Los trabajadores del sector tecnológico empiezan a organizarse, informarse y probar distintas estrategias del pasado para mejorar sus condiciones laborales en Amazon, Google, Tesla y Facebook, cuyo poder les suele permitir saltarse las reglas. Puede que algunos intentos fallen, pero el movimiento no lo hará
Los trabajadores del centro logístico de Amazon en Bessemer, Alabama (EE. UU.), querían un sindicato. El centro se inauguró en marzo del año pasado, justo cuando empezó el confinamiento por el coronavirus (COVID-19).
Aunque una gran parte de la economía mundial se derrumbó, algunos sectores prosperaron, incluido el de la tecnología: el fundador de Amazon, Jeff Bezos, asumó más de 63.000 millones de euros a su patrimonio neto en 2020. Sin embargo, en Bessemer, los trabajadores estaban siendo presionados para trabajar más duro y por más tiempo, y se sentían deshumanizados. Querían dignidad, no solo salarios más altos.
Pero sus ganas de unirse al Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Grandes Tiendas (RWDSU) iba a ser una batalla complicada. Amazon utilizó su creciente riqueza para luchar contra la campaña del sindicato. Los jefes usaban protocolos de distanciamiento social destinados a detener la transmisión de la COVID-19 como pretexto para obstaculizar la comunicación entre los trabajadores. Las leyes laborales federales y estatales favorables a los empresarios les permitieron llevar a cabo un esfuerzo antisindical de tierra arrasada: Amazon contrató a consultores antisindicales, inundó a los empleados con mensajes de texto y carteles instándolos a "votar no" y celebró reuniones de "audiencia cautiva" en las que los trabajadores tuvieron que asistir a discursos antisindicales.
Los resultados fueron dolorosos: 738 votos a favor del sindicato, 1.798 en contra. Pero mientras se contaban, los trabajadores de todo el país ya se estaban movilizando. El 7 de abril, los empleados autorganizados bajo el manto de Amazonians United Chicagoland atacaron el megaciclo de la empresa, el agotador turno nocturno de 10 horas en el almacén. Cientos de empleados de al menos 50 instalaciones de Amazon de todo EE. UU. se negaron a trabajar durante la pandemia. Otro grupo se organizó para crear su propio sindicato de base. En las ciudades de Minneapolis y Saint Paul (conocidas como las Ciudades Gemelas de EE. UU.), el grupo de defensa de los trabajadores inmigrantes de África Oriental, el Awood Center, convenció a la empresa de que se sentara con los trabajadores a negociar y llegara a un acuerdo sobre las adaptaciones para las prácticas religiosas.
La lucha de Bessemer y la organización de los empleados de Amazon en su conjunto reflejan una nueva oleada de interés en la sindicalización entre los trabajadores tecnológicos. Pero esa tendencia también ha planteado una pregunta: ¿Qué es un trabajador tecnológico? El término podría aplicarse a cualquier persona, desde los programadores hasta el personal de centros de datos, almacenes y trabajadores en las líneas de ensamblaje de las fábricas de Tesla.
Para ambas partes, lo más importante de esta lucha no es el dinero, sino el poder.
La realidad es que la sindicalización del "sector tecnológico" es como lo que pasó en la "industria" en la década de 1930. En aquel entonces, el Congreso de Organizaciones Industriales cambió el enfoque del movimiento laboral de sindicalizar a los empleados calificados a reunir a los trabajadores "no calificados" en las nuevas grandes fábricas. El nuevo movimiento sindical fue personificado por el sector del automóvil de Detroit (EE. UU.), pero surgió en una amplia variedad de industrias caracterizadas por nuevas tecnologías y tácticas de gestión científica. Esta era de la industria requería un nuevo tipo de sindicato, y los trabajadores lucharon durante décadas antes de encontrar los métodos que funcionaban y, lo que es más importante, para obtener el respaldo del Gobierno federal de la época de la Gran Depresión.
Organizar a los trabajadores del sector tecnológico requerirá un esfuerzo similar, una reorganización parecida de las tácticas laborales y, muy posiblemente, un Gobierno federal de igual apoyo. Como muestra el ejemplo de Bessemer, hoy en día los trabajadores de se enfrentan a las empresas más ricas del mundo, que cuentan con los sistemas de información y vigilancia más sofisticados del mundo, sin mencionar los millones de euros dedicados a consultores antisindicales. No obstante, para ambas partes, lo más importante de esta lucha no es el dinero, sino el poder.
Poder compartido
Para entender el nuevo movimiento sindical del sector tecnológico, la organizadora del proyecto de sindicalización del sector tecnológico de Communications Workers of America CODE-CWA, Emma Kinema, cree que hay que comprender que la tecnología está en todas partes, que la mayoría de los trabajadores en cierto sentido trabajan con la tecnología, pero que hay una uniformidad en lo que llamamos la "industria de la tecnología", a pesar de ser tan enorme y diversa.
