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Tecnología y Sociedad

Crear código se convierte en salvavidas para los jóvenes de Afganistán

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Antes, el espíritu empresarial tecnológico se promovía como un elemento de consolidación de la paz. En la actualidad, los programadores jóvenes dudan si quedarse o irse. Mientras tanto, un 'bootcamp' incentiva la formación entre las mujeres, que tienen vetado el acceso a la educación superior presencial. Sus promotores creen que los talibanes podrían contratar en el futuro a los programadores locales

  • por Eileen Guo | traducido por Ana Milutinovic
  • 07 Enero, 2022

Más de cuatro meses después de que el Gobierno afgano cayera en manos de los talibanes, el exestudiante de ciencias de la computación Asad Asadullah, de 22 años, se ha acostumbrado a su nueva rutina.

En su ciudad natal en la provincia de Samangan, en el norte de Afganistán, comenzaba y terminaba cada día pegado a la pantalla de su ordenador portátil.

Desde finales de octubre, Asadullah participa en un bootcamp virtual de código organizado por CodeWeekend, una comunidad de entusiastas afganos de la tecnología dirigida por voluntarios, con contenido donado por la empresa noruega Scrimba, que ofrece talleres de programación online.

Algunos días, Asadullah se tomaba un descanso de la pantalla para jugar un partido de fútbol, pero en general ya no veía mucho a sus amigos. Bajo el régimen de los talibanes, "los viejos amigos se están deprimiendo mucho", explica Asadullah, y él no puede manejarlo tanto. En cambio, me confiesa: "Mi vida está en mi ordenador".

Asadullah es uno de los millones de jóvenes afganos cuyas vidas y planes para el futuro se trastornaron cuando los talibanes recuperaron Afganistán en agosto del año pasado. Al caer la capital, a Asadullah le quedaban dos semestres para terminar la universidad y estaba pensando en sus planes de posgrado. No era exigente con su primer trabajo; le valía cualquier cosa que le permitiera ahorrar algo de dinero. Pero tenía planes más grandes: Asadullah quería crear su propia empresa de software y compartir su amor por la informática enseñando a los estudiantes universitarios y de secundaria. "Cuando empiezo a programar, puedo olvidarme de todo", señala.

Esos planes están en pausa, y nadie sabe por cuánto tiempo. La economía del país está en caída libre, Naciones Unidas advierte sobre la hambruna, y mientras tanto, los nuevos gobernantes de Afganistán han ofrecido pocas soluciones a sus ciudadanos.

En circunstancias tan graves, un bootcamp de programación, como remanente de un breve período de tecnooptimismo en Afganistán, puede parecer fuera de lugar. Pero para sus participantes, ofrece la esperanza de un futuro mejor, aunque aún está por verse si es posible ese futuro en Afganistán.

Aprendizaje virtual

Cuando los talibanes tomaron el poder en agosto, no estaba claro qué significaría su Gobierno para internet en Afganistán. ¿Cortarían el acceso a internet? ¿Utilizarían las publicaciones en las redes sociales, o las bases de datos gubernamentales, para identificar y perseguir a sus antiguos enemigos? ¿Continuarían con sus propias campañas de asuntos públicos cada vez más efectivas?

Al final resultó que los talibanes no cortaron el acceso a internet, al menos no todavía. En cambio, para aquellos estudiantes afganos que pueden pagar internet en casa, especialmente mujeres y chicas jóvenes, a quienes el régimen ha prohibido oficialmente la educación secundaria y superior, el aprendizaje online se ha convertido en una de las principales fuentes de educación.

Existen cursos bien organizados, con aulas virtuales encriptadas creadas por simpatizantes internacionales, pero también hay otros totalmente autodirigidos, para aprender a través de vídeos de YouTube, por ejemplo, o listas de reproducción de charlas TED. A menudo se trata de algo intermedio, usando las plataformas de aprendizaje online gratuitas o con descuento.


Foto: Las mujeres afganas asisten a un evento de 2018. Foto cortesía de CodeWeekend.

