La mayoría de los organismos de salud pública que se ocupan de la COVID-19 hace tiempo que abandonaron la idea de transmisión mediante el contacto con superficies contaminadas. China no lo hizo, y eso le ayuda a controlar su discurso sobre los orígenes y el peligro de la enfermedad
En un vídeo de un minuto de duración que se volvió viral en China a principios de mayo, tres trabajadores gubernamentales con trajes protectores contra materiales peligrosos rociaban desinfectante por toda una casa: dentro de la nevera, debajo del televisor, sobre el sofá. En redes sociales, los chinos se preocuparon por si le podría pasar lo mismo a su hogar en el caso de tener la mala suerte de contraer el virus.
Fuera de China, la mayoría de las personas han ido perdiendo la preocupación por contraer COVID-19 al tocar superficies contaminadas, ya que un estudio tras otro han ido concluyendo que el riesgo es relativamente bajo. En muchos lugares, la desinfección general es algo del pasado, del inicio de la pandemia. Pero China parece estar atrapada en un túnel del tiempo de principios de 2020. Después de la publicación del video, un funcionario del gobierno local afirmó que desinfectar las casas de las personas con COVID-19 ocurría "de acuerdo con las opiniones de los expertos".
Mientras China lidia con su mayor aumento de casos de COVID-19, algunos científicos creen que la decisión del Gobierno de seguir impulsando el discurso de que las superficies representan un riesgo significativo de contagio evidencia que se está invirtiendo tiempo y dinero en cuestiones equivocadas durante una crisis. Las medidas para detener la transmisión aérea son mucho más efectivas.
La política de priorizar la desinfección es parte de una narrativa más amplia controlada por el estado que politiza la crisis sanitaria y está diseñada para legitimar la respuesta del Gobierno. También juega con la historia favorita de China sobre los orígenes de la COVID-19: el virus pudo haber sido importado a Wuhan (China) a través de alimentos congelados.
Las distintas vías de la pandemia
El debate científico sobre cuánto contribuyen las superficies a la propagación de la COVID-19 prácticamente ya no existe a nivel internacional. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Michigan (EE UU), publicado en abril de 2022 en Journal of Exposure Science & Environmental Epidemiology, ha estimado que la posibilidad de contraer COVID-19 por contacto con una superficie contaminada es de 1 entre 100.000, muy por debajo del punto de referencia que los investigadores sugirieron como riesgo aceptable.
Aunque el riesgo no es cero, la gran mayoría de los organismos de salud pública, incluida la Organización Mundial de la Salud (OMS), han decidido que era demasiado bajo para justificar medidas activas, más allá de recomendar lavarse las manos. Fuera de China, la mayoría de los países hace mucho tiempo que dejaron de alentar a las personas a desinfectar las cosas para evitar la COVID-19. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU (CDC, por sus siglas en inglés) actualizaron sus recomendaciones hace exactamente dos años, en mayo de 2020, para reflejar el hecho de que era algo bastante innecesario.
En cambio, el consenso abrumador es que el virus se transmite mucho más fácil a través de los aerosoles y gotas que por superficies. De hecho, el mismo estudio de Michigan de abril de 2022 evidenció que la transmisión aérea era 1.000 veces más probable que la de las superficies.
"La gente solo puede cumplir con un número determinado de comportamientos de protección de la salud. Lo ideal es centrarse en cuestiones que van a tener mayor impacto en la reducción de riesgos", explica Amy Pickering, profesora asistente de ingeniería ambiental de la Universidad de California en Berkeley (EE UU). "Y eso sería usar mascarillas, respetar el distanciamiento social, evitar espacios interiores abarrotados".
Los medios de comunicación y el Gobierno de China a menudo hacen referencia a la investigación para justificar el miedo continuo a la transmisión por tocar superficies contaminadas. Algunos estudios realizados por investigadores de Hong Kong (China), Japón y Australia han encontrado que el virus de la COVID-19 podía sobrevivir días o semanas en varias superficies.
Pero muchos de estos estudios no han sido revisados por pares y, de todos modos, estos resultados de laboratorio no reflejan la vida real, indica Ana K. Pitol, investigadora postdoctoral de la Facultad de Medicina Tropical de Liverpool (Reino Unido). "Si ponemos una gota enorme dentro de un medio que protege el virus, y la introducimos en un recipiente, y en una incubadora, por supuesto que sobrevivirá muchos días, a veces incluso semanas", señala. "Pero la pregunta que deberíamos plantearnos es cuánto tiempo sobrevive en una situación realista".
La decisión de China de centrarse en las superficies tiene un coste, según los expertos. Por ejemplo, la desinfección excesiva puede causar contaminación química que crea sus propios riesgos para la salud, como advirtieron los científicos chinos a principios de 2020. Mientras las campañas de desinfección se intensifican con el aumento de los casos, estas preocupaciones se han confirmado. Ha habido informes en Shanghái (China) de que el uso imprudente de desinfectante industrial en edificios residenciales provocó reacciones de irritación en personas y mató a un perro doméstico. Incluso cuando se usan de manera segura, los científicos advierten que estas campañas de desinfección tan llamativas no son una buena inversión de recursos.