También es importante recordar que la cultura de Silicon Valley (EE. UU.) ha sido antisindical desde el principio; una de las razones por las que California se convirtió en el centro tecnológico preferido fue que el área de Boston (EE. UU.), donde empezaron muchos de los primeros líderes de la industria, tenía una presencia sindical establecida desde mucho tiempo atrás.
El escritor Ben Tarnoff de Logic Magazine señala que los beneficios y las comodidades comunes de los lugares de trabajo del sector tecnológico, como la comida gratuita, juguetes y juegos y vestimenta informal, comenzaron como medidas explícitamente antisindicales. Esta cultura, que el sociólogo Andrew Ross ha denominado "sin cuello" (los que no llevan camisas), fue diseñada para engendrar no solo lealtad, también amor e identificación con la empresa.
El historiador laboral Nelson Lichtenstein resalta que las Big Tech tienen una tendencia a apoyarse en su imagen transformadora para ocultar cualquier queja laboral y minimizarla como objeciones insignificantes que impiden la evolución del mundo. Eso no es nada nuevo, argumenta Lichtenstein. Henry Ford respondió de la misma manera cuando los trabajadores de sus fábricas se organizaron, y Ford aprendió esa táctica de los magnates del ferrocarril que lo habían precedido.
A pesar del rechazo de los jefes, los trabajadores de estos sectores pioneros finalmente se sindicalizaron, aunque tardaron años y fallaron muchas veces. Los trabajadores siderúrgicos llevaron a cabo grandes huelgas en 1919, pero fracasaron. "En la década de 1920 y 1930, todo el mundo pensaba que era imposible organizar a los trabajadores del sector de acero. Estaban demasiado bien pagados; su industria era demasiado nueva; tenían modernas formas de gestión", recuerda Kinema. Pero en 1937, US Steel reconoció el sindicato. "¿Alguien se puede imaginar a los trabajadores de Google en huelga?" se pregunta Kinema. Solo los ingenieros de seguridad, que mantienen la infraestructura técnica de Google, "podrían bloquear la mitad de internet".
Uno de esos ingenieros también es el vicepresidente ejecutivo del Alphabet Workers Union, que forma parte de CWA, Chewy Shaw. El sindicato se hizo público en enero de 2021 con poco más de 200 miembros y actualmente tiene más de 800, incluido el personal de programación de Google como Shaw y la presidenta ejecutiva Parul Koul, así como los investigadores, trabajadores de centros de datos, empleados temporales y proveedores.
El sindicato todavía no es lo suficientemente grande como para controlar internet, ni una huelga parece inminente (Alphabet, la empresa matriz de Google, tiene a 135.000 empleados). Pero ha desafiado a la compañía a que trate mejor a sus trabajadores, aprovechando al personal "sin cuello" como Shaw y Koul para lograr cambios reales para los empleados con menos poder y seguridad.
Por ejemplo, el sindicato apoyó a la técnica de centro de datos Shannon Wait, empleada a través de una empresa subcontratista de Carolina del Sur (EE. UU.), por una suspensión injusta del pasado marzo por hablar con sus compañeros de trabajo sobre las condiciones laborales. La Junta Nacional de Relaciones Laborales revocó la suspensión y ordenó a la empresa que publicara avisos informando a los trabajadores de que tenían derecho a organizarse.
Gran parte de este trabajo se basa en el activismo previo de los trabajadores tecnológicos que ganó fuerza durante la presidencia de Donald Trump, cuando los empleados sin cuello de tendencia progresista se enteraron de que sus jefes con los que creían compartir valores estaban encantados de trabajar con Trump. Cuando los trabajadores de Google se percataron de que estaban construyendo la infraestructura para Project Maven (el proyecto de inteligencia artificial para el ejército de EE. UU.), pensaron que los programadores ni siquiera sabían que su código podría usarse para realizar ataques con drones.
Miles de empleados de Google firmaron a principios de 2018 una carta de protesta por la participación de la empresa en Project Maven y Google dejó que su contrato de Maven expirara el año siguiente. Sin embargo, esa no fue la única preocupación de los trabajadores: en noviembre de 2018 se produjo un paro laboral masivo relacionado con el acoso sexual y la discriminación en la empresa.
