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Foto: La Fundación Edhi ofrece ayuda a las víctimas de las inundaciones sin precedentes de este año, en el Distrito Ghotki de Sindh, en Pakistán. Créditos: AP/Fareed Khan

Cambio Climático

La reducción de emisiones avanza, pero el cambio climático es más rápido

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El progreso acelerado del mundo en el ámbito del cambio climático demuestra que podemos hacer más y los crecientes peligros, que debemos hacerlo

  • por James Temple | traducido por Ana Milutinovic
  • 24 Octubre, 2022

En los últimos meses, hemos sido testigos de un progreso sorprendente en la acción climática pero, al mismo tiempo, de los aterradores indicios de los peligros que hemos desatado.

Estados Unidos por fin ha pasado a formar parte del grupo de países que lideran la acción contra el cambio climático, tras promulgar tres grandes leyes que se podrían sumar a la mayor inversión jamás realizada por este país en las tecnologías climáticas y energía limpia. Esta nación usará cientos de miles de millones de euros de subvenciones federales, préstamos, adquisiciones y créditos fiscales para potenciar el desarrollo eólico y solar, las ventas de vehículos eléctricos, la fabricación de baterías y los medios emergentes para capturar, absorber y almacenar dióxido de carbono.

Mientras tanto, las energías renovables, los vehículos eléctricos y las alternativas a la carne ya son opciones competitivas que están ganando su cuota de mercado. El coste de construir grandes parques solares se desplomó más del 80% en la última década. Ford ha reformulado su pick-up F-150, que consumía mucha gasolina, en el eléctrico Lightning EV, y Burger King ha creado una versión sin carne de su hamburguesa más famosa, la Impossible Whopper.

Miles de corporaciones se han comprometido a reducir a cero su contaminación climática en las próximas décadas, y una parte considerable ya ha logrado un progreso real. Varias empresas están desarrollando formas más sostenibles de producir cemento, fertilizantes, acero y productos químicos. Y los capitalistas de riesgo están invirtiendo miles de millones de euros en la tecnología climática.

Fuera de EE UU, otras naciones también han elevado sus ambiciones climáticas. La UE aprobó una normativa en 2021 que requiere que los países miembros reduzcan las emisiones en un 55% hasta 2030 y se vuelvan "climáticamente neutrales" hasta 2050. China, Rusia y Arabia Saudita se han comprometido a lograr la neutralidad de carbono o cero emisiones netas para 2060. India ha prometido conseguirlo hacia 2070.

Si asumimos que todos los países cumplen con sus últimos compromisos en virtud del Acuerdo Climático de París (Francia), el mundo estará en camino de alcanzar unos 2,4 ˚C de calentamiento por encima de los niveles de los finales del siglo XIX. Sigue siendo mucho, pero algunos científicos advierten de que nos dirigimos hacia un planeta con una temperatura de 4 °C más alta o incluso más a finales de este siglo.

Se trata de un cambio drástico en relación con los últimos seis años que llevo cubriendo el tema del cambio climático y la energía para MIT Technology Review. A medida que las proyecciones para el uso del carbón se han desplomado, las expectativas de energías renovables se han disparado y las naciones han promulgado más políticas climáticas, los peores escenarios se están volviendo cada vez más improbables. Y esa es una muy buena noticia.

Trágicamente tarde

Sin embargo, en términos generales puede decirse que hemos empezado trágica, desastrosa e imperdonablemente tarde. Mientras nos preparamos para reducir las emisiones más rápido en el futuro, la medida que más importa ha seguido creciendo: las emisiones globales alcanzaron su nivel más alto en 2021, cuando la economía mundial se recuperó de los abismos de la pandemia.

Todavía tenemos que ver dónde llegarán las emisiones en 2022, pero el conflicto de Ucrania disparó los precios del gas natural, lo que impulsó la demanda de carbón al máximo histórico establecido hace una década.

Todo esto significa que hasta ahora solo hemos logrado reducir la velocidad a la que estamos empeorando el cambio climático, a pesar de que hemos empezado a ver lo peligroso que realmente es. Durante este verano y otoño, hemos sido testigos de la creciente pérdida humana y ecológica causada por solo 1,2 ˚C de calentamiento, y hemos observado indicios inquietantes de cuánto podría empeorar.

Las inundaciones en Pakistán sumergieron un tercio del país, se llevaron la vida de más de mil personas y dejaron a millones de ciudadanos sin hogar después de las lluvias monzónicas que, según los científicos, casi con seguridad se intensificaron por el cambio climático. Los grandes ríos se están secando en otras partes del mundo, amenazando el suministro de alimentos y agua, así como el sustento de los agricultores y la fiabilidad de la energía hidroeléctrica.

Las olas de calor extremo de este año batieron récords en todo el planeta, quemando partes de Japón, India, China, Europa y Estados Unidos: las temperaturas en Londres (Reino Unido) alcanzaron los 40 ˚C. En Sacramento, California, marcaron 47 ˚C. Jacobabad (Pakistán) llegó a 51˚C.

