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Elogio al dinero en efectivo

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Opinión

Elogio del dinero en efectivo

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Los pagos digitales son más cómodos, pero intensifican la desigualdad. ¿No estaremos dando el dinero en efectivo por amortizado demasiado pronto?

  • por Lana Swartz | traducido por Ana Milutinovic
  • 10 Mayo, 2022

"No admitimos pagos en efectivo". Así reza un letrero en la reluciente puerta de vidrio de la cafetería que frecuento. El letrero estaba antes que pegaran al lado una extensa lista de medidas contra la COVID-19, pero tanto uno como la otra representan juntos una declaración de eficiencia y pago sin contacto: la promesa de experimentar el espacio público, la interacción social y el intercambio entre proveedor y consumidor con la máxima comodidad y limpieza. Sin embargo, además de eliminar los riesgos del contacto, esta cafetería sin dinero en efectivo quizá esté creando otras barreras y reproduciendo desigualdades sociales mucho más serias.

Las tecnologías transaccionales (carteras digitales, pagos a través de los móviles y similares) pueden aumentar la autonomía de personas y colectivos en su toma de decisiones. También la flexibilidad y la resiliencia que estos tienen ante los tiempos de crisis y su capacidad para luchar contra la victimización, la explotación y la indignidad. Estas tecnologías tienen potencial a la hora construir y planificar a largo plazo y sentar los cimientos de la prosperidad para las generaciones venideras y nos dotan de capacidad de innovación y riesgo. Por supuesto. Pero lo contrario también es cierto: una versión malévola de estas herramientas puede despojar a ciertas comunidades e individuos de su capacidad para intervenir en el mundo.

A fin de cuentas, el dinero en efectivo es la mejor herramienta transaccional para incrementar la autonomía comunitaria e individual que hemos inventado hasta la fecha. Ofrece muchas posibilidades que resultan difíciles de replicar. El dinero en efectivo no necesita la firma de otra persona para poder gastarlo. No especifica dónde se puede gastar, ni en qué. Es anónimo: nadie necesita saber quiénes somos para poder gastarlo. No genera datos sobre la transacción para terceros. Realiza transacciones sin comisiones para el pagador o para el beneficiario. Sabemos cuánto dinero tenemos: no puede acabar congelado en la cuenta por un opaco procesador de pagos de terceros en un abrir y cerrar de ojos, o revertido por un estafador, o devorado por las comisiones hasta que la cuenta caiga en descubierto sin darnos cuenta. No depende de numerosas capas de infraestructura frágil de hardware ni de software para operar en el punto de venta.

¿Qué pasaría si el dinero en efectivo desapareciera?

Existen algunas lecciones de la historia a las que vale la pena prestar atención. El dinero en efectivo, definido como un medio monetario universal, público e impreso, es un logro tecnológico y político relativamente nuevo. Históricamente, el dinero ha sido, en la mayoría de los casos, privado y plural. En Estados Unidos, la moneda emitida por el estado no se consolidó por completo hasta después de la Guerra Civil. Anteriormente, las monedas extranjeras, los billetes de bancos privados y los vales producidos por las compañías de trenes, de seguros y otras empresas privadas circulaban junto con la moneda emitida por el Departamento del Tesoro de EE UU.

Esta cacofonía monetaria significaba que el gasto diario requería una considerable inteligencia callejera. Los billetes podían provenir de un banco insolvente o ficticio o podían haber sido una copia falsificada de un billete de un banco real en funcionamiento. Los billetes que se aceptaban por su valor nominal en una ciudad se podían permitir solo por un valor más bajo en otras. La vida diaria implicaba navegar en un entorno complejo y desordenado de medios monetarios.

Esta situación caótica también creó comunidades transaccionales altamente estratificadas: mientras que los ricos usaban billetes emitidos por bancos estables y canjeables por cartas de crédito y lingotes, los pobres eran más propensos a usar "monedas pequeñas" de bronce o cobre de bajo valor o billetes de bancos obsoletos.

El futuro de los medios de pago podría parecerse a su pasado. Un consultor de negocio me dijo una vez que en el futuro, hablar de dinero en efectivo sería considerado casi de mal gusto. En realidad, es probable que en el futuro haya poco dinero en efectivo, pero lo seguirá habiendo y aquellos que solo puedan pagar con dinero en efectivo realizarán sus transacciones en términos de desigualdad.

Hoy en día, el dinero en efectivo es una tecnología de impresión universal, un medio de comunicación de masas. Pero tiene algunas desventajas importantes. El dinero en efectivo se puede perder, destruir o robar. Y lo que es más importante: no se puede gastar online y, por lo tanto, no se mueve a la velocidad del resto de nuestras comunicaciones.

Todavía no conocemos como serán los medios de pago del mañana ni el ámbito de sus comunidades transaccionales. Pero sí podemos ir trabajando para evitar que pase con el dinero lo que ya sucede con las redes sociales actuales: que están privatizadas y arraigadas en unos modelos de negocio basados en los datos.

En la comunidad de criptomonedas, a menudo escucho cosas como que "si el dinero en efectivo se inventara hoy, sería ilegal". Lo que quieren señalar es que el dinero en efectivo es de bajo coste, difícil de censurar y de vigilar. En un momento en el que casi toda nuestra comunicación (transaccional o de otro tipo) se canaliza a través de unas plataformas monopolísticas y controladoras que cobran rentas en forma de comisiones, datos o ambos, resulta difícil rebatir ese argumento.

Al mismo tiempo, debemos asegurarnos de que las nuevas formas de dinero sean fiables y de valor estable, algo que ha resultado difícil de lograr para las criptomonedas. Dado que su utilidad es servir como medio de pago transaccional, el dinero en efectivo, y cualesquiera que sean sus herederos digitales, debe tener un valor estable para poder funcionar bien.

Así que mientras pago mi cortado, miro el cartel de "no aceptamos pagos en efectivo" con una mirada de investigador. Hay mucho en juego. Estamos empoderados o desempoderados por las herramientas transaccionales a las que tenemos acceso. Mientras imaginamos el dinero para la era de internet, la gran pregunta debería ser cómo diseñar unos medios de pago que vayan en beneficio de todos. Necesitamos algo que haga bien todas las cosas que hace el dinero en efectivo, pero también las que el efectivo no puede hacer.

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