La emergencia climática obligará a decenas de millones de personas del África subsahariana a emigrar hasta 2050. En este país, donde las precipitaciones son cada vez más escasas, la urgencia de los migrantes ya está provocando conflictos en los lugares a los que se desplazan. Y es solo el principio.
Julius Mutero no ha cosechado prácticamente nada en los últimos seis años. Durante toda su vida adulta, ha labrado un terreno de tres hectáreas en la población agrícola Mabiya (Zimbabue). Allí cultiva maíz y cacahuetes para alimentar a su familia, a su esposa y a sus tres hijos, y vende lo que le sobra para ganar algo de dinero.
Hace más de una década, la región empezó a recibir menos lluvia y los ríos se secaron. Aunque ya tenía un clima cálido, con temperaturas que podían alcanzar los 30 °C, se empezaron a registrar máximas de verano de hasta 37 °C de forma regular. En la actualidad, la temporada de lluvias comienza a finales de diciembre en vez de principios de noviembre, y también termina antes. En los meses más secos, el polvo se expande por las tierras de cultivo bañadas por el Sol, donde solo quedan algunos arbustos espinosos.
Varios años de severas sequías han acabado con todos los cultivos de Mutero, quien intentó plantar variedades de maíz que maduran temprano, pero tampoco sobrevivieron. Sin pastos para su ganado, Mutero veía impotente cómo morían sus siete vacas. "La vida es extremadamente dura aquí", avisa. Su familia sobrevive en gran parte gracias a la ayuda alimentaria proporcionada por distintas organizaciones sin ánimo de lucro y por el Gobierno de Zimbabue, pero no es suficiente.
Mutero cree que no le queda más remedio que abandonar su hogar en busca de agua y ha tenido suerte: un líder tradicional le ha prometido un pequeño terreno a unos 30 kilómetros de Mabiya, en las Tierras Altas Orientales del país, donde llueve más y hay nieblas más densas que en el resto del país. Cuando hablé con él en octubre, planeaba construir una nueva casa y reubicar a su familia antes del fin de año. Pero estaba nervios: "No sé a qué nos enfrentaremos mi familia y yo ni cómo seremos recibidos", admitió.
Mutero es solo una de los 86 millones de personas en el África subsahariana que, según las estimaciones del Banco Mundial, migrarán a nivel nacional hasta 2050 debido al cambio climático. Es el mayor número pronosticado en las seis regiones principales que la organización estudió para su nuevo informe.
En Zimbabue, los agricultores que han intentado quedarse y adaptarse recogiendo agua de lluvia o cambiando lo que cultivan han encontrado que sus esfuerzos resultan lamentablemente inadecuados frente a los nuevos extremos climáticos. Las sequías ya han obligado a decenas de miles de personas de las tierras bajas del país a irse a las tierras altas del este o Eastern Highlands. Pero su desesperada migración está creando una nueva lucha por el agua en la región, y las tensiones pronto podrían estallar.
Se acaba
Zimbabue ha sufrido sequías durante las últimas tres décadas. Pero como resultado del cambio climático, las sequías ocurren con más frecuencia y se vuelven más severas. Hasta el 70 % de la población de Zimbabue se gana la vida con la agricultura o con actividades económicas rurales, y millones de agricultores de subsistencia dependen enteramente de la lluvia para regar sus cultivos. Durante los últimos 40 años, las temperaturas medias han aumentado en 1 °C, mientras que las precipitaciones anuales han disminuido entre un 20 % y un 30 %.
Durante la sequía más reciente, que duró de 2018 a 2020, en Zimbabue cayó solo la mitad de la lluvia de lo habitual. Los cultivos se quemaron y los pastos se secaron. La gente y el ganado se apiñaron alrededor de los pozos donde bombeaban manualmente para sacar agua, pero también se secaron. Algunas personas de las zonas más secas tenían tan poco para comer que sobrevivían gracias a las hojas y frutos blancos y polvorientos de los baobabs.
Y, aunque cayó más lluvia durante la última temporada de cultivo, muchos agricultores siguen preocupados por el futuro. El maíz, el cultivo básico de Zimbabue, que fue promovido enérgicamente por el antiguo Gobierno colonial a partir de la década de 1940, se está volviendo imposible de cultivar.
