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AP / Felipe Dana

Tecnología y Sociedad

El contenido clandestino intenta sobrevivir a los talibanes en Afganistán

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La red de comerciantes que alguna vez fue próspera vendiendo contenido digital a afganos sin conexión a internet lucha por mantener su negocio en la sombra y ayudar a la población ante la represión del nuevo régimen

  • por Ruchi Kumar | traducido por Ana Milutinovic
  • 03 Diciembre, 2021

Cuando Afganistán cayó en manos de los talibanes en agosto, Mohammad Yasin tuvo que tomar algunas decisiones difíciles muy rápido. Mientras el país sufría el impacto de la toma de poder de los insurgentes, este joven de 21 años (cuyo nombre real fue cambiado para proteger su seguridad) entró a escondidas a su pequeña oficina y se puso manos a la obra.

Empezó a borrar datos sensibles de su ordenador y a mover el resto a dos de sus discos duros más grandes, que luego envolvió en plástico y enterró en un lugar secreto.

Yasin no tomó estas precauciones por formar parte de la inteligencia afgana ni está vinculado al Gobierno. No tiene secretos de estado ocultos en sus ordenadores. Él es lo que se conoce localmente como "kar informático": alguien que vende contenido digital en este país donde puede resultar difícil conseguir una conexión estable a internet. El joven cuenta: "Vendo prácticamente de todo, desde películas, música, aplicaciones para móviles hasta actualizaciones de iOS. También ayudo a crear ID de Apple y cuentas de redes sociales, así como con las copias de seguridad de los teléfonos y la recuperación de datos", y, en voz baja, añade: "También puedo desbloquear teléfonos [robados] y proporcionar vídeos para adultos".

Cuando los talibanes ocuparon la ciudad de Herat (Afganistán) el 12 de agosto, Yasin y sus colegas pensaron que no pasaría mucho tiempo antes de que las fuerzas invasoras de los talibanes se apoderaran de su propia ciudad de Mazar-e-Sharif (Afganistán). Recuerda: "La situación también estaba más tensa en Mazar, así que yo y otros kars informáticos de Mazar que trabajamos juntos tuvimos una reunión secreta para decidir qué hacer para proteger todo nuestro contenido". La unión informal de los kars informáticos contaba con varios cientos de terabytes de datos recopilados durante varios años, de los cuales muchos se considerarían controvertidos, incluso algunos delito, por parte de los talibanes.

Y añade: "Todos acordamos no eliminar, sino ocultar el contenido más problemático. Razonamos que, en Afganistán, estos regímenes van y vienen con frecuencia, pero nuestro negocio no se debería interrumpir".

A Yasin no le preocupa demasiado que lo descubran, y afirma: "La gente esconde armas, dinero, joyas y todo tipo de cosas, así que no tengo miedo de esconder mis discos duros. Nunca podrán encontrarlos. Soy un chico del siglo XXI mientras que la mayoría de los talibanes viven en el pasado".

Menos de 20 años después de que el antiguo presidente Hamid Karzai hiciera la primera llamada por un teléfono móvil en Afganistán, hay casi 23 millones de usuarios de teléfonos móviles en este país de menos de 39 millones de habitantes. Pero el acceso a internet es bastante diferente: a principios de 2021, había menos de 9 millones de usuarios de internet en el país, y ese retraso se ha atribuido en gran medida a los problemas generalizados de seguridad física, a los altos costes y a la falta de desarrollo de infraestructura en ese terreno montañoso.

Es por eso por lo que, en la actualidad, existen kars informáticos como Yasin en todo Afganistán. Aunque a veces, cuando pueden conectarse, descargan la información directamente de internet, estas personas transportan mucho contenido en discos duros físicamente desde países vecinos, lo que se conoce como "sneakernet".

"Utilizo wifi en casa para descargar algo de música y las apps. También tengo cinco tarjetas SIM para internet", admite Mohibullah, otro kar que pidió no ser identificado por su nombre real. "Pero la conexión aquí no es fiable, así que todos los meses envío un disco duro de 4 terabytes a Jalalabad (Afganistán), ahí lo llenan de contenido y me lo devuelven en una semana con las últimas películas indias o telenovelas turcas, música y apps", por lo que, según él, suele pagar entre 800 y 1.000 afganis (entre 8,75 y 11 dólares o entre 7,75 y 9,75 euros).

"La gente esconde armas, dinero, joyas y todo tipo de cosas, así que no tengo miedo de esconder mis discos duros. Soy un chico del siglo XXI mientras que la mayoría de los talibanes viven en el pasado", Mohammad Yasin, 'kar' informático.

Mohibullah afirma que puede instalar más de cinco gigabytes de datos en un teléfono, incluidas películas, canciones, vídeos musicales e incluso algunos cursos, por solo 100 afganis (o 0,97 euros).  A principios de agosto, días antes de la ocupación por parte de los talibanes, me confesó: "Tengo las últimas películas de Hollywood y Bollywood dobladas en dari y pastún [idiomas nacionales afganos], música de todo el mundo, juegos, apps".