El bootcamp virtual de CodeWeekend entra en esta última categoría. Se aceptaron setenta y cinco participantes en el grupo y están trabajando a través de Frontend Developer Career Path de Scrimba, que es una serie de 13 módulos interactivos de aprendizaje a través de vídeos que cubren casi todo, desde los conceptos básicos de HTML y CSS hasta los consejos sobre cómo responder a las preguntas sobre JavaScript o GitHub en las entrevistas de trabajo.

Los participantes pueden completar los módulos cuando quieran y en sus propias casas, con mentores voluntarios de CodeWeekend que se ofrecen semanalmente para responder a sus preguntas, para asegurarse de que mantengan el rumbo y ayudar con la logística según sea necesario, incluida la recarga de internet para mantener a los participantes online. Según los organizadores, aproximadamente 50 miembros del grupo original siguen activos.

Asegurar la conexión a internet es solo uno de los desafíos logísticos y económicos al realizar un bootcamp, incluso siendo virtual, en Afganistán. Otro tema es lidiar con los cortes de electricidad, que se vuelven más frecuentes cada invierno. En un intento por resolver estos dos problemas, CodeWeekend ha estado tratando de financiar colectivamente los costes del crédito 3G y la electricidad de respaldo a través de los generadores y unidades de almacenamiento de baterías.

Pero hay otro problema que preocupa a los organizadores: "Lo que piensan los talibanes", según el ingeniero de software Jamshid Hashimi, que inició CodeWeekend con sus amigos hace siete años. El grupo no quiere saberlo. Hashimi admite: "Hasta ahora, hemos evitado las interacciones con ellos".

En cierto modo, el formato asincrónico y virtual del bootcamp ayuda a CodeWeekend a permanecer fuera del radar. Facilita mucho más la participación de las mujeres (cuya libertad de movimiento ha sido drásticamente restringida bajo la interpretación extrema del islam por parte de los talibanes) sin tener que salir de sus casas, o incluso sin la necesidad de interactuar con los participantes de otro sexo, lo que también podría provocar la ira de los talibanes.

Una de las participantes del bootcamp es la recién graduada de la escuela secundaria Zarifa Sherzoy, de 19 años, que esperaba presentarse a los exámenes de ingreso a la universidad y comenzar las clases universitarias este semestre; pero, en cambio, ella y sus siete hermanos pasan la mayor parte de su tiempo en casa. Entre las tareas del hogar, los cortes de energía y su acceso limitado a internet, pasa solo una o dos horas en el bootcamp de código. Aun así, incluso esto ha proporcionado una nueva estructura y significado a sus días. "Después de la llegada de los talibanes", recuerda estar "muy cansada en casa todos los días pensando en cómo acabar con esto". Sin embargo, desde que comenzó el bootcamp de programación a finales de octubre, la joven reconoce que, aunque sus problemas no han desaparecido, "tengo días buenos".

El formato virtual tiene otra ventaja añadida: permite la participación de programadores fuera de la capital afgana, como Asad Asadullah.

Bootcamp de CodeWeekend

Foto: Jamshid Hashimi en un evento de 2015. Foto cortesía de CodeWeekend.

Cuando Jamshid Hashimi, entonces arquitecto de software de 23 años de la empresa tecnológica afgana Netlinks, lanzó CodeWeekend en junio de 2014 para reunir a los programadores afganos, se inspiró en el tecnooptimismo que invadía Kabul (Afganistán) en aquellos tiempos.

Fast Company escribió en 2012 sobre la floreciente escena de las start-ups del país y describió la esperanza generalizada de esta manera: "Imposiblemente optimistas y totalmente obsesionados, los aspirantes a magnates de la tecnología de Afganistán creen que la informática no solo los ayudará a ganar dinero, sino también a asegurar la paz en su tierra".

No eran solo las empresas de tecnología que tenían esperanzas. CodeWeekend fue parte de una serie de iniciativas que tenían como objetivo estimular la innovación y el espíritu empresarial de los jóvenes y, en última instancia, el compromiso y el liderazgo en la construcción de un Afganistán más progresista, algunas financiadas por donantes internacionales con este propósito expreso.

