Cadenas de bloques y aplicaciones
Los náufragos del 'criptocrash' confían en la recuperación del sector
Cuando el valor de una criptomoneda es teórico, ¿qué pasa si la gente deja de creer?
Una premisa brillante que comparten las criptomonedas y los proyectos de cadena de bloques o blockchain es que, al distribuir y automatizar las operaciones y eliminar el poder de intermediarios como los bancos, es posible ofrecer un sistema más resistente a las fuerzas globales, capaz de sobrevivir a muchos acontecimientos como la guerra y las recesiones económicas que afectan los mercados tradicionales. Algunos expertos de este sector incluso han sugerido que las también llamadas finanzas descentralizadas (DeFi, por sus siglas en inglés) podrían ser una buena apuesta de inversión para superar una posible recesión.
Esa teoría de la resiliencia se ha puesto a prueba en el precario clima financiero actual, un clima en el que el mercado tradicional baja con fuerza y las acciones de las Big Tech caen en picado, y los resultados no están siendo buenos.
Bitcoin se ha desplomado en las últimas semanas, mientras que Ethereum y otras criptomonedas también se han hundido. A medida que han caído las acciones de las tecnológicas basadas en la web 2.0, como Amazon y Netflix, Coinbase, una de las tres principales plataformas de intercambio de criptomonedas, y Robinhood, que admite su comercio, han experimentado una caída en paralelo. Incluso la popular red de prueba de participación Solana ha sufrido una bajada del valor de su moneda en aproximadamente un 80% desde su máximo histórico en noviembre. Pero el gran colapso se produjo hace dos semanas, cuando la principal criptodivisa “estable” o stablecoin, TerraUSD (UST), se vino abajo drásticamente. Una participación de 100 dólares (95 euros) en UST el lunes de hace dos semanas valía solo 18 dólares (17 euros) el domingo por la mañana. La misma cantidad en Luna, su token hermana, equivale a centavos actualmente.
En principio, las stablecoins, como su nombre indica, se diseñaron para ser un pilar resistente dentro del cripto-ecosistema, con un fuerte vínculo a los activos del mundo real como el dólar. Las plataformas de intercambio de las criptomonedas usan stablecoins para equilibrar la volatilidad de otras monedas, y los inversores en criptomonedas suelen preferirlas como una apuesta más segura para su dinero. Habían cumplido su función bastante bien hasta ahora, aunque las dudas sobre la seguridad del usuario y su potencial para las actividades ilícitas habían llamado la atención de los reguladores.
Sin embargo, las stablecoins algorítmicas son diferentes. Se trata de un experimento de finanzas descentralizadas (DeFi), sin vinculación con el dinero fiduciario y sin activos colaterales para estabilizar su valor. En cambio, suelen tener el respaldo de un segundo token, con una ecuación matemática bastante complicada. Terra, por ejemplo, equilibra las variaciones en el valor de la stablecoin al aumentar o disminuir el suministro de tokens de Luna a través de incentivos. Los inversores pueden beneficiarse de estos intercambios, lo que les permite, en teoría, seguir intercambiando tokens en las cantidades que el algoritmo predice. Pero en gran parte esto ha resultado ser una forma de pensamiento mágico.
Antes del colapso de Terra, ya se entendía que las stablecoins algorítmicas eran mucho menos estables que las regulares. Incluso Sam Bankman-Fried, CEO de la ‘cripto-bolsa’ FTX y notable "cripto-millonario", argumentó en Twitter hace un par de semanas que los dos tipos de stablecoins eran tan distintos entre sí desde una perspectiva tanto funcional como de riesgo que "realmente, no deberíamos usar la misma palabra para todas estas cosas".