Por un poco más de dinero, Mohibullah ayuda a los clientes a crear cuentas en redes sociales, configura sus teléfonos y ordenadores portátiles e incluso escribe correos electrónicos en su nombre. "Vendo de todo, de la A a la Z de los contenidos. Todo excepto '100 % películas'", resaltó, refiriéndose a la pornografía. (Más tarde admitió que tenía algunos "vídeos gratis", otro nombre para la pornografía, pero que solo los vendía a clientes de confianza).

La mayoría de sus clientes son hombres, pero las mujeres también le compran música y películas a menudo. Gran parte de su contenido proviene de Pakistán, que, según él, tiene mejor conectividad a internet y más barata.

Mientras hablábamos de su negocio en la pequeña tienda de Mohibullah en una calle concurrida en el oeste de Kabul (Afganistán), entraron dos mujeres. No quisieron ser entrevistadas, pero nos explicaron que eran "DJ de bodas" y que buscaban música moderna para tocar en las lujosas fiestas de boda de sus clientes. Mohibullah les ofreció una selección de la música india más reciente para escoger, y les transfirió a ambas una lista de reproducción de más de 100 canciones por 70 afganis (0,65 euros).

Desafortunadamente para los kars, desde el surgimiento de los talibanes este tipo de clientes ha desaparecido por completo. El violento régimen extremista ha prohibido la música y ha restringido las libertades de las mujeres.

Yasin y Mohibullah han tenido que adaptar rápidamente su negocio al nuevo régimen. Han sustituido los vídeos musicales lascivos de Bollywood e Irán por taranas (canciones sin música) talibanes y rezos del Corán. A los afganos les encanta llevar fotos de los famosos en sus teléfonos, pero ahora las han sustituido por imágenes de banderas talibanes en diferentes estilos.

Además, todas las 'películas gratis' que ofrecen los kars están ocultas en la actualidad; solo ellos saben dónde. Estremeciéndose, Yasin advierte: "Si alguna vez las encuentran, sufriré un castigo muy duro. Me ejecutarán".

Represión de contenido

Ambos admiten que la llegada al poder de los talibanes ha sido mala para su negocio. Sus ingresos medios han caído casi un 90 %, de unos 3.000 afganis al día a menos de 350 afganis (de 28,34 euros a 3,37 euros).

Yasin detalla: "De eso, al menos 100 afganis (0,92 euros) se destinan a combustible para los generadores y unos 50 afganis (0,46 euros) al ayuntamiento por el espacio que utilizo en la calle. Eso no es suficiente para mantener a mis cinco hermanos y a [mis] padres".

Además de controlar su contenido, los talibanes también han tomado represalias contra los kars como Yasin, que han ampliado sus servicios para ayudar a los afganos que huían de la persecución.

Y confiesa: "Algunas personas que se esconden o que están esperando ser evacuadas acuden a mí pidiendo ayuda para hacer una copia de seguridad de los datos de sus teléfonos en una memoria USB, para evitar que caigan en manos de los talibanes que revisan los teléfonos en los puntos de control".

A veces, les cobra una tarifa simbólica, según él, pero en algunos casos lo hace gratis.

Yasin detalla: "Por lo general, se tata de datos personales que quieren llevar consigo, pero que los talibanes podrían no aprobarlo y, a veces, es información que los puede identificar como partidarios del Gobierno anterior o aliados extranjeros, por lo que acabarían arrestados o incluso ejecutados".

Mohibullah considera irónico que, ahora que están en el poder, los talibanes estén tomando represalias contra los traficantes de contenido, porque ellos mismos usaban su sneakernet para tareas de radicalización y reclutamiento.

Y cuenta: "De vez en cuando, algunos hombres nos pedían distribuir taranas talibanes alabando a sus combatientes, o vídeos de las ejecuciones que habían llevado a cabo. Querían utilizar nuestros servicios para difundir su ideología y propaganda entre los jóvenes".

Nunca antes había compartido ese tipo de contenido con sus clientes, admite Mohibullah. Y añade: "Sin embargo, en estos días, los talibanes están entre nosotros y exigen ese contenido. También piden fotografías de las banderas talibanes y de sus combatientes con las armas. Lo cumplo obligado porque tengo que alimentar a mi familia".

Pero los kars informáticos afganos son muy valientes. Muchos de ellos continúan vendiendo contenido prohibido de forma clandestina. Otros, en busca de un lado positivo, tienen la esperanza de que incluso pueda haber un repunte en el negocio de cierto contenido de entretenimiento, ya que muchos afganos, especialmente las mujeres, se ven obligados a permanecer en sus casas.

Mohibullah detalla: "Durante el confinamiento por la COVID-19 hubo un aumento en la demanda de vídeos de dibujos animados porque los niños estaban encerrados en casa. En la actualidad, con los talibanes en el poder y el desempleo generalizado, la gente también está atrapada en casa y es posible que quieran ver más películas".

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