Otro ejemplo era el programa TEDxKabul, que llegó en 2012 por primera vez a la capital afgana con sus "ideas que vale la pena difundir" (el lema TEDx), así como otras franquicias globales centradas en el espíritu empresarial como Founder Institute-Kabul, que se desarrolló de 2014 a 2017 (Hashimi tuvo un papel en ambos programas, al igual que yo, en diferentes momentos). En 2016, incluso Google llegó a la ciudad, lanzando Google for Entrepreneurs' Startup Grind, una comunidad para aspirantes a fundadores de start-ups.

Pero CodeWeekend sobrevivió a todas estas iniciativas, incluso después de que parte de su propio equipo directivo, incluido Hashimi, abandonó Afganistán. En los siete años transcurridos desde su creación, el grupo organizado por voluntarios ha celebrado alrededor de 100 actividades presenciales en las universidades, incubadoras y oficinas de destacadas empresas afganas de tecnología. Durante la pandemia, como en gran parte del resto del mundo, su trabajo se volvió virtual.

Los participantes se reunían para aprender casi de todo, desde los conceptos básicos del diseño de WordPress y el lenguaje JavaScript hasta las herramientas de recopilación de datos. La economía de Afganistán impulsada por las ayudas tenía un gran apetito por las encuestas y estudios y empleaba a los expertos en las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC). Organizaban presentaciones de las start-ups locales y de los equipos de ingeniería sobre sus nuevas apps. Hablaban de los libros populares en la comunidad tecnológica global, como The Passionate Programmer (que presentó Hashimi). Y una vez, en un evento que duró toda la noche, los entusiastas del código abierto se reunieron para transmitir Laracon Online, la conferencia global para el desarrollo web de código abierto Laravel.

Luego, en 2019, después de varios años de estos eventos que en su mayoría se organizaban los fines de semana, CodeWeekend decidió ir más allá: lanzó un bootcamp presencial de código. El primer grupo contó con un programa piloto de 15 desarrolladores, 12 de los cuales se graduaron al terminar el programa de cuatro meses. Algunos, según Hashimi, encontraron trabajo como resultado de su participación en este proyecto.

Elyas Afghan, de 24 años, espera lograr lo mismo después de completar el bootcamp. Sus dos hermanos mayores también están en el campo (uno trabaja para Rapid Iteration, la empesa de Hashimi) y, en parte, como resultado de su influencia, admite Afghan, trabajar con ordenadores es todo lo que siempre quiso hacer. Más específicamente, espera encontrar un trabajo para una empresa tecnológica global.

Después del exitoso programa piloto, los organizadores de CodeWeekend planearon el segundo grupo, pero el coronavirus ralentizó sus esfuerzos. Luego, a finales de agosto del año pasado, el Gobierno afgano colapsó; sin embargo, en lugar de poner fin a sus planes, esto los aceleró.

"Muchos sueños se hicieron añicos cuando cayó el Gobierno", recuerda Hashimi, que ya se había mudado a Vancouver (Canadá). Como la mayoría de los afganos en la diáspora, él también tenía una profunda "necesidad de hacer algo". Y lo que decidió fue continuar ayudando de la manera que mejor sabía: apoyando a los codificadores afganos. "La gente necesita esperanza", resaltó, y como otros eventos anteriores centrados en la tecnología o en la innovación sí que la habían creado, Hashimi esperaba que este bootcamp de código hiciera lo mismo.

El objetivo de Hashimi para el bootcamp es "proporcionar una manera más sostenible de que los jóvenes afganos aprendan habilidades nuevas e impulsadas por el mercado", escribió en nuestra correspondencia inicial por correo electrónico, y con esas habilidades "comenzar a generar ingresos para ellos y sus familias".