Impulsando una narrativa política
China tiene un motivo oculto para seguir impulsando la limpieza excesiva. La idea de que todas las superficies son peligrosas se ha enganchado profundamente con las justificaciones de las duras medidas de confinamiento e incluso ha reforzado teorías de conspiración promovidas por el estado sobre los orígenes del virus. Dar marcha atrás en esa narrativa podría ser políticamente complicado.
En octubre de 2020, las autoridades sanitarias chinas informaron que habían detectado muestras vivas del coronavirus en mariscos congelados importados por primera vez en la ciudad china de Qingdao. Desde entonces, el Gobierno y los medios de comunicación han hablado repetidamente sobre la posibilidad de contraer la COVID-19 a través de los envases de alimentos congelados. Incluso han sugerido que el primer brote de COVID-19, en Wuhan, fue causado por un virus importado de Italia o de Estados Unidos. El Gobierno chino incluso presionó a la Organización Mundial de la Salud para que considerara esta posibilidad cuando realizaba su propia investigación sobre los orígenes de la COVID-19.
La idea se ha vuelto más popular este año con la aparición de la variante ómicron más contagiosa.
En enero, Beijing (China) registró su primer caso local de 2022. Dado que la persona contagiada no había viajado a ningún lugar que experimentara casos activos de COVID-19, las autoridades sanitarias terminaron proponiendo que esa persona había estado expuesta al ARN de COVID-19 en el trabajo donde manejaba correo internacional de Canadá. Aunque no hubo pruebas de que el material viral encontrado en las cartas fuera la causa, y no el resultado, de la enfermedad, el informe oficial de rastreo de contactos ha indicado que "no se puede descartar que la persona se haya contagiado con el virus a través de elementos de origen extranjero" y ha ofrecido consejos sobre la desinfección de los paquetes internacionales.
Casi al mismo tiempo, otras ciudades chinas, incluidas Shenzhen y Zhuhai, también informaron sobre los primeros pacientes con ómicron que trabajaban con mercancías importadas, lo que alimentó aún más esa narrativa.
Cuando los periodistas le preguntaron en abril al epidemiólogo jefe de los CDC de China, Wu Zunyou, si la variante ómicron presentaba un mayor riesgo de transmisión al tocar superficies contaminadas, Wu dio una respuesta vaga. Si bien reconoció que las gotas eran el principal método de transmisión, volvió a plantear la posibilidad del contagio a través de los paquetes: "Los riesgos de que las superficies contaminadas causen infecciones son relativamente pequeños, pero si hay exposiciones repetidas y no se presta atención a la higiene de las manos o la protección personal, entonces esos riesgos aumentarán significativamente. Es por eso que estamos realizando pruebas regulares a las personas que trabajan en logística de la cadena de frío al aire libre y el envío de mercancía al aire libre".
El marcado contraste entre cómo se entienden los riesgos de transmisión por tocar superficies contaminadas dentro y fuera de China resalta la realidad de que las políticas de salud pública pueden estar más en línea con objetivos políticos que con hechos científicos.
"Las propias medidas de salud pública se han convertido en parte de esta misión política, y en su mayoría están incentivadas por intereses estatales y formas de consolidar y mejorar el control y el poder estatal", señala Yangyang Cheng, investigador académico de la Facultad de Derecho de Yale (EE UU), que estudia el desarrollo de la ciencia y la tecnología en China.
El discurso sobre la transmisión a través de superficies contaminadas también tiene otro propósito en el contexto actual, asegura Cheng, y es que las campañas de desinfección son un teatro político bastante útil. "Limpiar la superficie también es mucho más fácil en términos de coste que filtrar el aire... sin embargo, eso requiere mucha más inversión y muy pocos estados parece que lo llevan a cabo. Entonces, los países deciden o simplemente no preocuparse, como en EE UU, o realizan este tipo de acciones realmente llamativas, como en China ", indica Cheng.
En abril, Jilin, una de las provincias chinas que sufrió este año un pico de casos locales de COVID-19, anunció que había "desinfectado un área total de 61.978.900 metros cuadrados", el equivalente a más de 8.000 campos de fútbol. Y se trata solo de una provincia china. Durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022, los robots que limpiaban las superficies y rociaban desinfectantes ofrecieron a China la oportunidad de mostrar su avance tecnológico.
Pero hace poco se han notado algunos pequeños signos de cambio. El 17 de mayo, Zhu Renyi, funcionario de CDC de Shanghái advirtió en una rueda de prensa sobre el exceso de desinfección, probablemente como respuesta a los informes de campañas de desinfección que salieron mal. Renyi rechazó específicamente el uso de robots y drones, pero insistió en que los paquetes aún se deberían desinfectar: "Los paquetes deben tener una desinfección integral y distribuirse solo después de que se haya cumplido el tiempo de desinfección de media hora".