Existe un sólido lenguaje molecular entre la mente y el ejercicio físico que hace que cuando trabajamos los músculos, mejoren los indicadores del funcionamiento de nuestro cerebro
A menudo, pensamos en los músculos como algo que existe por separado del intelecto, y, tal vez, incluso opuesto a él, como si los unos tomasen recursos en detrimento de los otros, y viceversa. Sin embargo, lo cierto es que nuestros cerebros y músculos están en constante conversación entre sí, enviando señales electroquímicas entre un lado y el otro. De una manera muy tangible, nuestra salud cerebral depende de mantener nuestros músculos en movimiento.
El músculo esquelético es el órgano que nos permite mover el cuerpo y es uno de los más grandes del cuerpo humano. Además, es un tejido endocrino, lo que significa que libera moléculas de señalización que viajan a otras partes del cuerpo para indicarles que hagan algo. Las proteínas que transmiten mensajes desde el músculo esquelético a otros tejidos, incluido el cerebro, se denominan miocinas.
Las miocinas se liberan en el torrente sanguíneo cuando los músculos se contraen, crean nuevas células o realizan otras actividades metabólicas. Cuando llegan al cerebro, allí también regulan las respuestas fisiológicas y metabólicas. Como resultado, las miocinas tienen la capacidad de influir en la cognición, en el estado de ánimo y en el comportamiento emocional. El ejercicio estimula aún más lo que los científicos llaman "conversación cruzada" entre el músculo y el cerebro, y estos mensajeros de miocinas ayudan a determinar respuestas beneficiosas específicas en el cerebro que pueden incluir la formación de nuevas neuronas y una mayor plasticidad sináptica, los cuales potencian el aprendizaje y la memoria.
De esta manera, unos músculos fuertes son esenciales para una función cerebral saludable.
En el músculo joven, una pequeña cantidad de ejercicio desencadena procesos moleculares que le indican al músculo que crezca. Las fibras musculares se dañan por la tensión y el estrés, y luego se reparan fusionándose y aumentando de tamaño y masa. Los músculos se fortalecen al sobrevivir a cada serie de pequeñas averías, lo que permite la regeneración, el rejuvenecimiento y el nuevo crecimiento. A medida que envejecemos, la señal enviada por el ejercicio se vuelve mucho más débil. Aunque es más difícil para las personas mayores ganar y mantener la masa muscular, aún es posible hacerlo, y ese mantenimiento es fundamental para apoyar el cerebro.
Incluso el ejercicio moderado puede aumentar el metabolismo en las regiones del cerebro importantes para el aprendizaje y la memoria en personas mayores. Y se ha descubierto que el cerebro mismo responde al ejercicio de una manera llamativamente física. El hipocampo, una estructura cerebral que tiene un papel importante en el aprendizaje y la memoria, se encoge en la edad adulta tardía; esto puede resultar en un mayor riesgo de demencia. Se ha demostrado que el entrenamiento físico aumenta el tamaño del hipocampo, incluso en una etapa avanzada de la vida, lo que protege contra la pérdida relacionada con la edad y mejora la memoria espacial.
Además, existe evidencia sustancial de que ciertas miocinas tienen propiedades neuroprotectoras diferenciadas por sexo. Por ejemplo, la miocina irisina está influenciada por los niveles de estrógeno, y las mujeres posmenopáusicas son más susceptibles a las enfermedades neurológicas, lo que sugiere que la irisina también puede tener un papel importante en la protección de las neuronas contra el deterioro relacionado con la edad.
Varios estudios han demostrado que incluso en personas con enfermedad o daño cerebral existente, el aumento de la actividad física y las habilidades motoras se asocian con una mejor función cognitiva. Las personas con sarcopenia o atrofia muscular relacionada con la edad tienen más probabilidades de sufrir deterioro cognitivo. La creciente evidencia muestra que la pérdida de masa y función del músculo esquelético deja al cerebro más vulnerable a la disfunción y la enfermedad; en cambio, el ejercicio mejora la memoria, la velocidad de procesamiento y la función ejecutiva, especialmente en las personas mayores. (El ejercicio también aumenta estas habilidades cognitivas en los niños).
Existe un sólido lenguaje molecular entre los músculos y el cerebro. El ejercicio nos ayuda a mantener la fluidez en ese idioma, incluso en la vejez.