Para muchos de los participantes del bootcamp, que comparten estos objetivos, la posibilidad de encontrar un trabajo online podría ser su única opción. En la familia de Sherzoy, de 19 años, solo su padre trabaja actualmente, y lo que él gana apenas es suficiente para mantenerla a ella y a sus seis hermanos. Después de terminar el bootcamp, Sherzoy espera "ayudar a mi familia y hacer algo por mi futuro". Y añade: "No quiero ser una analfabeta [sin educación]".


Un participante de Code Weekend trabaja en una aplicación en un evento en 2018. Foto cortesía de Code Weekend.

Foto: Un participante de CodeWeekend trabaja en una app en un evento en 2018. Foto cortesía de CodeWeekend.

Sin embargo, hasta ahora, la mayoría de las oportunidades de obtener ingresos provienen de otros esfuerzos de Hashimi: además de CodeWeekend, Hashimi también dirige una empresa de desarrollo de software que emplea o contrata a más de 20 programadores afganos (la mayoría de los cuales todavía se encuentran en Afganistán), así como la plataforma de trabajo autónomo online Yagan Kar (que significa "algo de trabajo" en dari), para trabajadores freelance afganos.

Es una modificación de los planes originales de Hashimi anteriores a los talibanes. Incluso después de que Hashimi saliera de Afganistán en 2016 para realizar un máster en Reino Unido en gestión de la innovación, cada año solía pasar tres o cuatro meses en su país de origen, apoyando a la floreciente comunidad tecnológica. "Mi sueño", recuerda Hashimi, era "tener la empresa de software más grande de Afganistán".

En cierto modo, ese sigue siendo su objetivo. Hashimi afirma: "Quiero generar 1.000 puestos de trabajo hasta 2023" desde fuera del país, lo que "ayudaría a muchos autónomos, jóvenes y desarrolladores, y también a la economía".

Hashimi resalta que "todos los afganos quieren irse", pero la realidad es que la gran mayoría de ellos no pueden formar parte de los esfuerzos de reasentamiento y evacuación. Permanecerán en Afganistán y necesitarán nuevas fuentes de ingresos. Hashimi ve a la comunidad tecnológica internacional como un posible proveedor de esos ingresos, a través del trabajo tanto remoto como freelance.

Pero todo esto llevará tiempo y el país se enfrenta a desafíos más urgentes.

Ningún país ha reconocido oficialmente el nuevo régimen y, como resultado, la comunidad internacional ha congelado las cuentas bancarias del país, igual que las entregas de dinero de ayuda programadas previamente. Esto ha puesto su ya precaria economía al borde del colapso y a gran parte de su población en riesgo de hambruna.

El desafío económico se ve agravado por la violencia, que no se ha detenido; la ONU ha documentado un aumento en los asesinatos de represalia extrajudiciales contra los aliados del gobierno anterior, mientras que otros grupos extremistas violentos, como la rama local del Estado Islámico, siguen aterrorizando a los civiles con ataques suicidas.

El exestudiante de ciencias de la computación y participante del bootcamp Asad Asadullah piensa que, si las cosas finalmente se estabilizan, los empleadores afganos, quizás incluso el Gobierno talibán, también podrían contratar algún día a los desarrolladores afganos. Asadullah cree que los talibanes, al fin y al cabo, "conocen la importancia de la tecnología, al menos en los niveles más altos".

Con los desafíos más grandes a los que se enfrenta Afganistán, ese día parece muy lejano, "tal vez en tres o cuatro años", predice Asadullah.

Pero Asadullah no va a esperar ahí para verlo. En los cuatro días que pasaron desde nuestra primera entrevista y los últimos mensajes de WhatsApp que intercambiamos para confirmar los detalles para este reportaje, él y su familia huyeron a Pakistán, con lo que se unieron a los 2,6 millones de afganos que viven como refugiados fuera de su tierra natal.

Asadullah planea quedarse en Pakistán hasta que encuentre la oportunidad de ir a Europa o Estados Unidos. Mientras tanto, sigue organizando su día a día para el momento en el que pueda conectarse y programar.

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