Entonces, ¿por qué habría que tener las stablecoins algorítmicas? Porque se suponía que eran el ‘santo grial’ de las DeFi: una unidad de valor estable que se autocorrige de forma independiente y ‘elegante’. Como el agua que encuentra naturalmente su propio nivel. Atraían a los puristas de Bitcoin porque las stablecoins algorítmicas tienen como objetivo evitar lo que las stablecoins regulares, como Tether y USDC, tienen como base para funcionar: un vínculo con el mundo real y los mercados tradicionales. Operan solo con el código (y, por supuesto, con los comerciantes humanos que el sistema presupone que actuarán de manera predecible). Si las stablecoins algorítmicas funcionaran según lo prometido, podrían demostrar que el código es el futuro de las finanzas, otorgando una nueva credibilidad a la ‘cripto-visión’ del mundo.
Por un tiempo, parecía que el experimento de Terra podría funcionar. En febrero, Terra cerró un acuerdo de patrocinio multimillonario con el equipo de béisbol estadounidense Washington Nationals. Hace poco más de dos meses, en marzo, su cadena de bloques (la séptima más valiosa del mundo en ese momento) se convirtió en la red número dos en participación, desbancando a Ethereum. Pero el lunes 9 de mayo las cosas cambiaron. Alguien pudo haber presionado el valor de UST para que comenzara a caer al actuar en contra de las predicciones del algoritmo. Luego, la moneda cayó muy por debajo del valor de 1 dólar (0,95 euros) para el que fue diseñada, gracias a "las retiradas bancarias", muy humanas y provocadas por el miedo.
Cuando UST alcanzó los 0,37 dólares (0,35 euros) el jueves de la semana pasada, la empresa responsable, Terraform Labs, utilizó el último recurso de detener temporalmente las transacciones en su red para protegerse contra una mayor bajada. Luego las congeló una vez más durante la noche, evitando que los poseedores de los tokens tomaran lo poco que tenían y huyeran de ahí. Desde que se reinició la red, UST de Terra ha seguido fluctuando muy por debajo de 0,50 dólares (0,48 euros); Luna ronda muy poco por encima de cero.
Cada empresa del cripto-ecosistema tiene su propia explicación de por qué ocurre esta fluctuación. El muy esperado nuevo mercado NFT de Coinbase tuvo una salida decepcionante a finales de abril, lo que pudo haber desanimado a los inversores y perjudicado el precio de sus acciones. Luna Foundation Guard, la organización sin ánimo de lucro que apoya a Terraform Labs, había acumulado 3.500 millones de dólares (3.333 millones de euros) en Bitcoin a principios de mayo y luego pareció vender una parte de su reserva para mantenerse a flote, cuando el precio de UST comenzó a caer. Ambas acciones podrían haber ayudado a contribuir a las caídas en el valor de Bitcoin. Algunos partidarios de Terra/Luna incluso acusaron a BlackRock y Citadel de manipular intencionalmente el mercado para forzar el colapso de UST, un rumor lo suficientemente maligno para incitar a las empresas a responder y negar que tuvieran algo que ver con lo ocurrido. Luego está la cuestión de la gestión. El portal CoinDesk informó de que el CEO de Terraform Labs también estuvo detrás de un anterior experimento algorítmico fallido. Tal vez su liderazgo fuera otro agujero en el barco de esta stablecoin.
Pero todas estas imperfecciones se suman a un sistema experimental que es vulnerable a las mismas tendencias del mercado que las finanzas tradicionales, solo que sin una regulación estricta ni barreras de seguridad. El precio del gran colapso de la semana pasada ascendió a unos 270.000 millones de dólares (257.113 millones de euros) en ‘cripto-activos’ perdidos. Incluso la poderosa stablecoin no algorítmica Tether bajó brevemente por debajo de 1 dólar (0,95 euros) la semana pasada, lo que indica que las stablecoins estándar podrían no ser inmunes a la volatilidad. Y es probable que el impacto de toda lo ocurrido no acabe solo dentro del mundo de las criptomonedas.