Más de cinco millones de zimbabuenses, un tercio de la población total, no tienen suficiente para comer, según el Programa Mundial de Alimentos. Un estudio realizado en 2019 sobre la vulnerabilidad de los países a la interrupción de la agricultura debido a la sequía, ubicó a Zimbabue en tercer lugar, detrás de Botswana y Namibia.
Como saben Mutero y otros migrantes climáticos, las condiciones son algo mejores en las Tierras Altas Orientales. Esta región montañosa se extiende por unos 300 kilómetros a lo largo de la frontera de Zimbabue con Mozambique. Muchos de los ríos más importantes de la región, incluidos el Pungwe y el Odzi, nacen allí como arroyos. El clima de la zona y los suelos fértiles son perfectos para el cultivo de té, café, ciruelas, aguacates y una fruta dulce de color rojo rosado llamada lichi.
Cuando los migrantes climáticos comenzaron a aparecer en las Tierras Altas Orientales hace una década, se instalaron sin permiso y el Gobierno los desalojó rápidamente. Pero regresaron en números aún mayores, y las autoridades han renunciado más o menos a intentar detenerlos.
En 2015, el Gobierno estimó que más de 20.000 migrantes se habían asentado en las Tierras Altas Orientales. Aunque no existen estimaciones oficiales más recientes, la evidencia circunstancial sugiere que el número ha seguido creciendo.
En la actualidad, en algunas partes de las tierras altas, los migrantes ocupan cualquier terreno libre que encuentran. En otras partes, los líderes tradicionales o comunitarios como el que le ayudó a Mutero, conocidos en el dialecto local como sabhuku, han asumido la tarea de asignar terrenos a los migrantes. Los líderes, cuyo papel es en gran parte ceremonial, lo hacen desafiando las órdenes del Gobierno. Se han ganado el aplauso de los migrantes, pero el desdén de los agricultores locales que llevaban allí desde siempre.
Dos altos funcionarios del Gobierno de la provincia de Manicaland de las Tierras Altas Orientales (el coordinador provincial, Edgars Seenza, y el oficial provincial de terrenos, Charles Kadzere) no han querido hacer comentarios para este reportaje. El viceministro de Suelo, Agricultura, Pesca, Agua y Reasentamiento Rural de Zimbabue, Vangelis Haritatos, no respondió a las preguntas enviadas a su número de WhatsApp.
"La gente empezará a pelearse"
El granjero Leonard Madanhire, que vive en lo que se conoce como el área de Mpudzi en las Tierras Altas Orientales, está preocupado. Madanhire cultiva principalmente maíz en sus cinco hectáreas de terreno. Su ganado se ha reducido de más de 20 hace una década a cinco. La mayoría de las tierras de pastoreo cercanas, que Madanhire ha compartido durante mucho tiempo con otros agricultores, están ocupadas por los migrantes climáticos.
En septiembre, Madanhire me llevó a una larga caminata por las orillas del río Chitora. Las viviendas recién construidas se levantaron en los terrenos que antes eran pasto; otras estructuras salpicaban las orillas del río. Un par de pastores parecían frustrados intentando llevar al ganado por los estrechos parches de pasto que quedaban.
Unos kilómetros río arriba, los migrantes habían plantado huertos en las orillas del río. Madanhire resalta que la agricultura de ese tipo a lo largo de las orillas causa erosión y aumenta el lodo y escombros en el agua que llega a los que están río abajo. Teme que los recursos se agoten a medida que más personas lleguen a la zona. Los ríos que nacen allí, como el Mpudzi, Mushaamhuru, Murare y Wengezi, se están secando a la mitad de la estación seca, señala Madanhire.
"Pronto, la gente se peleará por la poca agua que queda", asegura. De hecho, ya han ocurrido algunas escaramuzas entre agricultores, migrantes y líderes tradicionales sobre quién se instala, dónde y quién lo puede decidir.
Madanhire no está solo en sus preocupaciones. El agricultor de plátanos Josphat Manzini del Valle de Birmania, la rentable zona agrícola en las Tierras Altas Orientales que durante mucho tiempo ha sido reconocida por producir los mejores plátanos del país, se preocupaba porque los migrantes climáticos se instalaban en las riberas de los ríos cercanos y sacaban el agua que él necesitaba para regar sus más de 20 hectáreas.
Señala que los migrantes han invadido varios ríos locales, imponiendo impuestos al suministro de agua y removiendo tanto sedimento que los escombros obstruyen tres presas y muchos arroyos más pequeños en el área. En la actualidad, por primera vez, las perspectivas para el cultivo del plátano en las Tierras Altas Orientales parecen sombrías. "No hay futuro por aquí", opina Manzini.
