas creaciones parecen seguras de alterar la sociedad de forma radical. 

Altman no aparece en la lista Forbes de multimillonarios, pero no significa que no sea extremadamente rico. Sus amplias inversiones han incluido participaciones iniciales en empresas como Stripe y Airbnb.

 "He sido inversor tecnológico en fase inicial en el mayor mercado alcista de la historia", afirma Altman.

Tecnología dura

Ahora, el inversor pone su capital a un nivel que califica de "orden de magnitud" superior al que podía hacerlo en Y Combinator. Además, ha concentrado esas apuestas en unas pocas áreas de la tecnología que cree que tendrán el mayor impacto positivo en los asuntos humanos: IA, energía y biotecnología antienvejecimiento.

Helion, con sede en Everett (Washington, EE UU), aspira a domar la trituración de átomos para crear una "fuente ilimitada de energía limpia". El objetivo de Retro Biosciences es prolongar la esperanza de vida humana descubriendo cómo rejuvenecer nuestros cuerpos, según Joe Betts-LaCroix, su director general y cofundador.

Todas estas empresas, incluida OpenAI, son lo que Altman denomina start-ups "duras", es decir, aquellas que requieren grandes inversiones para lograr avances científicos y dominar una tecnología difícil. Altman ha pasado de respaldar aplicaciones de rápido crecimiento y a sus fundadores durante el boom de la Web 2.0, a respaldar a científicos que realizan investigaciones a largo plazo. 

Las empresas de ciencias duras son más caras de financiar, pero Altman cree que sus ambiciosos objetivos tienen más probabilidades de atraer a ingenieros con talento. Recientemente tuiteó una cita de Daniel Burnham, arquitecto de la época victoriana: "No hagas pequeños planes. No tienen magia para agitar la sangre de los hombres".

Aunque la fusión y la prolongación de la vida podrían ser proyectos inverosímiles, pues algunos investigadores afirman que son quimeras, también es cierto que poca gente esperaba ver a una IA aprobar un examen de medicina en 2023, como hizo ChatGPT, el software de OpenAI. De hecho, según Altman, estas start-ups complejas tienen más posibilidades de éxito que las sencillas. Esto se debe a que puede haber miles de start-ups vendiendo aplicaciones para compartir fotos, pero solo unas pocas son capaces de construir reactores de fusión experimentales.

Escalabilidad

Altman afirma que ha estado apostando en áreas donde las tendencias subyacentes le hacen pensar que tecnologías que ahora parecen imposibles podrían funcionar relativamente pronto. Eso ocurrió con OpenAI, fundada en el año 2015. La empresa tomó un tipo de programa de aprendizaje automático llamado transformador, y lo escaló paulatinamente, gastando más de 1.000 millones de dólares (unos 950 millones de euros) para comprar tiempo de computación mientras desarrollaba sus productos.

En cuestión de segundos, los programas resultantes pueden crear imágenes y pasajes de texto complejos, que pasan por trabajo humano. "Tenemos un algoritmo que puede aprender, y parece seguir escalando con más computación", declaró Altman a Rescale.

En el caso de la energía de fusión, Altman observó una tendencia hacia imanes cada vez más grandes y potentes. Los imanes son necesarios para mantener el vórtice de plasma caliente a 100 millones de grados en el núcleo del reactor. Altman dice que al principio invirtió unos 10 millones de dólares (unos 9,5 millones de euros) en Helion, pero luego aumentó su apuesta al "confiar en que funcionaría".

Aunque la fusión aún no está resuelta, pues los reactores siguen consumiendo más energía de la que producen, Altman ha estado instando a Helion a trazar planes sobre cómo podría construir varios reactores al día. Esto es necesario, si se desea que la energía de fusión tome el relevo del carbón y el gas.

"El aprendizaje central de mi carrera ha sido ése: escalar, y ver qué pasa", asegura Altman.

Sangre joven

Hace ocho años, Altman empezó a interesarse por la investigación de la "sangre joven". Se trataba de estudios donde los científicos cosían ratones jóvenes y viejos para que compartieran un mismo sistema sanguíneo. La sorpresa fue que los ratones viejos parecían rejuvenecer, en parte.

Un experimento espeluznante, pero, en cierto modo, extraordinariamente sencillo. Por aquel entonces, Altman dirigía Y Combinator y encargó a sus empleados que investigaran los avances de los científicos antienvejecimiento.