Las olas de calor se encuentran entre las formas más mortales de clima extremo, y varios estudios encuentran consistentemente que el cambio climático aumentará drásticamente las muertes asociadas en todo el mundo.

Las olas de calor se han vuelto tan intensas en tantos lugares, año tras año, que los científicos tienen dificultades para comprender si nuestros modelos climáticos captan completamente todas las fuerzas que están en juego y si reflejan las temperaturas abrasadoras que podrían ocurrir a medida que las concentraciones de gases de efecto invernadero siguen creciendo.

Mientras que 2,4 ˚C de calentamiento supera sin duda los temores anteriores del libro Tierra inhabitable, una investigación reciente encuentra que tan solo 1,5 ˚C podría comenzar a empujar al planeta más allá de los puntos críticos que desencadenan el colapso del ecosistema y los efectos de retroalimentación que impulsan aún más el calentamiento.

Seguro que ya han escuchado estas advertencias antes, pero vale la pena repetirlas: La desaparición de los arrecifes de coral en las aguas oceánicas que hemos calentado, acidificado y contaminado simultáneamente destruirá el hábitat y las zonas de desove de una gran parte de las especies marinas. Las capas de hielo polar que se desmoronan subirán los niveles de los océanos y reflejarán menos calor hacia el espacio. Los bosques moribundos y el deshielo del permafrost liberarán enormes reservas de potentes gases de efecto invernadero.

Urgencia y obligación

Entonces, ¿dónde nos deja todo esto?

Existen interminables debates online y en la esfera pública sobre lo optimistas, pesimistas o fatalistas que deberían ser las personas en cuanto a la acción contra el cambio climático y la amenaza que este supone, y si los científicos, los formuladores de políticas y los comunicadores climáticos impulsarán más cambios a través de un mensaje de esperanza o de miedo.

Creo que las personas reaccionan de distintas maneras a diferentes informaciones y emociones. Así que nuestra mejor apuesta es simplemente perseguir la verdad.

Existe un riesgo muy serio de que las naciones retrocedan en sus compromisos y temo que el calentamiento global pueda desencadenar amenazas, conflictos y caos que superen nuestra capacidad de adaptación en muchos lugares.

Las emergencias crecientes y superpuestas pondrán a prueba nuestros recursos, infectarán nuestra política y debilitarán nuestra voluntad de brindar ayuda a otros. Y sabemos con certeza que las regiones más calurosas, más pobres y más vulnerables son las que sufrirán más, aunque hayan hecho poco para provocar el cambio climático.

Veremos, en los próximos años, más ejemplos como el de Pakistán. También podríamos ser testigos de otras tragedias como la guerra civil siria, en las que la sequía, la hambruna y otros fenómenos extremos desencadenan conflictos, migraciones masivas, crisis de refugiados y reacciones nacionalistas.

Los más pobres también sufrirán de manera desproporcionada en las naciones más ricas, muriendo a causa de inundaciones, incendios y golpes de calor a solo una calle o una manzana de donde otros viven muy bien.

Entonces, si analizo de manera seria y honesta el progreso que hemos logrado y el sufrimiento que nos espera, yo diría que lo que debemos sentir por encima de todo es un sentido de urgencia y obligación.

Todavía tenemos mucho que hacer. Abordar completamente el cambio climático exige nada menos que reinventar los cimientos del mundo moderno: las tecnologías, las fábricas y los procesos mediante los cuales generamos o transportamos la energía, alimentos, bienes, medicinas y personas.

Pero lo que muestran los signos del progreso climático es que tenemos el potencial tecnológico y la capacidad económica para limitar el calentamiento del planeta.

Así que tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para acelerar las reducciones de las emisiones. Debemos invertir mucho para mejorar nuestras tecnologías y esforzarnos más para lograr objetivos y políticas más estrictos. Hemos de pagar el elevado coste de mantener a los ciudadanos a salvo de las amenazas adicionales que hemos creado, ya sea mediante la construcción de protecciones costeras, la revisión de las leyes de zonificación o simplemente la entrega de aparatos de aire acondicionado.

Si se mira de manera justa, las naciones y las empresas que se enriquecieron extrayendo y quemando combustibles fósiles ahora también deben grandes reparaciones climáticas a los más vulnerables a las consecuencias, que se pueden pagar mediante fondos de adaptación climática, préstamos para proyectos de energía limpia, ayuda directa, asistencia migratoria y más.

La creciente prueba de que podemos aliviar los peligros, que podemos hacer que las tecnologías limpias sean asequibles, que podemos encontrar la voluntad política necesaria y que podemos presionar a las empresas para que actúen incluso en ausencia de regulaciones, significa que tenemos un modelo para lograr las cosas y desde el cual impulsar aún más nuestro progreso. Eso significa que tenemos el deber de hacer aún más.

Este artículo es una versión ampliada de la charla que ofreció el autor, James Temple, en la apertura de ClimateTech, la conferencia sobre clima y energía de MIT Technology Review, en Boston (EE UU).

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