Con los bancos lanzando productos ‘cripto’ y las stablecoins no algorítmicas dependiendo del dólar para mantenerse estables, la industria de las criptomonedas está claramente ‘atada’ al resto del mercado financiero de múltiples maneras. La pregunta es si la caída de estas monedas arrastrará a las acciones tradicionales. En enero, el economista Paul Krugman predijo en New York Times que las criptodivisas podrían ser las nuevas hipotecas de alto riesgo: huevos podridos que tienen el poder de estropear todo el mercado. Esta semana, algunos ‘cripto-inversores’ individuales ya afirmaron haber perdido los ahorros de toda su vida. Y la situación todavía podría empeorar.
Pero mientras las redes sociales se llenan de memes burlones y los medios de comunicación escépticos lo definen como el inicio de un invierno (un término que en el mundo tecnológico es sinónimo de un período prolongado de desinterés público y falta de innovación), los ejecutivos del sector y los inversores no solo apuestan a que el ecosistema ‘cripto’ volverá a sus días de gloria, sino que lo están planeando. Incluso la palabra "invierno" implica que habrá una primavera para los creyentes que puedan esperar.
El miércoles de la semana pasada, el fundador de Terra, Do Kwon, publicó en Twitter una carta en forma de hilo dirigida a la comunidad de Terra, describiendo su plan para resucitar su stablecoin y asegurando que volvería a subir. "Los tropiezos a corto plazo no definen lo que se puede lograr. Lo que importa es cómo se responde", escribió. Brian Armstrong, fundador de Coinbase, también pide poner todo el foco en el futuro, mientras las acciones de su empresa volvían a subir el jueves de la semana pasada después de perder la mitad de su valor. En un mensaje interno que Armstrong hizo público, el empresario escribió: "La volatilidad es inevitable. No podemos controlarla, pero sí planear. Solo sé que lograremos pasar al otro lado, y saldremos más fuertes que nunca si nos centramos en lo que importa: construir".
Muchos ‘cripto-creyentes’ están ya preparados para ese viaje. La filosofía prevaleciente de los entusiastas de web 3.0 es HODL (Hold on for dear life): "Luchar por mantenerse vivo", tanto por el bien de esta comunidad como para preservar el valor de las propias participaciones después del colapso. Algunos "lunáticos", como se denominan a sí mismos los entusiastas y propietarios de Terra/Luna, de hecho luchan con mucha fuerza. El plan de Do Kwon para cuidar de Terra hasta que recupere su buena salud significa destruir una gran cantidad de tokens, lo que tendrá un coste significativo para los propietarios de Terra y Luna. Más del 60 % de los poseedores de tokens con derecho a voto se han pronunciado a favor del plan. Solo se necesitaba el 40%.
El siguiente truco será que los inversores y directivos convenzan al resto del mundo de que las criptomonedas (Bitcoin y stablecoins en particular) siguen siendo un experimento saludable. Desde luego, tienen una buena razón para hacerlo, ya que esa creencia puede impulsar el mercados de criptodivisas sin respaldo. En una declaración muy oportuna el jueves de la semana pasada, Lightspark, una start-up vinculada a Bitcoin y fundada por un veterano de la stablecoin que Meta quiso lanzar y finalmente descartó, anunció que había recibido fondos de los principales miembros de la web 3.0, Andreessen Horowitz y Paradigm, entre otros. Ese mismo día, Bankman-Fried reveló que había realizado una nueva gran inversión en la tambaleante plataforma de inversión Robinhood; el viernes siguiente, las acciones subieron un 22%. Es posible que esta semana lleguen más anuncios de este tipo para elevar la confianza (y las acciones) de los peces gordos de las criptomonedas.
Lo que queda por saber es si el dinero real (que todavía fluye hacia esta industria por parte de los capitalistas de riesgo y los ‘evangelizadores’) es capaz de flotar durante los tiempos helados y cuántos acólitos e incluso inversores del mercado regular, serán sacrificados antes a las aguas gélidas.