La protesta subrayó el hecho de que muchos trabajadores, incluso aquellos con los salarios más altos o la mayor seguridad laboral, no se sentían valorados por la empresa. Y aunque muchos analistas se burlaron (el capitalista de riesgo Mike Solana tuiteó que los trabajadores como Shaw y Koul "no son mineros oprimidos") este sentimiento llevó a la formación del Sindicato de Trabajadores de Alphabet. Koul respondió: "Pedir respeto en el trabajo no es algo específico de los mineros del carbón, y esa es la razón por la que hacemos esto".
Estos trabajadores quieren aprovechar su poder dentro de la empresa como parte de un movimiento obrero más amplio. Eso significaba negarse a trabajar en Maven; y actualmente exigir que la empresa no venda tecnología a la policía en solidaridad con el movimiento Black Lives Matter.
Esta organización se inspira en los sindicatos como el Sindicato de Maestros de Chicago (EE. UU.), que en el centro de sus demandas tenía la justicia racial y la desigualdad económica de la ciudad, y ganó esas luchas a través de dos huelgas ampliamente publicitadas en 2012 y 2019. El veterano estratega sindical Stephen Lerner afirma que a través de esta "negociación por el bien común" en Google, los trabajadores desafían el impacto de la empresa en la sociedad, no solo su propio trato. Y afirma: "No creo que la organización tecnológica hubiera tenido el tipo de resonancia que tiene en la actualidad si la gente hubiera empezado: 'Bueno, necesitamos un mejor plan de pensión que el 401 (k)'".
El ascenso del trabajador tecnológico
Incluso a principios de la década de 1990, cuando Lerner entró en guerra con Apple como organizador de la campaña Justicia para los Conserjes y ganó los derechos sindicales para el personal de limpieza subcontratado en todo el sector tecnológico, la pregunta "¿Quién es un trabajador tecnológico?" estaba muy presente.
A través de esas campañas exitosas, Lerner ayudó a ampliar la definición de trabajador tecnológico a prácticamente cualquier persona que participa en el funcionamiento de una empresa de tecnología. La abogada de Foxglove, Cori Crider, que tiene como objetivo desafiar el poder de las Big Tech, ha estado trabajando con moderadores de contenido subcontratados que todos los días revisan publicaciones de violencia, racismo y sexo gráfico, intentando determinar cuáles violan un conjunto de reglas que cambia constantemente.
Estos trabajadores a menudo están sujetos a acuerdos de confidencialidad que les impiden hablar públicamente sobre sus condiciones laborales. Eso permite que empresas como Facebook nieguen su existencia (una afirmación que la empresa mantuvo el año pasado incluso después de la aparición de informes de que los moderadores que trabajaban para la empresa de subcontratación Accenture estaban siendo presionados a regresar a sus oficinas durante la pandemia).
Los trabajadores tecnológicos fuera de la definición normal de "empleados" todavía buscan las formas de organizarse y protegerse. La plataforma de campaña para la organización laboral, Coworker.org, utiliza donaciones de trabajadores tecnológicos bien pagados para construir un "fondo de solidaridad" distribuido a los del otro lado de la cadena de suministro tecnológico. Los trabajadores de la plataforma Mechanical Turk de Amazon utilizan el sitio Turkopticon para unirse y luchar por mejores condiciones.
Una ola de rebeliones dentro de los sindicatos y huelgas salvajes desafiaron la idea de que la automatización facilitaba el trabajo a los empleados.
En el otro extremo del espectro de los trabajadores tecnológicos están los de la fábrica de coches eléctricos de Tesla en Fremont, California. Antes de que la compañía de Elon Musk comprara las instalaciones, se conocía como New United Motors Manufacturing, Inc., o NUMMI, una colaboración entre General Motors y Toyota a través de la cual se había introducido en Estados Unidos la "producción ajustada" japonesa (conocida como Lean Manufacturing). NUMMI no sobrevivió a la quiebra de GM en 2008, y Tesla lo arrebató.
Una de las grandes innovaciones de NUMMI fue cooperar con United Auto Workers, pero Tesla decidió tomar otro camino. Recientemente, un juez administrativo de la Junta Nacional de Relaciones Laborales de EE. UU. (NLRB) dictaminó que varias acciones de la compañía en respuesta a la organización de los trabajadores eran ilegales, incluidos un par de tuits de Musk, así como el acoso a los trabajadores que distribuían folletos sindicales, la prohibición de camisetas a favor del sindicato y el interrogatorio de los organizadores y el despido de uno de ellos. Las sanciones de la NLRB equivalen a poco más que a un aviso: Musk tenía que leer una declaración indicando a los trabajadores que tenían derecho a sindicalizarse y volver a contratar al trabajador despedido. Pero aun así, Mask apeló la decisión.