"Fue un resultado que no esperaba, y luego otro que tampoco esperaba. Así que algo está sucediendo, tal vez hay un secreto aquí que va a ser más fácil de encontrar de lo que pensamos", opina el inversor.

En 2018, Y Combinator lanzó un curso especial para empresas de biotecnología, invitando a aplicar a aquellas con "esquemas radicales contra el envejecimiento". Pero, al poco tiempo, Altman se alejó de Y Combinator para centrarse en su rol en OpenAI.

Luego, en 2020, unos investigadores de California demostraron que podían conseguir un efecto similar al de la sangre joven al sustituir plasma de ratones viejos por agua salada y albúmina (una proteína que se encuentra en gran medida en los linfocitos). Eso sugería que el problema residía en la sangre vieja. Solo diluyéndola, junto a las toxinas que contiene, la medicina podría acercarse un paso más a la cura del envejecimiento.

Se trataba de estudios donde los científicos cosían ratones jóvenes y viejos para que compartieran un mismo sistema sanguíneo. La sorpresa fue que los ratones viejos parecían rejuvenecer, en parte.

"Sam me llamó y me dijo: 'Santo cielo' -estoy parafraseando, no es lo que dijo- '¿Has visto este artículo sobre la intervención con plasma?", recuerda Betts-LaCroix, que fue socia de biotecnología a tiempo parcial en Y Combinator, y  dirige un encuentro de entusiastas de la longevidad.

Betts-LaCroix estuvo de acuerdo en que era genial y alguna empresa debería dedicarse a ello. "¿Qué tal si te financio para que lo hagas?", le preguntó Altman.

No obstante, Betts-LaCroix ya estaba trabajando en otra idea. Acababa de cerrar Vium, una empresa anterior que había intentado "digitalizar" colonias de ratones añadiendo cámaras e inteligencia artificial para supervisar los experimentos. Vium recaudó más de 50 millones de dólares (unos 47 millones de euros), pero no tuvo éxito. Ese año se integró en otra empresa biotecnológica, que pagó 2,6 millones de dólares (unos 2,4 millones de euros) por sus activos.

El nuevo plan de Betts-LaCroix consistía en crear una empresa que se dedicara a la reprogramación celular, otro campo en auge que implica técnicas para rejuvenecer las células mediante ingeniería genética. Ya se había asociado con Sheng Ding, un investigador chino que había desarrollado nuevas formas de reprogramar células. Betts-LaCroix también pensó que los procesos que utilizan las células para deshacerse de toxinas, conocidos como autofagia, podrían ser una importante vía a explorar.

Entonces, Altman le sugirió: "¿Por qué no haces todas esas cosas?".

"Lo haré. Construiré una empresa multiprograma en torno a la biología del envejecimiento, ésa es la gran jugada. [Altman] me dijo: 'Estupendo, vamos a por ello'", recuerda Betts-LaCroix.

La nueva empresa necesitaría mucho dinero, suficiente para mantenerse a flote al menos siete u ocho años mientras investigaba, encontraba contratiempos y los superaba. También tendría que hacerlo con rapidez. En muchas empresas biotecnológicas, el gasto lo decide un consejo de administración. Pero en Retro Biosciences, Betts-LaCroix tiene todo el poder de decisión, quien declara: “No tenemos burocracia. Yo soy la burocracia".

Por ejemplo, en lugar de esperar a disponer de un espacio de laboratorio escaso, Betts-LaCroix llenó un almacén con 40 contenedores prefabricados y equipados como laboratorios. Así, pudo llevar a cabo sus primeros experimentos con rapidez, incluida la repetición de algunos de los trabajos con plasma en ratones. Betts-LaCroix presentó algunos resultados iniciales en una reunión celebrada en 2022, donde afirmó que los ratones a los que se había administrado plasma de sustitución parecían más fuertes tras el tratamiento.

Una 'start-up' misteriosa

Cada semana, el personal de Retro Biosciences archiva notas sobre lo que ha ido bien, y mal, en el laboratorio. Betts-LaCroix cuenta que, a menudo, llama a Altman durante el fin de semana para transmitir los aspectos más destacados, quien a veces le hace sugerencias.