Poco y tarde
En las zonas abrasadas de Zimbabue, algunos agricultores han intentado hacer frente a la situación y quedarse. Han vuelto a plantar cereales tradicionales resistentes a la sequía como el mijo dedo, el mijo perla y el sorgo. Otros han pasado de regar sus cultivos inundando campos enteros a usar sistemas que gotean solo la cantidad necesaria de agua justo al lado de cada planta.
Algunos, como el agricultor de Chitora (Zimbabue) Blessing Zimunya, intentan recoger agua de lluvia para riego y otros usos. Usa un contenedor de 5.000 litros para recolectar agua de su techo y un depósito de 100.000 litros para la escorrentía del suelo. Luego complementa estos sistemas con agua del río cercano.
La directora general de la organización no gubernamental Bopoma Villages, Natalie Watson, que gestiona un proyecto de agua potable y de higiene, afirma que la recogida de agua de lluvia tiene un gran potencial para marcar la diferencia y cita al conocido granjero zimbabuense Zephaniah Phiri Maseko, quien antes de morir transformó la tierra seca en ricos campos usando métodos que enseña la organización de Watson. Su programa se centra actualmente en el distrito de Zaka en el sur de Zimbabue, donde participan cientos de agricultores. Algunos en la cercana provincia de Midlands también han empezado a experimentar con la recogida de agua de lluvia.
Foto: Leah Tsiga, de 90 años, vive sola en el árido distrito de Mudzi en Zimbabue y a veces pasa días sin comer nada sólido. Créditos: AP / Tsvangirayi Mukwazhi
Sin embargo, el número total de agricultores de Zimbabue que han adoptado esta práctica sigue siendo muy bajo. De los más de siete millones de pequeños agricultores en todo el país, solo unos pocos miles en las provincias más secas la han probado. A pesar de los esfuerzos de las organizaciones como la de Watson, la mayoría de los agricultores no tiene dinero para construir depósitos grandes para almacenar agua. Muchos más aún no saben qué es la recogida de agua de lluvia ni cómo comenzar.
Se están llevando a cabo otros programas sin ánimo de lucro para ayudar a los agricultores a adaptarse aprendiendo nuevas prácticas para preservar la humedad del suelo y encontrando formas de diversificar sus ingresos más allá de la agricultura. El año pasado, el Gobierno de Zimbabue anunció un plan para crear en cuatro años 760.000 nuevos empleos "verdes" en diferentes campos como la energía solar, la hidroeléctrica, la eficiencia energética y la agricultura sostenible. Pero estos esfuerzos aún están en sus primeros pasos.
El coordinador del acuerdo de hermanamiento de ciudades Haarlem Mutare City Link (entre la ciudad de Haarlem en los Países Bajos y Mutare de Zimbabue) que encargó un informe de 2019 sobre la migración climática en las Tierras Altas Orientales (y pagó por mi viaje a Haarlem para hablar sobre este tema ese mismo año), Gift Sanyanga, asegura que las medidas de adaptación han fracasado en su mayoría y que la única opción práctica que les queda a muchos agricultores es migrar.
La investigadora climática independiente Anna Brazier cree que es hora de que el Gobierno de Zimbabue anime activamente a la gente a irse de las áreas secas antes de que las condiciones empeoren aún más. Y afirma: "A medida que se intensifica el cambio climático, algunas de estas regiones se vuelven inhabitables. En vez de tener que lidiar con una migración masiva apresurada, que ejercerá una fuerte presión sobre las áreas a las que la gente migra, deberíamos planificar ya una evacuación gradual de las zonas más vulnerables".
Brazier considera que el Gobierno debería llevar a cabo una revisión del suelo a nivel nacional para determinar dónde hay espacio disponible para los migrantes y crear un proceso por el cual las personas puedan instalarse legalmente allí, tal vez con un poco de ayuda económica u otro apoyo para empezar. Si bien el Gobierno está haciendo mucho para reubicar adecuadamente a las personas de las áreas propensas a inundaciones, está haciendo poco para reubicar a los agricultores de los lugares propensos a la sequía.
No obstante, para muchos, ya es demasiado tarde. A pesar de las incertidumbres que le esperan en Eastern Highlands, Mutero ya ha tomado una decisión: "Me voy; nada me detendrá. Esa es mi única opción".