Los trabajadores de la fábrica, incluso los que apoyan al sindicato, están entusiasmados con la producción de vehículos eléctricos, pero señalan que la sofisticación técnica de la planta no evita el agotador trabajo manual ni las lesiones. Uno de los líderes de la unidad sindical y antiguo trabajador de NUMMI, José Morán, escribió una publicación de blog sobre las cosas que le gustaría mejorar, incluido el ritmo extenuante del trabajo y algunas maquinarias mal diseñadas.
Los trabajadores de la industria del automóvil han luchado contra la maquinaria desde los días de Henry Ford. Pero los testimonios de los empleados de Tesla hacen eco de las quejas de los trabajadores en las fábricas de coches de la década de 1960 que protestaban contra la "aceleración" (la forma en la que los directivos usaban la nueva tecnología para acelerar el ritmo de trabajo). Una ola de rebeliones dentro de los sindicatos y huelgas salvajes desafiaron la idea de que la automatización les facilitaba el trabajo.
A medida que las máquinas aceleraban el proceso de fabricación, los trabajadores tenían que apresurarse más para seguir el ritmo. Los empleados de Tesla, lejos de representar una aristocracia laboral entre los trabajadores del sector automovilístico, aseguran que ganan menos que los empleados sindicalizados en GM y Ford. Como escribió Moran: "A menudo me parece que estoy trabajando para una empresa del futuro con condiciones laborales del pasado".
Un juego largo
También en los almacenes de Amazon, todo lo antiguo vuelve a estar de actualidad. "La industria automotriz intentó crear mucha automatización en la década de 1980 y 1970, y básicamente se estancó cuando ya no podía más. Y Tesla en realidad trató de hacer lo mismo, y con Amazon. Hay límites de lo que se puede hacer con automatización", opina el trabajador del almacén de Amazon de Minneapolis Tyler Hamilton.
El compañero de trabajo de Hamilton, Mohamed Mire, explica que la mayor parte de la alabada tecnología de Amazon se destina a controlar a los trabajadores en vez de hacer que el trabajo sea eficiente. Los escáneres que los trabajadores utilizan para escanear los paquetes también realizan un seguimiento de su llamado "tiempo de realización de la tarea" y se señalan si su tasa de productividad cae. Los robots que Hamilton compara con los "Roombas gigantes" transportan mercancías por el almacén, pero a menudo funcionan mal; últimamente, su trabajo ha incluido poner en marcha a los robots cuando dejan de funcionar. Los datos de Amazon muestran que las tasas de lesiones son más altas en las instalaciones con robots que sin ellos.
Hamilton y Mire trabajan con el Awood Center, que, siendo un centro de trabajadores y no un sindicato, no pasa por las elecciones de la NLRB, sino que organiza a los miembros a través de la acción directa. Los miembros de Awood han ganado algunas concesiones de Amazon, especialmente en torno al tiempo de oración (muchos son musulmanes practicantes) y cuestiones relacionadas con el ayuno durante el Ramadán. También han conseguido que se vuelvan a contratar las personas que habían sido despedidas.
A pesar de los resultados en Alabama, los trabajadores como Hamilton y Mire no tienen intención de frenar su organización. Pero tampoco es probable que cesen las tácticas de mano dura de Amazon, incluida la contratación de verdaderos detectives Pinkerton, agentes de seguridad que llevan desde el siglo XIX ayudando a romper sindicatos. La NLRB está considerando unificar las quejas contra la empresa en sus diversas regiones (ha habido al menos 37 en 20 ciudades de EE. UU. desde el inicio de la pandemia). RWDSU presentó 23 quejas de prácticas laborales injustas solo en Bessemer, incluida la acusación de que Amazon había amenazado ilegalmente a los trabajadores con despidos o el cierre de la instalación.
Claramente, todavía queda un largo camino por recorrer para que los trabajadores tecnológicos ganen en la mesa de negociaciones, pero la historia les ofrece muchos modelos a los que mirar. Lichtenstein señala al Sindicato Internacional de Estibadores y Almacenes de EE. UU. que firmó un acuerdo con las empresas navieras en 1958 para que los trabajadores portuarios obtuvieran una porción de las ganancias de la automatización. Cuando el uso selectivo de la automatización provocó más lesiones, el sindicato presionó por más tecnología para mejorar la seguridad. Elevaron los salarios de lo que había sido un trabajo temporal e inseguro a más de 156.350 euros al año.
En la lucha actual, la administración de Joe Biden ha mostrado apoyo tanto a la reforma radical de la legislación laboral, que convertiría en ilegales muchas de las tácticas de Amazon en Bessemer, como a lo mejor a la regulación de las Big Tech. Hamilton señala: "Se necesitaron unos 50 años para sindicalizar a US Steel. Los almacenes de Amazon se construyeron hace pocos. Si no lo conseguimos este año o el próximo, lo haremos dentro de cinco años".