Sin embargo, hasta ahora la participación de Altman en la empresa había sido confidencial. Esta fue una decisión de Betts-LaCroix, quien quería que Retro Biosciences labrara su propio camino. Altman estuvo de acuerdo, ya que intenta "tener cuidado para no hacer sombra a los directores ejecutivos con los que trabajo".

Cuando Betts-LaCroix sacó a la empresa del anonimato a mediados de 2022, a través de una serie de tuits, no reveló el apoyo económico que Altman había extendido el año anterior, sino que aseguró que era "afortunado de contar con una financiación inicial por valor de 180 millones de dólares (unos 170 millones de euros)". Esto "aseguraría" las operaciones de la empresa durante el resto de la década, a medida que alcanza sus "primeras pruebas de concepto" para la prolongación de la vida.

Empleados de Retro Bio sentados en la parte superior de los contenedores de envío que conforman su espacio de laboratorio
Joe Betts-Lacroix, director ejecutivo de Retro Biosciences, posa con el personal en la parte superior de los contenedores de envío que la empresa usa como espacio de laboratorio.

Además, el nombre de Altman podía ser una distracción, afirman personas familiarizadas con las ideas de la empresa. Tenía un gran nombre, pero por razones equivocadas. Aunque la medida de Altman en el mundo de las start-ups no tiene parangón, su reputación es casi inexistente en los laboratorios de biología y los círculos farmacéuticos, unos entornos donde el historial científico de una persona es primordial.

"Nunca había oído el nombre de Sam Altman", dice Irina Conboy, investigadora de la Universidad de California en Berkeley, cuyo trabajo en plasma le había entusiasmado. Conboy sí conoce a Betts-LaCroix en el campo de la longevidad pero dice que, durante un almuerzo que él organizó para hablar del negocios, ella le hizo saber que estaba centrada en los descubrimientos científicos.

"100 millones es un número, no un avance", explica Conboy.

Mala prensa

Toda tecnología también entraña sus riesgos. En el caso de la IA, los chatbots pueden vomitar mentiras y desinformación. En el caso de la inversión de la esperanza de vida, si es que funciona alguna vez, uno de los riesgos citados a menudo es el resentimiento público. Sobre todo, si se va a poner primero a disposición de gente rica, como Altman. Si el respaldo de Altman se hiciera público, se encasillaría a Retro Biosciences como un proyecto de vanidad de un multimillonario.

Había motivos para la preocupación. En el año 2016, después de que Peter Thiel, uno de los mentores de Altman, expresara su interés por la posibilidad de recibir transfusiones de sangre para retrasar el envejecimiento, los medios se burlaron de él como si fuera un vampiro a la caza de víctimas jóvenes. Un año después, Silicon Valley, la serie paródica de HBO clavó la estaca con un episodio titulado Blood Boy. En él, un ficticio director general de Tecnología asiste a una reunión mientras sus venas están conectadas a las de un apuesto joven, presentado como su "asociado de transfusión".

"No queremos que estos viejos multimillonarios paguen a los donantes de plasma para hacer donaciones", declaró a un público europeo el verano pasado. También afirmó que, en su lugar, la empresa espera encontrar intervenciones más "plausibles", como fármacos que imiten los efectos de la reposición sanguínea y puedan ser utilizados por millones de personas.

"No queremos discriminar a los multimillonarios. Solo digo que no queremos terapias carísimas, incómodas y difíciles de aplicar", añadió Betts-LaCroix.

Por su parte, Altman afirma que su régimen personal antienvejecimiento consiste en " comer sano, hacer ejercicio, dormir lo suficiente" y tomar metformina, un medicamento biguanida, es decir, un antidiabético oral que se ha hecho popular en los círculos de Silicon Valley con la teoría de que puede mantener a la gente más sana durante más tiempo. "¡Espero utilizar una Retro-terapia algún día!", desea Altman.

OpenAI para la longevidad

Una de las razones por las que la investigación contra el envejecimiento puede parecer un área prometedora para la inversión es que no en el pasado ha atraído muchos fondos, al menos en relación con la magnitud del problema. Casi una quinta parte del PIB estadounidense, 4.300 millones de dólares (unos 4.070 millones de euros), según los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, se gasta en atención sanitaria. Y, en gran medida, se destina a tratar a las personas mayores. Una opinión muy extendida entre los investigadores de la longevidad es que, si se pudiera retrasar el envejecimiento con un fármaco, podría ayudarse a posponer una serie de enfermedades graves, como el cáncer y las cardiopatías.

Para lograr el mayor impacto posible, Betts-LaCroix afirma que busca intervenciones que puedan ampliarse y llegar a "millones, o miles de millones" de personas.

“No queremos discriminar a los multimillonarios. Solo digo que no queremos terapias que sean carísimas, incómodas y difíciles de aplicar”,

Betts-LaCroix

Sin embargo, cuando Retro Biosciences salió a la luz, el retraso de la vejez atravesaba un periodo de intensa popularidad. El gobierno saudí dijo que concedería 1.000 millones de dólares (unos 950 millones de euros) en subvenciones anuales, y se había formado Altos Labs, una organización con 3.000 millones de dólares (unos 2.800 millones de euros) en financiación, según se afirmó. También contaba con inversores famosos, como Yuri Milner y Jeff Bezos, según algunas fuentes.

En comparación con estas empresas, la apuesta de Altman ahora parece casi pequeña, e incluso hace que Retro Biosciences parezca un perdedor. Uno de sus proyectos es probar técnicas de rejuvenecimiento en células T, parte del sistema inmunitario que desempeña un papel importante en la lucha contra las infecciones y la prevención del cáncer. Estas células son útiles porque pueden extraerse, rejuvenecerse en el laboratorio y devolverse al paciente. Pero estos objetivos son similares a los de otras corporaciones, como Altos y NewLimit, una empresa biotecnológica creada en 2022 por Brian Armstrong, el multimillonario de las criptomonedas. La competencia por el talento investigador es especialmente dura. Altos absorbió a la mitad de los científicos más destacados en reprogramación al convencer a dos docenas de profesores universitarios para que abandonaran sus puestos de trabajo, ofreciéndoles sueldos millonarios, entre otros beneficios.

Sin embargo, Betts-LaCroix también ha conseguido atraer a algunas mentes talentosas. Por ejemplo, en 2022 se subió a un avión rumbo a Suiza para cortejar a Alejandro Ocampo, un investigador de la Universidad de Lausana cuyos esfuerzos iniciales por rejuvenecer ratones en 2016 ayudaron a desencadenar el actual frenesí de invertir en longevidad.

"Me alegró ver que Joe volaba hasta allí para verme en persona", cuenta Ocampo, que agradeció que le cortejaran, y más tarde aceptó ser consultor remunerado de la empresa.

También afirma que Betts-LaCroix se mostró receptivo a su opinión de que la reversión de la edad en humanos no se va a producir a corto plazo. Algunos de los experimentos recientes de Ocampo han explorado por qué la reprogramación, el método que estudia, acaba matando a algunos ratones en lugar de hacerlos vivir más tiempo. "Hay optimistas que piensan que seremos inmortales en diez años, y hay pesimistas que dicen que nunca alargaremos la vida humana. Soy realista, y opino que todo el mundo está haciendo el experimento fácil y rápido, y no creo que vayamos a llegar muy lejos haciendo eso. No va a ser un camino sencillo", concluye Ocampo.

El investigador asegura que Betts-LaCroix le convenció de que Retro Biosciences estaría dispuesta a utilizar su dinero para explorar esas cuestiones fundamentales. "Querían hacer avanzar la ciencia, no solo ir a por la fruta madura. Otras empresas necesitan encontrar una aplicación inmediata, pero en su caso pueden dedicar tiempo a explorar también la ciencia básica", afirma Ocampo.

Algo que no hablaron Betts-LaCroix y Ocampo fue la procedencia del dinero de Retro Biosciences. Hasta que MIT Technology Review le preguntó, Ocampo dice que no tenía ni idea de que Altman estaba financiando la start-up.

En una entrevista, Altman no se mostró preocupado por la competencia de otras empresas. Pues cree que la mayoría de las empresas biotecnológicas están condicionadas a avanzar con demasiada lentitud y, en general, están "mal dirigidas".  Ya que opina que se necesita un "esfuerzo tipo OpenAI" en longevidad.

"Lo principal para Retro [Biosciences] es ser una bioempresa emergente muy buena, eso es algo poco frecuente. Al combinar una gran ciencia y los recursos de una gran empresa con el espíritu de una start-up que consigue alcanzar objetivos. Por ahora, ese es el proyecto", concluye Altman.

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